martes, 24 de febrero de 2015

El totalitarismo cultural


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El totalitarismo cultural de la progresía se deja sentir cada día en el centro de Lima desde que Susana Villarán dejó el cargo. Un grupo de artistas desplazados por la nueva gestión de Castañeda Lossio viene armando marchas de protestas para exigir su reposición, aunque el mensaje que propalan es muy diferente. Ellos marchan a favor de la cultura, no de sus puestos. 

El progresismo asegura que la cultura es un derecho, lo cual no debería sorprendernos porque bajo la mentalidad progre casi todo es un derecho, y por una sencilla razón. Mientras que los derechos fueron reconocidos como una condición inalienable del sujeto frente al poder, imponiéndosele al Estado la misión de resguardarlos y garantizarlos, en el mundo progresista un derecho es otra cosa. Para la progresía un derecho es algo que el Estado te tiene que dar, y gratis. De allí que los progres alucinen con un mundo lleno de derechos, es decir, de gollerías otorgadas por el Estado. El mundo del progresismo es el paraíso del zángano, el sueño del parásito social mantenido por el Estado. Es lo que lleva inexorablemente a las crisis y debacles económicas porque no hay Estado que aguante una sociedad de chupasangres, Los países en crisis son aquellos donde no se fomenta la productividad ni la competitividad sino los "derechos sociales".

La progresista alcaldesa Villarán creó la Gerencia de Cultura en la Municipalidad de Lima y la llenó de burocracia iluminada. No está mal que en la ciudad se desarrollen toda clase de actividades culturales, al contrario, es maravilloso. Lo que está mal es que la burocracia se inmiscuya en algo que es y debe ser netamente una manifestación social auténtica, libre y natural. Si un grupo teatral requiere el teatro municipal debe tenerlo. Si requiere auspicio, debe tenerlo. Hay una gran cantidad de formas en que el municipio puede servir como soporte de la cultura sin necesidad de llenarse de burocracia. Pero lo que no puede hacer es financiar cierto tipo de manifestaciones culturales bajo el pretexto eterno de "crear conciencia" o llevar cultura a las zonas pobres, por ejemplo.

El que quiere hacer alguna forma de cultura debe poder hacerlo. En realidad casi cualquier cosa cabe en el concepto cultura, de modo que la elección arbitraria de una burocracia iluminada para promover o solventar ciertas manifestaciones se presta más a a la argolla y la mafia, como ya lo hemos visto tantas veces, por ejemplo en CONACINE. Pero también se presta a la manipulación ideológica, a lo que es tan proclive el progresismo. Apoyemos la cultura pero como un acto libre que la gente realiza por su cuenta y riesgo. El municipio tiene su propia tarea cultural en la recuperación de espacios, monumentos, museos, etc. Además puede prestar el teatro y salas de exposición, convocar concursos, organizar eventos, hacer publicaciones, etc. Pero para eso no hace falta que un selecto grupito de artistas que se siente indispensable salga a gritar a las calles exigiendo su reposición.  Un poquito de ubicaina no les vendría mal.

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