sábado, 30 de mayo de 2020

El conflicto armado de la izquierda


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Una vez más salta el debate sobre la época del terrorismo, que la izquierda se ha empeñado en llamar “conflicto armado interno”. Una manera muy elegante de eludir su responsabilidad histórica como autores intelectuales y materiales del mayor genocidio de nuestra historia. A nadie debe sorprender la habilidad retórica de la izquierda. Son expertos en inventar rótulos y definiciones para montar un escenario de fantasía donde sus ideas reemplazan a la realidad, maquillándola, edulcorándola y tergiversándola para acomodarla a sus intenciones. 

El concepto de “conflicto armado interno” es parte de la narrativa que los intelectuales de izquierda montaron para explicarnos lo que había ocurrido en el Perú, como si fuéramos estúpidos o desmemoriados o no pudiéramos entender lo padecido. La frase salió del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que la izquierda montó tras la caída del fujimorismo, sin consultar con nadie, salvo con Abimael Guzmán, según se supo luego. Nombraron a sus miembros a dedo, entre gallos y medianoche. Una comisión encargada de contarnos el cuento según la izquierda, ya que sus más conspicuos miembros eran parte de la izquierda.

Detrás de esta comisión hubo una legión de progresistas reclutados desde diversas oenegés de izquierda y facultades sociales de la PUCP y San Marcos, principalmente. Ellos se encargaron de montar el show de las denuncias públicas contra los miembros de las FFAA, mientras que iban armando el relato oficial, basados en los libros que ya los intelectuales de izquierda habían publicado sobre el fenómeno de la subversión, en especial los de Carlos Iván Degregori. El resto era una explicación sociológica marxista que culpaba de todo a la pobreza y la marginación del campesinado. En suma, la CVR nos contó un cuento para niños.

La verdad cruda, dura y simple es que la izquierda fue culpable del genocidio. En el Perú nunca hubo un “conflicto armado” porque el pueblo no tenía armas ni combatía. Los únicos que se alzaron en armas fueron dos grupos de izquierda: el Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Estos dos movimientos terroristas resumían la división básica de la izquierda peruana entre pro chinos maoístas y pro soviéticos castristas. El resto de la izquierda se alineaba en esas dos grandes vertientes. Ellos fueron los que se alzaron en armas con la intención de tomar el poder mediante la violencia política, y se enfrascaron en una feroz competencia por desatar el terror y destruir al Estado.

Quienes vivimos los años 70 en la universidad fuimos testigos del surgimiento de Sendero Luminoso en San Marcos. Esa denominación surgió de los propios estudiantes que les pegaron esa chapa debido a que sus dirigentes repetían constantemente en sus discursos la frase “por el sendero luminoso de Mariátegui”, mientras blandían el puño en alto. Cada grupito de izquierda tenía su chapa en la universidad. San Marcos era un hervidero de grupos de izquierda, cada uno más demente que el otro. Se peleaban por el control del comedor y por el espacio en las paredes para pintar sus lemas. Era imposible estudiar en ese ambiente de agitación política extremista y discursos delirantes. La izquierda se sustentaba básicamente en el sector académico. De hecho, Sendero Luminoso se componía de maestros y estudiantes.

El sueño de toda la izquierda latinoamericana desde los años 60 fue imitar la revolución cubana y tomar el poder por las armas. Los intentos guerrilleros de los 60 fracasaron en el Perú, por lo que se pasaron una década planificando otro método, hasta que hallaron el terrorismo despiadado y sin cuartel como mecanismo político. Tenían una ideología que se sustentaba en el odio de clase y justificaban la violencia como “la partera de la historia”. Estaban convencidos de que nuca llegarían al poder por la vía electoral y despreciaban la “democracia burguesa”. Tenían pues todos los ingredientes ideológicos para justificar y desatar el terrorismo sin cuartel. La única discusión en la izquierda era cuándo empezar. Sendero Luminoso señalo esa fecha: el día en que regresaba la democracia al Perú, el mismo día de las elecciones, el 17 de mayo de 1980. Ese día Sendero Luminoso inició su demencial accionar terrorista. Se concentró en los poblados más alejados de la serranía, donde no existía vigilancia policial ni presencia del Estado. Su intención era reclutar campesinos. Más tarde se les sumaría el MRTA no como aliado sino como rival. 

