domingo, 15 de noviembre de 2020

Un golpe callejero de la mafia


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Entender lo que está pasando en el Perú en estos días es muy simple. Pero debemos primero hacer un necesario y breve recuento del régimen de Vizcarra. Con la vacancia de Vizcarra por corrupto, coimero y embustero, la izquierda perdió el poder que mantenía desde hacía nueve años. Es decir, desde que en el 2011 se instaló Ollanta Humala con toda la mafia de Odebrecht en el aparato del Estado, incluyendo las oenegés caviares y su red de jueces, fiscales y periodistas. PPK solo fue la continuación de Ollanta. PPK pactó con la mafia caviar para ganar con los votos de la izquierda, y mantuvo intacta toda la estructura de poder de la mafia caviar. Incluso heredó un ministro (Saavedra) y varios viceministros. Más adelante la burocracia del humalismo y las oenegés caviares seguirían dando vueltas por los ministerios en un interminable reciclaje permanente.  

Al asumir Vizcarra sin bancada ni partido, fortaleció todos los vínculos con la mafia caviar. Sin ideas ni programa, Vizcarra se dedicó exclusivamente a defender los intereses de la izquierda y ejecutar su plan maestro. Gracias a eso gozó de amplia popularidad en la prensa prostituta. Vizcarra defendió con uñas y dientes a los fiscales del caso Odebrecht y el acuerdo mafioso que sigue guardado bajo siete llaves. Un caso que fue usado por la mafia para perseguir a los enemigos del régimen. El Equipo Especial Lavajato fue creado explícitamente para investigar funcionarios implicados en delitos con las empresas brasileñas, sin embargo, se dedicaron a perseguir a Keiko que nunca fue funcionaria ni firmó un solo contrato. Le inventaron un cargo falso y la metieron presa con excusas ridículas, en un denigrante espectáculo televisivo semejante a un circo romano del siglo XXI, para entretener a una masa de borregos amaestrados durante años en el odio y la mentira. El siguiente paso fue cerrar el Congreso “fujiaprista”, para lo cual inventaron el cuento del “Congreso obstruccionista”. A esto se dedicó Vizcarra  ataviado con su disfraz de luchador anticorrupción. 

El Congreso fue cerrado al caballazo por Vizcarra para impedir que cambien al Tribunal Constitucional controlado por la mafia. Ya antes se habían encargado de capturar el Ministerio Público sacando grotescamente a Pedro Chávarry del cargo de Fiscal de la Nación. En todas estas operaciones mafiosas, jugaron un papel importante los medios de comunicación prostituidos por el gobierno con publicidad estatal. Detrás estuvieron también la red de oenegés caviares, siendo la más visible de todas IDL, con importante influencia en la Fiscalía y el Poder Judicial.  Así crearon al monstruo del “fujiaprismo” que había que derrotar para sanear al país. Esa fue la doctrina oficial del Estado y de los medios de prensa. 

Una vez liquidado el fujiaprismo la mafia gobernaba a sus anchas y se repartían el presupuesto público sin descaro, hasta que llegó la pandemia. Y es allí cuando Vizcarra da muestras de su total incapacidad para gobernar. Nos dimos cuenta de que el Estado era una desdicha total porque nadie se ocupó de equipar bien los hospitales ni del sistema de salud. Ya no había fujiaprismo al que culpar. La primera reacción fue culpar al neoliberalismo, a la Constitución del 93, a las farmacias, a las clínicas y finalmente a los ciudadanos. Las compras en medio del estado de emergencia revelaron la profunda corrupción en que se desenvolvía el gobierno de Vizcarra. Y así llegó el caso Richard Swing, luego los audios de la vergüenza y el primer pedido de vacancia que no prosperó. Las riñas internas en la Fiscalía hicieron posible que se filtrara a la prensa –ya no mediante IDL- las delaciones de testigos que aseguraban haberle dado coimas a Vizcarra. No uno sino cinco testigos. 

