Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Hoy, 28 de agosto, la caviarada está de fiesta porque celebran un aniversario de su máxima proeza histórica: la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, más conocida como CVR. En esta ocasión han tenido el cuajo de irse al "Ojo que llora" para conmemorarlo. Por eso también se ha designado merecidamente esta fecha como el "Día del caviar".
Habría que hacer un poco de memoria para que los jóvenes que cada año se integran al mundo se enteren de la historia y no sean presa fácil de los cuentos rojos. Lamentablemente las universidades están plagadas de profesores de izquierda que les lavan el cerebro a los jóvenes. Es un mal que no hemos podido corregir en nuestro país, pues siempre fue así. De las universidades salieron los contingentes juveniles que se sumaban a las guerrillas de los 60 y al terrorismo en los 80.
Lo primero que cabe advertir es que la caída de un régimen deja un vacío que inmediatamente es llenado por otro que es igual o peor. Siempre ha sido así a lo largo de la historia. La caída de la monarquía francesa dio paso a la llegada de un régimen de terror que llenó de sangre el Sena. La caída de la monarquía rusa dio cabida a la llegada del comunismo que dejó millones de muertos. La caída de Batista fue seguida de la llegada de los hermanos Castro, el Che y su banda de comunistas que se quedaron en el poder por ya casi seis décadas. La caída de Somoza permitió la llegada del sandinismo y la instauración de una nueva dinastía en el poder, conformada ahora por Daniel Ortega y su esposa. Y así podríamos seguir a lo largo de la historia.
Del mismo modo la caída de Alberto Fujimori no significó ningún resurgimiento ni nuevo amanecer, aunque los trepadores que saltaron al poder se hayan llenado la boca con falsos discursos de dignidad, moral y democracia. El fujimorismo salió del poder pero llegó la casta de los caviares a ocupar ese vacío. El resultado no fue nada mejor de lo que hubo antes. La corrupción solo cambió de caras y de mañas, incluso creció como nunca antes; la manipulación política solo cambió de signo y de personajes, el control de los medios fue más descarado y perverso que nunca.
El personaje símbolo de la caviarada posfujimorista fue Diego García-Sayán, quien aprovechando su cargo en un gobierno de transición, se apresuró a conformar una Comisión de la Verdad para contar la historia del período de violencia vivido por el Perú entre 1980 y 2000. ¿Cuál era su apuro? ¿Por qué no propuso la idea a la clase política en vez de tramarlo en la sombra? Luego hubo denuncias de que solo habría hecho consultas con Abimael Guzmán. El caso es que DGS era dueño de una ONG que se dedica precisamente a estos casos de DDHH y que estaba detrás de un cargo en la CIDH.
Cuando Alejandro Toledo llegó al poder con el apoyo de toda la caviarada, no solo mantuvo a Diego García Sayán en su gabinete sino que le dio su visto bueno al proyecto de la Comisión de la Verdad, el cual amplió y le añadió el nombrecito de "Reconciliación". Luego nombraron a sus comisionados y quedó conformado por una casta de caviares dirigidos por Salomón Lerner, ex rector de la PUCP. La CVR no fue más que un gran negociado de oenegés caviares y de la PUCP. Fue la comisión más numerosa y costosa de cuantas se han formado en el mundo.
En su momento publiqué mis comentarios al informe de la CVR que se pueden ubicar en la web. Solo recordaré como resumen que su capítulo central justifica el terrorismo apelando a la pobreza. Claro que jamás llama terroristas a los terroristas, trata con mucho respeto a Abimael Guzmán, mientras que a Alberto Fujimori lo llena de calificativos desde la primera página hasta la última. No es nada difícil descubrir su lenguaje cargado de antifujimorismo y su enfoque sesgado. Saltan a la vista.
Pero la máxima proeza de la caviarada no fue la CVR sino la cacería de brujas que desató en contra de todo aquel que haya servido en el régimen de los 90, a menos que haya sido caviar, claro está, porque hasta Diego García Sayán hizo negocios con el Estado bajo el gobierno de Fujimori. Fue el inicio del mito antifujimorista y la estigmatización de los noventa como la década más funesta de la historia del Perú. Fue la consagración del cuento caviar de que había que odiar todo lo que fuera de los noventas y culpar de todos los males a Fujimori.
Lamentablemente la campaña caviar tuvo sus frutos. Mucha gente inocente acabó injustamente en la cárcel durante años, incluso sin juicio ni condena. La máxima felonía caviar fue, sin duda, el juicio a Alberto Fujimori, a quien debieron condenar a ocho años, pero se valieron de un sucio ardid para condenarlo sin pruebas a 35 años, cargándole encima gratuitamente las masacres de La Cantuta y Barrios Altos. De este modo, la izquierda se cobraba la venganza por la derrota del terrorismo. Lo más perverso es que se montó una campaña permanente de desprestigio y de odio.
Como verán, el Perú no ha sido mejor en los últimos 17 años. Se han levantado el país en peso y ahora se pide cárcel para Toledo y Ollanta, los dos candidatos de la izquierda. ¿Qué cambió? Nada. Salvo que hoy los caviares son más ricos de lo que eran al inicio de este siglo. Diego García Sayan llegó a ser presidente de la CIDH y hoy es un personaje internacional. Muchos integrantes de la CVR, no los comisionados sino la gente que trabajó en el proceso, se acomodaron en comisiones iguales en otros países. Las ONGs de izquierda se hicieron más poderosas y hoy son grupos de poder y lobistas.