Durante más de una década la izquierda terrorista asoló a las poblaciones civiles con atentados y asesinatos selectivos y masivos. Desde luego que las fuerzas del orden tuvieron que salir a enfrentarlos y perseguirlos, como se hace con cualquier delincuente. Pero eso no debe usarse como excusa para llamar al fenómeno un “conflicto armado”. Desde el punto de vista del pueblo peruano, lo que se vivió fue simplemente un ataque terrorista por parte de dos grupos de izquierda que se disputaban el poder político a costa de un genocidio. Lo que quieran decir ahora los intelectuales de izquierda para maquillar la historia no debe prevalecer como verdad.

De hecho la izquierda ha fracasado en sus intentos reiterados de imponernos su narrativa. Han apelado a la falacia de la autoridad de la CVR para hacernos comulgar con ese “discurso oficial”, cuando nadie le reconoce autoridad a la CVR, pues dicha comisión de notables de izquierda nunca salió de un  consenso político ni tuvo el aval de la ciudadanía. No fue nombrada por el Congreso ni participaron los partidos políticos ni el sector privado. Fue una imposición trasnochada de la izquierda desde el gobierno. Una maquinación de Diego García Sayán para montar un gran negociado de oenegés de izquierda y de la argolla caviar PUCP. Al final le lavaron la cara a la izquierda y convirtieron al Estado en otro grupo terrorista.

Resumiendo el relato de la izquierda pro terruca, lo que hubo en el Perú fue una especie de “guerra civil” donde combatieron por un lado los grupos terroristas que supuestamente representaban al pueblo alzado en armas, y del otro lado el Estado terrorista burgués que repelía al pueblo armado. Ese es el cuento básico que flota en el relato de la CVR. Es cierto que señalan a SL como el causante de la guerra, pero luego los justifican apelando a las condiciones de miseria que vivía el Ande peruano. Al final, el peor enemigo del Perú termina siendo Alberto Fujimori y el Estado peruano, al que se le achacan el 43% de las muertes. Un absurdo total que debe ser rechazado por todos los peruanos con memoria

Actualmente los únicos que se refieren a la época del terror de izquierdas como “conflicto armado interno" son los intelectuales de izquierda, políticos de izquierda y militantes del progresismo, ya sea en la prensa o en otros ámbitos. Incluso llaman “guerra civil” a esta época y señalan a los terroristas como “guerrilleros”. Un ejemplo claro de este cinismo descarado lo vimos en el discurso que el fiscal José Domingo Pérez dio en México. Esa es pues la estrategia de la izquierda para cambiar la historia. Mienten y mienten contando sus mitos hasta que los jóvenes terminan creyendo en sus cuentos. Pero no hay que dejarlos. Cada vez que un rojo diga “conflicto armado interno” hay que responderle: “TERRORISMO DE IZQUIERDA”.

lunes, 25 de mayo de 2020

Un desastre llamado Vizcara


Escribe; Dante Bobadilla Ramírez

El último mensaje de Martín Vizcarra mostró a un hombre atolondrado y sin libreto. Se dedicó a repetir los mismos relamidos tópicos sobre la crisis sanitaria que repite desde mediados de marzo, como la distancia social y el lavado de manos. Todo eso dicho en su exasperante estilo de maestro de escuela primaria. Era obvio que pasaba algo. Transcurridos 45 minutos de su tediosa perorata aún no había dicho lo único que la gente estaba esperando: si la cuarentena se extendía o no. Nadie sabía lo que le ocurría a Vizcarra, pero era evidente su desconcierto.

Una semana antes Vizcarra apareció triunfalista anunciando que ya habíamos llegado a la meseta y que de allí en más las cifras empezarían a bajar. "La próxima semana ya vamos a ver el descenso de la curva" dijo muy seguro. Sin embargo, la realidad es siempre el peor enemigo de los charlatanes, y esta vez no fue la excepción. Las cifras a lo largo de esta semana solo aumentaron. El malestar del personal de Salud en todos los hospitales del país empezó a crecer, al punto que formaban piquetes para recibir a los ministros del gobierno con gritos y reclamos.

