lunes, 23 de enero de 2017

El progresismo se alinea contra Trump


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

No sorprende la reacción del progresismo mundial frente a Donald Trump. Se trata de un personaje que ha pisoteado toda forma de correctismo político hasta irritar la sensibilidad de la beatería progresista. Pero Donald Trump no solo irrita al progresismo sino incluso a los republicanos y libertarios. Para ser exactos, Donald Trump irrita a cualquier político tradicional, acostumbrado a posar junto a todas las causas dulces, nobles y tiernas. A Donald Trump no le interesan las poses correctas ni las palabras dulces ni los gestos edulcorados. Es más, le tiene sin cuidado si les gusta o no les gusta lo que dice. En este sentido, es cualquier cosa menos un político común y corriente. Eso es lo primero que choca. El común de los políticos se cuida mucho de lo que dice porque siempre quiere agradar a los demás. No es el caso de Donald Trump. Bien por él.

Sería más exacto decir que Donald Trump no es un político. De hecho es un outsider, un empresario que decidió meterse a la política harto de tantas tonterías. Y lo bueno es que nunca dejó de ser quien es. La política no lo transformó en otro santón de las causas nobles, en un predicador del buenismo social a favor de la pobretología, la ecología, el feminismo, los gays y demás poses que han sido la idolatría de las masas en los últimos tiempos. Donald Trump no ha tenido empacho en traerse por los suelos todos los dogmas de fe que han sostenido la política norteamericana en los últimos tiempos, empezando por los tratados de libre comercio. No se ha detenido un solo segundo en tratar de equilibrar su gabinete para convertirlo en un parque temático donde estén representadas todas las etnias, sexos, orígenes y sectas. Ha eliminado de un plumazo la página web del gobierno en español. Y aun falta más.

El antipolítico brutal que es en esencia Donald Trump, inesperadamente ganó popularidad al mismo tiempo que las obvias antipatías. Por supuesto, quienes odian a Trump son los tradicionales sectores acostumbrados a vivir del discurso progresista y de la pose política correcta, los mismos que viven a expensas del Estado o esperan recibir algún favor de parte del Estado benefactor, o que aplauden la beneficencia social que hace el Estado con el dinero de todos, que es lo habitual en las izquierdas en todas partes. Pero también se han enojado las feministas y otros grupos radicales extravagantes que no toleran que su fundamentalismo sea cotejado con las mismas dosis de fundamentalismo, y que sus amenazas sean repelidas con las mismas amenazas. 

La consecuencia inmediata de la llegada de Trump al poder ha sido el desbande callejero de toda forma de lacra social. Han quemado autos y roto vidrieras expresando su descontento porque se sienten amenazados. Al día siguiente todo el circo de artistas progresistas se dio cita para posar a favor de sus causas lindas, con discursos angelicales que llamaban a la paz y el amor, mientras las mujeres salían en una marcha masiva, al mejor estilo fascista, incluyendo musulmanas que jamás han protestado contra su religión opresora de mujeres ni contra los regímenes islámicos, donde aun se apedrea a las mujeres por infieles y obligan a las niñas a casarse con adultos. Esas cosas no les merecen repudio a las musulmanas que viven en Occidente sino las poses de Trump. Está demás referirnos a ese circo de payasos de toda clase para mencionar su incoherencia, estupidez y doble moral. Al decir esto no tratamos de apoyar a Trump sino de señalar, una vez más, toda la miseria mental y moral de estos marchantes y manifestantes que representan en su variedad todas las taras mentales de la humanidad.

En cuanto a Donald Trump, pues habrá que esperar y ver lo que hace. No se puede juzgar a nadie a partir de sus discursos de campaña. Por lo pronto, la buena noticia es que no tiene miedo de desmontar lo hecho por Obama ni de abandonar los organismos internacionales burocráticos, que ya cumplieron su misión y hoy no son más que nidos del progresismo, donde se financian las campañas de la izquierda mundial. Veremos cómo se planta frente al socialismo latinoamericano, cómo retoma el problema de Cuba, y cómo enfrenta el radicalismo islámico. De que habrán cambios, no cabe la menor duda. Al parecer ha llegado la hora de dejar de lado los cuentos climáticos que frenaron al sector energético. Podría ser que entremos a una nueva era post ideológica. Pero veremos.

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