domingo, 28 de febrero de 2016

El candidato de las tachas


Escribe: Dante Bobadilla Ramirez

La situación en que el Sr. Julio Guzmán ha colocado al Perú en vísperas de las elecciones resulta algo preocupante. Aunque la mayor responsabilidad recae en los órganos electorales que no han tenido la entereza necesaria para aplicar la ley, tomándose libertades interpretativas que han puesto en peligro la estabilidad jurídica del país. Lo que hay en este momento es precisamente eso: incertidumbre e inestabilidad. Y justamente para evitar este escenario es que se hacen las leyes y reglamentos, y se crean y mantienen instituciones con autoridades que se estiman competentes. Pero evidentemente, todo eso es apenas una fantasía en un país tercermundista como es el nuestro.

Hasta este momento se han presentado 15 tachas en contra de la candidatura de Julio Guzmán, y no es para menos, pues los demás partidos que sí cumplieron las exigencias de ley se ven afectados. Por lo pronto el JEE y el JNE han desestimado algunas tachas por carecer del voucher de pago, algo que no debería impedir una tacha pues el derecho de tacha tendría que estar por encima de un formulismo legal, que es solo un trámite administrativo. ¿No es así como interpretan las leyes el JEE y el JNE? Ellos mismos se han colocado en esta situación de inestabilidad jurídica al jugar con la interpretación dejando de lado lo que establece la ley en blanco y negro.

Lo que agrava más el panorama es el resultado de las encuestas en las que Julio Guzmán aparece en el segundo lugar con 18% de la intención de voto, pues si se tratara de alguien que no supera ni el margen de error pues no tendría mayor relevancia. Pero curiosamente Julio Guzmán se ha convertido de la noche a la mañana en una estrella electoral. Una buena cantidad de jóvenes, especialmente de la progre pituquería limeña, según el desagregado de las encuestas, lo está apoyando con entusiasmo. Al parecer se trata del mismo electarado de siempre, el que apoyó a Ollanta Humala y luego le pidió que les devuelva su voto y el que salvó a la alcaldesa Susana Villarán.

Hay que recordar que el 80% de la PEA pertenece al sector informal. Esto quiere decir que a la gran mayoría no le interesa un comino quién gane las elecciones, porque igual no pagarán impuestos ni se verán afectados por las ridículas leyes laborales, ni les importa un pito lo que hagan con el contrato del gas. Toda esta gente que solo va a votar para no tener que pagar la multa, vota por joder o dar la contra, se sale de cualquier criterio político y apuesta por el que está más de moda, lo novedoso, el diferente, etc. En este sentido, la democracia acaba siendo otra ficción de país tercermundista. Por eso tenemos lo que tenemos en política. Es igual que la TV: hay que darle a la gente lo que la gente pide. Y si ellos piden basura, pues eso tendrán.

La tendencia es la misma desde hace 30 años, cuando el electarado prefirió votar por un mozalbete de 35 años que no sabía nada de nada. Era 1985 y Alan García apareció como la gran novedad. Solo tenía un rostro joven y una charlatanería imparable. La gente dijo que era hora de darle paso a la nueva generación, así que dejaron de lado a Luis Bedoya Reyes, el mejor alcalde que haya tenido Lima en toda su historia, y eligieron a Alan García en primera vuelta. Luego de eso el Perú por poco desapareció del mapa. Alan García, con su demagogia barata, hizo el peor gobierno de la historia y nos mandó a las puertas del infierno. Pero el electarado no aprendió.

En 1990 se presentó Mario Vargas Llosa, sustentado por una gran coalición de partidos, exponiendo ideas frescas para cambiar el país hacia un modelo liberal, dejando atrás el socialismo fracasado. Sin embargo, un chinito apareció de la nada subido en un tractor y encandiló al electarado. Para espanto de todos, Mario Vargas Llosa, uno de los más ilustres pensadores liberales del mundo, perdió ante el chinito Alberto Fujimori a quien pocos meses atrás nadie conocía. Afortunadamente hizo todo lo que dijo que no haría. Es decir, aplicó el modelo de MVLL. O sea, se burló del electarado, un ejemplo que luego otros seguirían. 

Pero el electarado realmente se ganó su título oficial en el 2011, cuando prefirió apostar por un cachaco ignorante, sin oficio ni beneficio ni trayectoria política, salvo como golpista y conspirador, sin cuadros ni partido organizado, liderando con su esposa una combi repleta de tránsfugas y trepadores, con progres y caviares infiltrados más los resentidos sociales del antifujimorismo cavernario. Eso pasó apenas luego de haber elegido a la incapaz de Susana Villarán -y su manga de progres inútiles- como alcaldesa de Lima.

Dicen que la historia debe conocerse para que no se repita. Pero en este país se repite siempre. Nada puede detener la fuerza imbatible del electarado. Hoy mismo están apostando por Julio Guzmán, un mequetrefe al que nadie conocía hace solo seis meses, un improvisado sin partido que está reclutando a última hora a toda clase de trepadores y tránsfugas, una combi electoral a la que ya se están subiendo nuevamente los mismos progres y caviares que apoyaron a Ollanta y Nadine. Y la excusa vuelve a ser la misma: librarnos del fujimorismo. Otra vez la misma historia. 

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