sábado, 20 de julio de 2019

Los falsos demócratas


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

En el Perú hay una casta de personajes que se creen los referentes de la democracia, los gurús de la decencia política, los dueños de la moral e infatigables paladines combatientes contra los corruptos. Sin ninguna duda, los personajes más destacados de esta casta de patricios republicanos son Mario Vargas Llosa y su carnal, Pedro Cateriano, ex premier de Ollanta Humala, famoso como "luz verde", por el audio donde instruye a un ministro anunciándole que proceda porque Nadine ya le había dado luz verde. Estos dos señorones de la política gustan posar como santones, dando lecciones de moral y democracia, limpiándose las manos de cuanto corrupto han ayudado en estos últimos tiempos.

Mario Vargas Llosa está de vuelta en el Perú y ya hizo noticia al admitir públicamente que él ha recomendado votar por todos los corruptos de los últimos 18 años. Claro que no admite ningún error porque según él cualquiera era preferible antes que votar por Keiko Fujimori, quien "representa la putrefacción", dijo. Lamentó además que PPK haya indultado a Fujimori, "un dictador corrupto". En resumen, Mario está de vuelta y no ha cambiado. Es el mismo enfermo de odio de siempre. El portaestandarte de esa especie de enfermedad mental que es el antifujimorismo, que ha infectado a gran parte de la sociedad en este siglo, gracias a la prédica constante de odio promovida por diversos sectores y personajes, como Pedro Cateriano. 

Es imposible pedirles una reflexión a quienes viven cometiendo errores por estar sumergidos en el odio. Es evidente que Mario Vargas Llosa sigue creyendo que su actitud ha sido la correcta, pese al desastre al que ha conducido al país, recomendando y avalando a los más grandes corruptos de la historia. Ni una pizca de autocrítica. Por el contrario, vuelven a lanzar sus mismas diatribas y a repetir sus ya conocidos conceptos. Y lo hace desde el pedestal dorado donde posa enhiesto como demócrata y librepensador liberal. 

En las últimas elecciones generales la mitad del Perú votó por Keiko Fujimori. Recordemos que PPK ganó apenas por 40 mil votos, luego de una sucia campaña de los medios para desprestigiar a Keiko en la última semana, atribuyéndole en un programa (Cuarto Poder) vínculos con el narcotráfico, y en un diario (La República) el bulo de que Vladimiro Montesinos dirigía la campaña de Keiko desde el penal. A eso hay que sumarle las marchas callejeras de los clásicos enfermos mentales del anti keikismo progre, repetido más de una vez, con sus típicas pancartas y arengas insultantes. Con toda esa perversa campaña en contra, Keiko Fujimori perdió por un puñado de votos. 

Nada de esto parece provocar una reflexión a los campeones de la democracia que siguen insultando al fujimorismo y señalando a Keiko Fujimori como la representación de la putrefacción. Tampoco el hecho de que el antifujimorismo patológico ha encaramado el poder a los más grandes corruptos. Si nada de esto sirve para el análisis y la reflexión, significa que el odio ha calado tan profundamente que ya somos una sociedad patológica. Y para colmo, es una sociedad enferma con referentes que padecen el mismo mal, y se pasean como adalides del odio, profetas del aniquilamiento selectivo, demócratas que desprecian a la mitad del electorado y le niegan sus derechos políticos al partido más grande del Perú, sumidos en el rencor a un pasado que ya empieza a ser remoto.

Habría que preguntarse si es posible hablar de democracia en el Perú haciendo a un lado al fujimorismo, por más golpeado que esté en estos tiempos. Desde las últimas elecciones en que Keiko perdió por un pelo la presidencia y el fujimorismo ganó la mayoría absoluta en el Congreso, los ataques al fujimorismo se acrecentaron con más furia que nunca en casi todos los medios. Además se dio inicio a la más feroz campaña de amedrentamiento fiscal contra Fuerza Popular, llegándose al colmo de haber apresado a la lideresa de la oposición con burdas leguleyadas. Todo esto es producto del odio insano en el que se arrastra la República en los últimos 18 años. 

Alguien tiene que invitar a la reflexión de la clase intelectual, si esta existe. Alguien tendría que buscar la manera de poner paños fríos al odio feroz con que determinados sectores, tanto de la política como de la prensa, se conducen en contra del fujimorismo, como si fuera casi el único partido que hay en el Congreso. Es cierto que hay personajes patéticos en el fujimorismo, pero los hay igual en todas las bancadas. El acoso permanente contra el fujimorismo ha provocado deserciones que han sido celebradas por esta prensa, que no han dudado en convertir en personajes famosos a estos desertores. Incluso vieron ya con buenos ojos al presidente del Congreso, Daniel Salaverry, tras su traición al partido naranja, olvidando repentinamente todos los cargos que le achacaban.

Es evidente pues que la democracia peruana está enferma. Y no va a curarse de sus heridas si quienes posan como referentes de la democracia siguen alimentando los odios, insisten en el camino de la descalificación del fujimorismo y de la mayoría política de este país. No hay manera de que podamos tener una democracia en estas condiciones. Habría que preguntarle a estos patricios como Mario Vargas Llosa y Pedro Cateriano cuál es su propuesta para fortalecer la democracia. ¿Acaso pretenden excluir al fujimorismo de la política para que sus pesadillas desaparezcan? ¿Estos campeones de la democracia pretenden censurar al mayor partido político del Perú porque son incapaces de superar sus odios y traumas? 

Ya esta bueno de tanto odio y antifujimorismo. El camino que ha transitado la República guiado por estos adalides del odio nos ha conducido a una crisis republicana muy severa. Creo que es hora de decirles basta. Ya cállense, señores. Estamos hartos de sus mismos discursos y poses. No nos sirven para nada si van a venir con lo mismo, poniendo su cara de sorpresa por haber preferido a los más grandes corruptos para salvarnos de la sombra de la corrupción. Es hora de dejar los fantasmas del pasado y buscar tratamiento psicológico. El Perú se los va a agradecer.

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