Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
A estas alturas los peruanos parecen haber perdido la capacidad de indignarse por tener a un sinvergüenza, corrupto y embustero caradura en el cargo de presidente de la República. Más bien –por lo visto en los últimos veinte años- es ya casi un requisito poseer estas cualidades para ocupar el sillón de palacio de gobierno. Debe ser por eso que no se ven mayores muestras de repudio ante los destapes que involucran a Martín Vizcarra en actos de corrupción. Claro que los defensores de la corrupción institucionalizada que administra la izquierda desde sus oenegés, nunca saldrán a las calles en contra de su corrupto de ocasión.
Los tontos útiles de izquierda solo son convocados para marchar contra el fujimorismo. La última vez que se les vio en las calles estaban pidiendo el cierre del Congreso. Eso fue después de que marcharan en defensa de los fiscales de Odebrecht. Pero ahora que el gobierno apesta a corrupción, mediocridad e incompetencia, solo aplauden felices desde las redes sociales. Por su parte, los opinólogos de izquierda que antes cuestionaban la corrupción de sus enemigos, ahora dedican sus columnas a fustigar al Congreso por el intento de vacancia, y despliegan sus artes retóricas para convencernos de la inconveniencia de vacar al felón de palacio. Nos dicen que Vizcarra es fundamental para superar la pandemia, para llegar a las elecciones y para la estabilidad. Hemos pasado así del “roba pero hace obra” al “roba pero da estabilidad”.
Pero nada es más nauseabundo que oír al mismo Vizcarra enredándose en su propia telaraña de mentiras. Se ha atrincherado en sus embustes llegando al colmo de negar las fotos que lo muestran con Camayo. Solo le faltaba cantar como Mary Trini “ese no soy yo”. Insiste en el cuento de que no conoce a Richard Swing, pese a que él le abrió las puertas del Ministerio de Cultura para gozar de contratos mal habidos. Nadie más que él pudo haberlo hecho. Y así lo relatan los testigos e implicados. Pero Vizcarra no cambia su versión. Hasta llega a afirmar que no conoce a Richard Swing. Así de caradura es Vizcarra.
Ante las denuncias de los colaboradores eficaces de la Fiscalía, que señalan a Martín Vizcarra como un vulgar coimero durante sus épocas de gobernador regional de Moquegua (y hasta durante su gestión como ministro de Transportes de PPK), Vizcarra simplemente lo ha negado todo. ¿Qué otra cosa saben hacer los sinvergüenzas? Cree que su palabra será más valorada que la de los colaboradores de la Fiscalía, que no solo han señalado montos de las coimas sino detalles precisos de los pagos que coinciden con los hechos conocidos. Vizcarra tampoco ha sabido explicar para qué iba a las oficinas en Lima de la empresa ganadora de la licitación para el hospital de Moquegua. Ha tenido la desfachatez de decir que iba “a coordinar”. Ahora sabemos que -siendo ya ministro- reclamó por el último de los pagos faltantes para llegar al monto acordado de la coima, el cual se le entregó en una reunión en la que abundan testigos.
Pero no solo ha negado todo el caradura, sino que ha contraatacado. Se ha atrevido a decir que lo quieren vacar para no realizar las elecciones. Una estrategia vulgar para echar sombras sobre el Congreso. La vez anterior supo capitalizar muy bien la torpeza de Merino al llamar a los comandantes generales de las FFAA, pero esta vez se ha atrevido a mentir. Ha dicho que le han propuesto postergar las elecciones sin señalar nombres. Ante la insistencia, solo ha mencionado a los dos principales partidos del Congreso: AP y APP, pero ambos han rechazado la versión presidencial. Además, tampoco tiene sentido que los partidos que quieren vacarlo le propongan quedarse en el cargo más tiempo. Se trata claramente de otro embuste de Vizcarra. Estamos pues frente a un embustero y caradura cuya palabra no vale nada.
La última estratagema de Vizcarra ha sido acusar indirectamente al diario El Comercio, uno de los medios que ha destapado sus coimas en portadas, de atacarlo porque “he tocado a Odebrecht”. También dice que los poderosos lo atacan porque ha chocado con sus intereses al haber hecho aprobar leyes como el de los octógonos y los genéricos, y porque ha hecho que el TC apruebe el cobro de la Sunat sin prescripción de deudas. En fin, el sinvergüenza ya no sabe qué más inventar. Pero todos sus embustes han sido respondidos. En primer lugar, la misma presidenta del TC le ha dicho a Vizcarra que él no tiene nada que ver en las decisiones del TC. También le han aclarado que esas leyes que menciona vienen de afuera y las aprueba el Congreso porque son populistas, y que si ha tocado a Odebrecht ha sido solo para pagarles.
Este es el panorama sombrío de Martín Vizcarra, otro aventurero que llegó al poder empujado por las circunstancias. A nadie le sorprende saber que es uno más de la larga lista de corruptos gobernadores regionales que se dedicaron a coimear desde su cargo. Ya su ex premier César Villanueva está con prisión domiciliaria. Esperemos que la Justicia no tarde mucho en poner a Martín Vizcarra tras las rejas. Mientras tanto, los peruanos tendremos que soportar la vergüenza de ser gobernados por este sujeto de la peor calaña, que aprovechó la presidencia para destruir las instituciones, disfrazado de luchador anticorrupción.