Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La elección de Pedro Olaechea en la presidencia del Congreso le ha dado un giro a la política nacional. Para empezar, no se trata de un improvisado del montón, salido de la nada, como suelen ser la mayoría de los que hoy actúan en el escenario político, empezando por el propio presidente de la República, Martín Vizcarra, cuyo único antecedente político es la de agitador antiminero y, como consecuencia de eso, gobernador de una pequeña región del país.
Pedro Olaechea es un economista de la PUCP con maestría en el Reino Unido. Posee una amplia trayectoria en el sector público y privado. Fue presidente de la Sociedad Nacional de Industrias (2009-2012) y director gerente de la Compañía Minera El Futuro de Ica S.A.C. (2003-2015), entre otros muchos cargos, además de ser un destacado empresario. En el sector público fue miembro del Consejo Nacional del Trabajo por 15 años y vicecónsul honorario de Dinamarca desde el 2004. Además es una persona culta e intachable que proviene de una familia de rancio abolengo. No es pues cualquier hijo de vecino.
Está claro, sin embrago, que la plaga de limitados mentales del progresismo y de la izquierda infecto contagiosa en su conjunto, no pueden ver ni en pintura a Pedro Olaechea, por el solo hecho de no ser parte de su cofradía de zombies antifujimoristas. Así es como tienen de atrofiado el cerebro esos indigentes mentales que vomitan odio sectario al mejor estilo comunista. Sin embargo, idolatran al incapaz de Martín Vizcarra, justamente porque les ha dado el gusto de pechar al Congreso, fastidiar al fujimorismo y apoyar a la mafia caviar defendiendo a los fiscales de IDL y atacando a Pedro Chávarry. De manera que tenemos a dos personajes sumamente diferentes frente a frente.
Como persona culta y demócrata, Pedro Olaechea se sustenta en la Constitución y la ley, para guiar sus actos políticos. Por su parte, Martín Vizcarra ignora la Constitución, la cual pretende cambiar a su antojo y pasar por encima del Congreso cuando le viene en gana. Como buen populista, Vizcarra pretende guiar sus actos por las encuestas y el griterío de la gente. Mientras que Olaechea piensa en lo mejor para el país, Vizcarra piensa en lo mejor para él y sus aliados. ¿Qué es lo mejor para Vizcarra? Pues soltar la papa caliente del gobierno, en donde ya vio que no ata ni desata. El país se le está yendo de las manos. ¿Qué es lo mejor para la izquierda delirante y rabiosa? Traerse abajo el Congreso, sacar al fujimorismo de la política, generar el caos y pedir Asamblea Constituyente.
El caos es el negocio de la izquierda. Vizcarra es el mejor aliado que han encontrado para provocarlo, pues se trata de un hombre mentalmente limitado, de escaso discernimiento y pobre criterio y sin mayor ambición en la política. Vizcarra es tan estúpido que escucha los concejos de la izquierda. Y eso lo puede llevar tarde o temprano a la cárcel, si se le ocurre cerrar el Congreso, como le pide la chusma y los deteriorados mentales del rojerío.
Por todo esto, la invitación que Pedro Olaechea le ha extendido a Martín Vizcarra caerá en saco roto. Está claro que Vizcarra es un pobre diablo incapaz de dialogar y buscar consensos. De lo contrario ya lo hubiera hecho. Solo las personas inteligentes buscan resolver los conflictos mediante el diálogo. En cambio, los brutos creen que haciéndose más agresivos van a ganar. Son pues dos personas con estilos, inteligencia y modales muy diferentes. Vizcarra es un patán, mientras que Olaechea es un caballero. ¿Qué puede salir de ese encuentro? