Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Nada es más fácil que apelar al populismo y apoyar la "justa lucha" de los maestros por un "sueldo justo" que les alcance para una "vida digna", y por "condiciones decentes" de trabajo, entre otras muchas cosas que se dicen en medio de los reclamos y las marchas. Pero populismo no es lo que resuelve los problemas. Al contrario, es lo que nos ha llevado a la situación crítica en que se encuentra hoy el Estado y gran parte del empleo público y privado en nuestro país.
En toda esa palabrería que se repite con suma facilidad hay varios conceptos errados que deberíamos examinar. El problema de los políticos es que se dejan llevar por la emoción y la demagogia, antes que sentarse a reflexionar sobre las cosas que ofrecen. Por ejemplo, ¿qué es eso de "sueldo justo"? Un sueldo no es ni justo ni digno, y ni siquiera tiene que ser lo que les alcance para "vivir dignamente". Cada persona tiene una forma de vida y cierto número de necesidades en función a su realidad personal. El sueldo no tiene nada que ver con esas condiciones. El sueldo no es lo que "le alcanza para vivir" sino lo que vale su trabajo en el mercado laboral. Eso y nada más es el sueldo.
Si a alguien no le alcanza el sueldo del magisterio tiene dos opciones: a) renuncia y se busca otra ocupación que sea más rentable, o b) se busca un empleo o ingreso adicional, como hacen muchos. Lo que no se puede hacer es organizar una huelga para chantajear al Estado tomando de rehenes a los niños. Eso no solo es indigno de un maestro sino que debería ser ilegal y proscrito.
Esta huelga de maestros no es justa sino indigna y abusiva. El sentido de una huelga es afectar al patrón, pero una huelga de maestros no afecta al patrón, que es el Estado, sino a los niños que nada tienen que con el sueldo de los maestros ni con sus temores a la evaluación y el eventual despido. Tampoco la huelga es justa porque afecta a terceros ajenos al problema como son los ciudadanos que trabajan y transitan por Lima, Cusco, Puno y otras ciudades afectadas por los huelguistas. La huelga consiste en dejar de trabajar y punto. Con que dejen de ir a la escuela dejando a los niños sin clases, es más que suficiente para que el gobierno los llame al diálogo.
Pero la huelga se ha desatado en la violencia y el acoso callejero que impide a los demás el ejercicio de sus derechos al libre tránsito y al trabajo. De modo que esta huelga por ningún lado es justa. Es un abuso por donde se le mire. Si no les gusta el magisterio pueden renunciar y buscar otro empleo. Es así de simple y fácil. Por desgracia, prefieren servir de tontos útiles a los agitadores de izquierda, y en los últimos tiempos a los senderistas.
Encima tienen el cuajo de oponerse a ser evaluados o a poner condiciones a esa evaluación. O sea, ellos son los empleados y quieren imponer las condiciones laborales al empleador. ¿Dónde se ha visto eso? Estos señores creen que por la fuerza de sus acciones vandálicas y por su número van a poder imponer sus caprichos. Está fuera de la realidad. La mayoría del país los rechaza. Sabemos bien el paupérrimo nivel que tiene la mayoría de estos huelguistas. Sabemos bien que el 95% de los maestros desaprueban las evaluaciones y que hay regiones donde no ha habido ni un solo aprobado, como ocurre en Puno, por mencionar un ejemplo. No es raro pues que haya tanto rojo en esas regiones.
Esperamos que el gobierno no ceda al chantaje de estos revoltosos que quieren imponer su mediocridad a base del chantaje. Esperemos que los congresistas no se presten al juego y no salgan a declarar con su habitual demagogia en apoyo a los huelguistas. Ya es tiempo de ponerle un pare a estos agitadores y hacer una verdadera reforma educativa que empiece a preocuparse por la calidad de los maestros. No debemos ceder ante la mediocridad y la violencia.
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