Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El Perú acaba un año perturbador. 2018 fue el año de la guerra política declarada, peor aun que el año anterior en el que solo hubo un Congreso beligerante, pero dentro de lo normal, como puede esperarse a un Congreso dominado por la oposición. Sin embargo, 2018 marca un punto de inflexión en muchos aspectos, pues se hizo renunciar al presidente y se llevó a la cárcel a la lideresa de oposición. Todo esto con muy buenos pretextos de lucha contra la corrupción.
La política ha degenerado a tal punto que hoy las masas son parte de ella, no solo a base de las permanentes encuestas con que la prensa manipula a la población, y a los mismos políticos, sino incluso con un referendum absolutamente innecesario y burdo, inventado por el presidente Vizcarra con el único propósito de consolidar su simpatía popular. De modo que ahora tenemos una política populachera que se orienta por encuestas de aprobación ciudadana.
Si alguien cree que vivimos en una democracia y en un Estado de derecho se equivoca. Todo lo que hay es una pura apariencia de legalidad. Los atropellos se cometen con buenos discursos y excelentes recursos legales. La ley se estira a conveniencia, ya sea para anular un indulto, apresar a un político, declarar inconstitucional una ley o, incluso, un cambio al reglamento del Congreso. La ley sirve para ser invocada en todos estos casos de flagrante atropello a la razón, por simple votación estrecha de un colegiado, o por el capricho personal de un juez.
El presidente accesitario Martín Vizcarra también forzó la Constitución presentando "cuestión de confianza" por algo que no corresponde, como es una propuesta de reforma constitucional. Igual se zurró en las formas y le impuso su capricho al Congreso bajo amenaza y con apoyo de la prensa y las masas. No contento con eso, se opuso a que el Congreso norme la cuestión de confianza para evitar esta clase de exabruptos presidenciales. Una vez más, la prensa y la chusma lo apoyó.
Por el lado de la oposición, está claro que fue el año de la debacle de Keiko Fujimori y Fuerza Popular. Es cierto que su prisión preventiva, ordenada por el juez Concepción Carhuancho, es un completo abuso desproporcionado, y que la persecución obsesiva del fiscal José Domingo Pérez no tiene nada de "lucha contra la corrupción", como se quiere vender el espectáculo a las masas. Este no es un caso de justicia ni de lucha contra la corrupción. Es un caso netamente político y ha resultado en el desborde emocional de las masas adoctrinadas por 15 años en el odio a Keiko.
No tengo ninguna duda de que Keiko recuperará su libertad más pronto que tarde, y que toda esta farsa montada por el desequilibrado fiscal Pérez acabará en la nada, quizás tras un largo proceso, si es que el payaso fiscal Pérez encuentra evidencias más sólidas que simples testimonios arrancados bajo chantaje, y se atreve a presentar un caso ante la justicia. Lo cual dudo mucho. Lo más probable es que al verse con las manos vacías se le acabe el show.
Pero la debacle de Keiko no se borrará con su eventual liberación. Ha quedado en evidencia su total orfandad política como líder de un partido que aspira al gobierno. Para empezar, quedó claro que su partido no es un partido. Es un club de fans repleto de invitados a la fiesta electoral, que carecen de unidad ideológica, doctrinaria, programática y hasta de disciplina partidaria. Como política, Keiko resultó estar más confundida que adolescente al acabar la escuela. No tiene norte político. Lo suyo es, para variar, populismo puro. Incluso ha apoyado leyes que perforan el modelo económico consagrado en la Constitución, al mejor estilo de una izquierda recalcitrante.
Finalizado el año con este panorama, el Perú no tiene un futuro promisorio para el Bicentenario. La ineptitud de la mayoría de ministros del gabinete Villanueva es clamorosa. Más de la mitad de los ministerios no han podido gastar ni la mitad de su presupuesto de inversiones. El país está detenido o en retroceso. La urgente reforma laboral les quema las manos y nadie la quiere hacer. No hay más indicios de reformas en el Ejecutivo, pese al colapso del Estado en varios frentes. Vizcarra se conforma con salir bien en las encuestas y no para de repetir su relamido discurso de "lucha contra la corrupción", cuando nada está haciendo al respecto. La reforma del CNM es puro show.
Lo más probable es que el 2019 siga siendo el año del show político y la decadencia del país. No hay esperanzas de que los políticos se pongan de acuerdo en nada. Es probable que todo se ponga peor.