Así fue como se llegó al último mensaje en el que se suponía que el presidente debía anunciar el fin del confinamiento o, a lo sumo, restringir la cuarentena por distritos y regiones, como habían anticipado algunos. Todos pensábamos volver un poco a la normalidad. Pero la situación sanitaria del país es tan grave que Vizcarra no se atrevió a dar ese paso. Tuvo que tragarse todo lo que nos dijo la semana pasada y prolongar la cuarentena no 15 días sino 40. Así de grave está la cosa. Esto solo significa una cosa: el gobierno ha fracasado en su estrategia de contener la pandemia.

El fracaso del gobierno es total. No ha logrado manejar la pandemia con inteligencia, todas sus medidas han sido rebasadas por la realidad. La cuarentena fue inútil. El sacrificio de millones de personas que han perdido sus empleos y sus ingresos ha sido en vano. Quien no ha cumplido su parte ha sido el Estado. Claro que no toda la culpa es de Vizcarra ya que el Estado peruano es un desastre desde hace muchos años. Y lo peor es que ni siquiera los sectores básicos del Estado funcionan bien, como debería ser la Salud y la Educación. Al contrario, son los peores sectores.

Pero la culpa de Vizcarra no se puede eludir. En primer lugar, él mismo se ha empeñado en rodearse de gente inepta. ¿Cómo es posible que tenga como jefe de gabinete a ese impresentable de Vicente Zeballos? Un sujeto sin el más mínimo nivel mental para manejar siquiera un kiosko de periódicos. El mismo Vizcarra ha tenido que corregir los exabruptos de Zeballos cada vez que su cerebro de comunista le ha llevado a decir barbaridades, como querer resucitar las fracasadas empresas estatales. ¿Por qué lo mantiene en un cargo tan vital sabiendo el pobre nivel mental que posee? Solo Vizcarra lo sabe.

Pero Vicente Zeballos no es la única perla de este gobierno de ineptos. Para colmo, en plena pandemia ya declarada, Vizcarra tuvo el cuajo de convocar a otro personaje de cloaca para hacerse cargo del ministerio más importante del momento que es Salud. ¿Cómo es posible que llame a un completo pobre diablo como ese tal Víctor Zamora? Un militante del Frente Amplio cuya única experiencia de vida en los últimos años ha sido ejercer como troll en Twitter insultando a todos los que considera "fujiapristas". Carece de experiencia de gestión. Es solo un activista de izquierda cuya única virtud es saber insultar en las redes sociales. 

Pero eso tampoco es todo. Además, el atolondrado Vzcarra convocó a un equipo de asesores para manejar la crisis, pero volvió a insistir en la misma tontería de llamar a puros incapaces de izquierda, como Farid Matuk, el mamarracho que inventó la "lucha contra el patriarcado" en plena pandemia y empeoró las cosas. No es pues nada raro que ahora enfrentemos una crisis apocalíptica, gracias al mal manejo de la situación por parte de todo este conglomerado de idiotas de izquierda puesto al frente por Vizcarra. Que no vengan a culpar a la población ni a los gobiernos anteriores. Es Vizcarra el principal culpable del desastre y lo sabe bien. De allí su pasmo y tartamudeo a la hora de dar su último mensaje, pues tiene las verdaderas cifras del desmadre que ha causado. 

Pero ya en el colmo de su estupidez, Vizcarra concluye su alocución confrontando una vez más al Congreso porque no quieren aprobar sus adefesios de reforma política, como ese disparate de la paridad de géneros en las listas de candidatos. Otra idea estúpida que la izquierda le ha puesto en la agenda y que Vizcarra se empeña en sacar adelante, luego de haber convertido a su gobierno en el gobierno del enfoque de género. Hemos pasado así del gobierno de la inclusión social al gobierno del enfoque de género. Como si el país estuviera para experimentos comunistas. Es el colmo. Lo único que queda es esperar el fin de este gobierno de incapaces o el fin del país. Lo que ocurra primero.