Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Y como no podía ser de otra manera, la Comisión de Constitución del Congreso arrojó a la basura el aberrante proyecto presentado por el presidente Martín Vizcarra para acortar los mandatos y adelantar las elecciones. Era lo que correspondía hacer basándose en la Constitución y en el sentido común. No habían fundamentos para acceder a tan disparatado propósito. El odio y el revanchismo no son causales para cerrar un Congreso ni ponerle fin a un período constitucional. Todo lo que han exhibido los vizcarristas son odios, mezquindad, estupidez y pobreza mental. Más nada.
Los argumentos oficiales del Ejecutivo en su demanda eran absolutamente falsos y flojos. Nunca hubo de parte de este Congreso ni pizca de obstruccionismo. El gobierno fue incapaz de presentar las pruebas del supuesto "entrampamiento". La misma Constitución prevé una solución al obstruccionismo. Para eso está el uso de la cuestión de confianza. Si un ministro o un gabinete considera que el Congreso le impide realizar su gestión bloqueando leyes o políticas públicas, puede presentar voto de confianza. Sumados dos votos de confianza negados a un mismo gobierno, el presidente puede disolver el Congreso legalmente. Pero nada de esto ocurrió. ¿Por qué? Simplemente porque este gobierno no ha hecho gestión y, por tanto, el Congreso nunca ha podido impedirle gobernar. La verdad es esa. Todo lo demás es cuento y fábula.
Lo cierto es que este gobierno solo se dedicó a pelear con el Congreso desde el principio. El absurdo pedido de confianza presentado por Del Solar el 4 de abril pasado, estaba referido a cambios en la Constitución, pero no a políticas de gobierno o planes de gestión. Fue un pedido absurdo que debió ser rechazado por el Congreso por indebido e impertinente. Al Ejecutivo no le compete hacer cambios a la Constitución y menos pedir voto de confianza para eso, a menos que sea indispensable para ejecutar alguna política pública concreta, pero ese no fue el caso. Los cambios eran políticos y orientados a pechar a los congresistas. El Congreso decidió otorgar el voto de Confianza y se acabó el asunto.
En consecuencia, es absolutamente falso que este Congreso le haya impedido gobernar a Vizcarra, y la prueba más evidente es precisamente que no han presentado ni una sola cuestión de confianza por políticas de gestión pública. Ni una sola. Solo se han dedicado al show y la payasería, para tener contentos a los borricos de la calle, vendiéndoles el cuento de que los congresistas son los malos de la película y que los del gobierno son los buenos. Vizcarra se pasaba los días promocionando su lucha contra la corrupción que hasta ahora no ha servido para nada.
La desafortunada propuesta de adelantar elecciones parecía un exabrupto presidencial, tanto que el Congreso solicitó las actas de la sesión del Concejo de Ministros para saber si el mensaje presidencial había sido coordinado, como manda la ley. Al parecer, Vizcarra solo tenía en mente ganarse la simpatía del pueblo cuando se hizo cargo del gobierno. Para eso ideó el referendum con reformas de tono muy populista que golpeaban al Congreso, como la eliminación de la reelección. La jugada dio muy buenos resultados para él, pues su popularidad se disparó. Entonces cayó en el juego y decidió seguir por ese rumbo. Tal vez empujado también por la gente que lo rodea, rojos casi todos.
Pero cayó en su propia trampa. Al presentar una cuestión de confianza por reformas constitucionales le estaba dando al Congreso una tarea que solo les compete a ellos. De manera que el Congreso podía realizar las reformas como le parecían y no necesariamente siguiendo lo que pedía el Ejecutivo. De hecho sucedió así, y cuando el gobierno amenazó con interpretar la cuestión de confianza a posteriori para asumir que se la habían negado, se hallaron fuera de fuego. Les dijeron que así no funciona la cuestión de confianza. De modo que se quedaron sin cuestión de confianza y sin las reformas pedidas. Craso error del gobierno y de sus asesores. Metida de pata total.
Cuando Vizcarra se dio cuenta de la estupidez que habían cometido montó en rabia. No tenía la tan ansiada cuestión de confianza negada para disolver el Congreso y estos no respetaron sus reformas. Entonces salió con la pataleta y el acto suicida del "nos vamos todos". No le quedaba otra cosa ya que el tiempo no le permitía. No sabía por qué otra cosa presentar cuestiones de confianza, puesto que no tenían políticas públicas que el Congreso pudiera rechazar. Estaban sin nada. Lo único que podían hacer para cerrar el Congreso y cumplir las exigencias de la mafia caviar era el adelanto de elecciones. Pero también esta idea tenía un problemita: carecía de fundamentos.
Como ven, Vizcarra se hundió en su propia bañera. Hoy solo les queda la pataleta. El premier Del Solar y su gabinete en pleno salieron con el rostro compungido y el rabo entre las piernas para decir nada. No sabían qué decir. Se limitó a decir que el gobierno no se quedará de brazos cruzados. Es difícil advertir qué otra cosa pueden tramar para cerrar el Congreso sin ir presos. La verdad es que ellos mismos se han puesto en este problema por dedicarse a la payasería en vez de gobernar.
Toda la alharaca que la prensa mermelera armó en apoyo a Vizcarra solo fueron fuegos artificiales. Acá nunca hubo ni hay ninguna crisis. Tanto el gobierno como el Congreso funcionan. El Estado de Derecho se ha hecho respetar y el griterío de unos cuantos perturbados mentales de la izquierda no va a cambiar las cosas. Es la hora de los demócratas que defienden el Estado de Derecho y el imperio de la Constitución frente a los enajenados de siempre. Ya es hora de que acepten que no son mayoría. Si el gobierno piensa seguir en su guerrita tonta contra el Congreso las cosas pueden irle todavía peor. Si Vizcarra no tiene más ideas en la cabeza, lo mejor para él sería renunciar.