Este Congreso fue un aborto de Vizcarra. Es el resultado del cierre inconstitucional del Congreso anterior y de su nefasta reforma política. Nadie calculó que Vizcarra sería vacado, pero sucedió. De inmediato sonaron las alarmas en los cuarteles de la mafia caviar. El ingreso de Merino al poder significaba la pérdida del control del Estado que había tenido la mafia en sus manos en los últimos nueve años. Por supuesto, no se iban a quedar quietos. La poderosa maquinaria de la mafia empezó a moverse para emprender el contraataque. Lo primero que había que hacer es, como siempre, inventar una mentira y atizar el odio. La fórmula típica usada con mucho éxito por la mafia con la complicidad de su amplia red de medios, periodistas, opinólogos y políticos humalistas, siempre prestos a declarar ante la prensa como invitados estelares. El cuento fue convertir en “golpe de Estado” la vacancia presidencial, pese a ser una figura establecida en la Constitución y haberse seguido el debido proceso. No importa. Fue golpe y así se repitió sin cesar. 

El siguiente paso fue convocar a los jóvenes, los típicos tontos útiles de la izquierda. Desde los medios alentaban a las protestas, los opinólogos declaraban sacrosanto el “derecho a la protesta”, los periodistas idealizaban a los jóvenes marchantes, la televisión transmitía en vivo las marchas. Lo que se buscaba era un muerto. Y este llegó anoche. No fue uno sino dos muertos y más de noventa heridos como resultado de lo que insisten en llamar desde los medios “marcha pacífica”. No son para nada marchas pacíficas. Los jóvenes van preparados con mochilas llenas de piedras, petardos y otros instrumentos contundentes. En pleno estado de emergencia marcharon sin ningún permiso hacia el Congreso, enfrentándose a la policía. Han llegado a la cobardía de convocar protestas en la casa de Manuel Merino y en la de Antero Flores Araoz. Los que piden respeto por su derecho a la protesta y a su libre expresión, han saboteado las cuentas de Twitter de varias personas que no apoyan las marchas, tales como Beto Ortiz, Willax y Kike Bravo entre varios otros.  

El resultado de todo este vandalismo desbocado, apoyado e idealizado por periodistas y políticos irresponsables en busca de sus propios intereses, ha sido un par de muertos y varios desaparecidos, además de heridos. Y claro, ahora la culpa es de Manuel Merino y de Antero Flores Araoz. Incluso hay gente que está culpando a Keiko Fujimori “por el país de mierda que tenemos”, dice José Alejandro Godoy sin ningún rubor. La culpa es de todos menos de Vizcarra que fue el corrupto pillado en el cargo de presidente. Nadie se atreve a señalar a Vizcarra que gobernó de la mano de la mafia solo para institucionalizar el odio y la mentira como política de Estado, para liquidar a la clase política. No se culpa a la prensa prostituta que fue cómplice de la persecución política y del culto a la personalidad de Vizcarra. Y por supuesto, nadie culpará a la tenebrosa mafia caviar que tras bambalinas movió todos los hilos del poder para llegar hasta donde hemos llegado. 

El gobierno se desmorona y han empezado a vocearse sucesores de Merino. El inefable Mario Vargas Llosa, aval de todos los corruptos, ha salido a recomendarnos nada menos que a Gino Costa como el sucesor a la presidencia. Debe ser como la cereza del pastel en su larga lista de corruptos recomendados. Al margen de quién sea el sucesor lo que se juega acá es el retorno de la mafia caviar al poder. Cosa que se lograría nombrando a uno del Partido Morado, por ejemplo. No en vano los opinólgos y constitucionalistas de alquiler han salido a expresar que el sucesor debe salir del pequeño grupo que no votó por la vacancia. Como si los que votaron por la vacancia fueran apestados. No existe fundamento jurídico para ese disparate. Otros pretenden que el Tribunal Constitucional anule todo lo actuado y restituya a Vizcarra. Hoy los juristas están de feria y pueden vendernos cualquier disparate jurídico. En medio de este lio la mafia caviar es la más desesperada por volver a tener el control del gobierno. ¿En manos de quién caerá nuestro país? 

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