sábado, 20 de octubre de 2018

Peligrosa escalada de odio en el Perú


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El antifujimorismo es la ideología principal de la izquierda peruana en el nuevo milenio. Su obra central es el informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), cuyo nombre mismo ya era una farsa, como todo lo que emprende la izquierda. El resultado fue exactamente lo opuesto: la mentira y el inicio de una guerra de odio. La doctrina oficial del antifujimorismo fue adoptado por las izquierdas, no solo como lineamiento ideológico sino también como programa de acción, pues sus organizaciones se ubicaron en el andamiaje de la lucha contra el fujimorismo y la reinterpretación histórica del terrorismo y los años 90. 

La propaganda y el activismo progresista contra el fujimorismo en estos últimos 18 años ha sido constante, a través de oenegés, partidos, sindicatos y diversas organizaciones juveniles universitarias adoctrinadas en el odio al fujimorismo. Todos ellos confluían en las calles ante cada ocasión apremiante, particularmente durante las campañas presidenciales de Keiko Fujimori. Las marchas fascistas contra Keiko estaban aderezadas con las peores expresiones de bajeza y vulgaridad, tanto en pancartas como en consignas.

La izquierda supo aprovechar muy bien la falta de memoria de los jóvenes para llenarles la cabeza de mitos y mentiras. Cuanto más escabrosa una mentira más creíble se volvía. Así se viralizaron mentiras aberrantes como las "300,000 esterilizaciones forzadas" o los "6,000 millones robados". En la ignorancia popular cabe todo, y hoy muchos disparates de ese calibre se repiten como verdades.

Lo increíble es que la fabulación y la mentira fue llevado al plano real, presentando acusaciones al Poder Judicial solo en busca de propaganda. No importaba si el PJ arrojaba al tacho esas denuncias una y otra vez, por disparatadas e inconsistentes, la propaganda igual cumplía su misión en las mentes, y siempre se podía alegar que un Poder Judicial corrupto dominado por el fujimorismo los protegía. El mito es el más poderoso aliado de la izquierda y el ingrediente más efectivo en las débiles mentes juveniles.

Luego del informe de la CVR, el siguiente elemento doctrinal del antifujimorismo fue la sentencia de Alberto Fujimori, una verdadera felonía legal urdida entre gallos y medias noches por el juez César San Martín, quien preparó la condena incluso antes del proceso, rebuscando las formas de condenarlo a la pena máxima sin pruebas. Así fue que este juez se saltó a la garrocha los fundamentos fiscales y asumió por cuenta propia la acusación por "autoría mediata", haciendo a AF artificialmente responsable por matanzas cometidas por un comando militar, y añadiéndole a su retórica la frase "lesa humanidad", con lo cual acabó por sepultar en la cárcel por 25 años a Fujimori. 

Los artificios legales y la mitología antifujimorista urdida por la izquierda, fueron luego asumidos por una prensa prostituida ante el poder de turno y dominada por los estamentos caviares, típicamente los intelectuales de la PUCP y oenegeros que perfilaron el discurso correcto desde la perspectiva de un antifujimorismo doctrinal, que se mezclaba con posturas morales y democráticas. Es decir, de pronto para ser políticamente correcto, visto como defensor de la democracia y luchador contra la corrupción, había que ser antifujimorista. De este modo y lentamente, la prensa se llenó de papagallos pintados del mismo color y cacareando antifujimorismo en coro.

Así llegamos a la penosa campaña presidencial del 2016, donde Keiko Fujimori era favorita por más de cinco puntos de ventaja sobre Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Sin embargo, en la última semana, la prensa soltó un reportaje amañado vinculando irresponsablemente a Keiko Fujimori con el narcotráfico, y afirmando incluso que estaba siendo investigada por la DEA. Poco importaba soltar esa mentira. Todo lo que se buscaba era el efecto demoledor de esa sucia artimaña. En esa última semana las redes sociales y las marchas en las calles asociaron a Keiko con el "narco Estado". Fue así como llegó el día de las elecciones y Keiko perdió por 40 mil votos. No es pues falso decir que le robaron la elección. Una vez más el antifujimorismo elegía a su tonto útil.

Elegido PPK, su estrategia inmediata fue aliarse con el antifujimorismo, con el cual ya había sellado pactos en la etapa final de la campaña. Incluso estuvo a punto de asistir a la marcha contra Keiko. Su gobierno estuvo signado por el enfrentamiento con el fujimorismo que dominaba el Congreso. Lejos de iniciar el diálogo y establecer pactos de gobernabilidad con la oposición, como correspondía a un gobernante sin base social ni partido, prefirió atizar los enconos y dejarse dominar por los sectores de la izquierda caviar y la prensa. El resultado fue su vacancia.

El gobierno de Martín Vizcarra no ha cambiado las cosas. Se ha metido en la misma trinchera del antifujimorismo y desde allí da una batalla asesorado por mentes obtusas. Lo suyo es el circo de la confrontación y los fuegos artificiales de unas reformas bobas a la Constitución, que básicamente afectan al Congreso y a los congresistas, para complacer a las calles y los sectores antis. Más allá del show y el circo no hay nada más que el mismo ambiente bélico. 

Pero el peor problema para el fujimorismo viene ahora de parte de un fiscal chiflado que ha asumido la batalla legal contra Keiko Fujimori, por unos ridículos aportes de campaña en el 2011. Como se ha dicho antes, en la lucha contra el fujimorismo no interesa la verdad ni la realidad. Todo lo que cuenta es el mito y el cuento. Hasta la mentira es efectiva. El caso del fiscal José Domingo Pérez tiene de todo, pues empieza criminalizando unos aportes de campaña para acusar a Keiko Fujimori de "lavado de activos". Es muy probable que este caso llegue finalmente a nada en un largo proceso judicial, si es que el caso llega a juicio. Pero no importa. 

Todo lo que persigue este fiscal, como buen militante de la izquierda pro terrorista que llama "guerilleros" a los senderistas y "guerra civil" a la época del terrorismo, es convulsionar más el ambiente tratando de hundir a Keiko en la miseria. Por lo pronto ya logró detenerla por ocho días, con la complicidad de un juez taimado que no se demoró ni seis horas en acceder a su solicitud. Ahora el mismo juez evaluará el nuevo estrambótico pedido de 36 meses de "prisión preventiva". Lo que quiere este rabioso fiscal es culminar el circo antifujimorista y hacerse famoso. Por lo pronto ya ha sido declarado "héroe nacional" por las cloacas de las redes sociales. 

Lo peor de este ambiente crispado es que todos echan más leña al fuego. El gobierno ha preferido apelar al antifujimorismo barato y la guerra contra el Congreso para congraciarse con el populacho y mejorar en las encuestas. Los medios dominados hace tiempo por la casta caviar antifujimorista no dejan de promover el odio desde portadas, columnas y caricaturas. La Fiscalía, infiltrada hace años por la ONG marxista IDL, trabajan en tandem para morder la yugular del fujimorismo usando todo como herramienta. Lo más penoso es ver las redes sociales rebosantes de un lumpen juvenil lobotomizado por la izquierda, para variar, dando muestras de un fanatismo radical fundado en la ignorancia, y exhibiendo las más sucias y perversas expresiones de un rabioso antifujimorismo infantil.

Pocas son las voces que llaman a la calma y la concordia. La mayoría apuesta por una especie de guerra civil o linchamiento popular de Keiko Fujimori y su padre. Mientras tanto el país va a la deriva y en retroceso, con unas elecciones y un referendum por venir que a nadie le interesan.

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