Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
"La plata no se mancha" parece ser el lema de cierta gentita que cree que pueden servir a un gobierno sin comprometerse en lo absoluto con él, como si cumpliesen sus labores cubiertos con trajes de protección bacteriológica. Alucinan que fueron llamados debido a su condición única de genios y sus grandiosas dotes profesionales inigualables para servir sacrificadamente al Estado, y que eso no los vincula para nada al régimen que los llamó a dedo. Supongamos que sea así. En realidad no se les condena por haber servido a un gobierno para luego criticarlo. Eso es natural. El tema va por otro lado que parecen no querer ver. Cualquiera puede ser crítico del gobierno siendo incluso parte del gobierno. Eso al contrario lo enaltece por su independencia. Pero una cosa es ser crítico honesto y otra sumarse a la campaña de satanización y destrucción del régimen, solo para ganar un perfil ético.
No tienen nada de ético. Ellos simplemente colaboraron, cobraron, contaron su plata, y luego se fueron a despotricar del régimen que los contrató. No solo eso sino que se convirtieron en adalides de la banda de fanáticos antifujimoristas de la izquierda, liderando campañas mediáticas contra todo lo que suene a Fujimori. No pues. Hay una gran distancia entre ser crítico y pasarse a liderar la banda de fanáticos antifujimoristas que solo viven para destruir toda sombra de fujimorismo.
Lo criticable es la doble moral de esta gentita que luego de servir como funcionarios de confianza y asesores del régimen de Fujimori, (incluso colaborando en campañas partidarias solventadas por Montesinos) cogen ahora el estandarte del antifujimorismo liderando marchas de indignados. Eso es muy diferente. Nadie les objeta que critiquen la corrupción y cualquier cosa que les parezca criticable de aquel régimen. Pero de allí a convertirse en mediáticos voceros y vocingleros de esa chusma histérica que exhala antifujimorismo desde los sectores más cavernarios y sectarios de la izquierda y de la intelectualidad caviar hay un gran trecho.
La verdad es que ya cansa ver payasos trepados en el corso del antifujimorismo como si ese fuera el principal mérito de un periodista, de un intelectual o de un político. Para algunos sectores liderados por Mario Vargas Llosa, el antifujimorismo es la esencia de la política, la máxima lucha que hay por emprender en el Perú del siglo XXI. Viven para la destrucción del fujimorismo. Es un macartismo enfermizo que denigra la política peruana convirtiéndola en caricatura. Insultar al fujimorismo es una pose que hasta el más idiota emplea para tratar de sobresalir y mostrar su inteligencia política, tal como lo ha demostrado el mismo Ollanta Humala recientemente.
Esto no es una defensa de Alberto Fujimori o del fujimorismo sino una defensa de la sensatez. Es una crítica a la estupidez política y al sectarismo macartista que pretende fabricar un falso "enemigo del pueblo" para emprender sus danzas histéricas alrededor de la hoguera de la purificación salvaje. Si hay un enemigo que combatir es precisamente el sectarismo, los farsantes de poses éticas y los fanáticos luchadores de causas anti que son los que representan el mayor peligro para la racionalidad de una sociedad.
Esto no es una defensa de Alberto Fujimori o del fujimorismo sino una defensa de la sensatez. Es una crítica a la estupidez política y al sectarismo macartista que pretende fabricar un falso "enemigo del pueblo" para emprender sus danzas histéricas alrededor de la hoguera de la purificación salvaje. Si hay un enemigo que combatir es precisamente el sectarismo, los farsantes de poses éticas y los fanáticos luchadores de causas anti que son los que representan el mayor peligro para la racionalidad de una sociedad.