jueves, 1 de noviembre de 2018

¡OYE PULPÍN, TE HABLO DESDE LA PRISIÓN!


Escribe: Darío Enriquez

El mundo entero vive los estragos que provoca tu “cultura milennial”. Tú eres una extraña mezcla de “hippie” por tus modos despreocupados, “tecno” en tanto usuario irredento de TICs y “parásito” pues te encanta seguir dependiendo de otros que trabajan, se esfuerzan y producen, mientras tú sólo consumes. También hay “milennials” treintones, cuarentones y cincuentones, pero esas son otras tribus: “Salvo las arrugas, todo es ilusión”.

Es una caracterización extrema. Concedo. Es posible que tú mismo la rechaces y no te identifiques con ella. Tú eres inclusivo, pero eso sí el baño privado no te lo quita nadie. Tú eres tal vez algo más “moderado”, puede ser que cubras tu cuota de preocupación por el mundo y por ello te hayas metido en la onda “revolucionaria” de indignados que quieren cambiar el mundo desde su I-phone de última generación.

Sigues creyendo que todos deben adaptarse a ti, que te deben pagar por un puesto de trabajo que ocupes por tus altas cualidades personales, aunque tu productividad sea mínima. Por eso tu aspiración es ocupar un puesto en el aparato estatal que extorsiona con impuestos sin contraprestación eficaz a los otros, tu sueño húmedo es hacer carrera allí cual Zaqueo del siglo XXI y en la cúspide ser como ese ministro que canta “arroz con leche” inclusivo y gana plata como cancha.

Reconoces por ello a CaViaRes, moluscos, artrópodos, jureles, cojinovas y hueveras, como precursores del paradisiaco mundo al que aspira tu generación, en el que te pagarán por lo que eres (¡qué grande eres!) y no por lo que haces. ¡Qué lisura! ¡Cómo se atreven a exigirte productividad! ¡Que trabajen los bueyes que tienen el cuero duro!

No conoces ni quieres conocer lo que pasó en los noventa, esos durísimos años en el que otras generaciones de peruanos luchamos a brazo partido, que pusimos nuestras vidas a disposición (el enemigo tomó muchas de ellas) para que hoy disfrutemos la prosperidad más notable de nuestra historia. A nosotros nos legaron un país hecho mierda en 1990, pero eso está tan lejano a tu entendimiento como el más remoto cráter en el más obscuro rincón del planetoide Caroonte, terco compañero del diminuto Plutón.

Es mejor recurrir a etiquetas para descalificar lo que te estorba, para dejar de lado aquello que interpele tu razón. Aunque la uses mínimamente, allí sigue estando para que le des el mejor uso posible cuando tengas que enfrentar la crudeza de una realidad que no es el mundo de florecillas, pajarillos y comodidades que no adquiriste con esfuerzo, pero que disfrutas impunemente. Que no te jodan, que te permitan disfrutar lo que bien mereces. Nadie sabe realmente qué es eso que mereces, porque tú no has desplegado ni un milímetro de esfuerzo para obtenerlo, otros lo han hecho por ti. Problema de ellos, después de todo tu derecho a “vivir bien” es inalienable.

Apoyas todas las causas (falsamente) progresistas, porque con ello crees que tomas la pastilla de la sabiduría instantánea y bebes el elíxir de la modernidad infusa. Te emocionas hasta las lágrimas con la diversidad, siempre que sea la que te gusta. Los que piensan diferente a ti, esa diversidad no cuenta. Que paguen sus impuestos nomás, que esa es una obligación de “buen ciudadano”, pero sus derechos no existen. ¡Qué majadería! “¡Un facho no tiene derechos!”, repites afiebrado. ¿Acaso sabes lo que es el fascismo? ¿Alguna vez leíste que es ultra-estatista y quienes estamos en contra de la intrusión del Estado en nuestras vidas, por definición elemental, no podemos ser fascistas? Lo siento pulpín, a estas horas no puedo explicarte qué significa “leer”.

En medio de todo, lo bueno es que en tu generación pulpina hay muchos que no son pulpines. Aún no tienen fuerza para oponerse a ti y a tus amigachos pulpines y por eso la cultura pulpina aparece como “dominante” entre los jóvenes. Pero no te equivoques. Fíjate que en Brasil se rebelaron y votaron masivamente para elegir –horror entre los horrores- a un “fascista”. Te cuento. En algunos años más, esos no-pulpines excluidos y estigmatizados, que siguieron creciendo personal y profesionalmente mientras tú jugabas a los falsos derechos, terminarán siendo los que tomen las riendas de tu generación. Tú, pulpín, te convertirás en un amargado buscando culpables de la situación lamentable que vives, mientras que aquellos a quienes despreciabas serán tus jefes en el trabajo y serán líderes respetados en la comunidad que tú rechazarás por ser “convencional” y “conservadora”. Dirás que el culpable es el sistema y levantarás un agresivo puño apretado en gesto violento, imitando las poses histriónicas de los genocidas que admiras. No entiendes ni quieres entender que, cuando te conviertas en un “muchachito del ayer”, habrás completado el círculo de la degeneración humana. Entonces, clamarás por una falsa justicia que te redima, por supuesto con dinero ajeno.

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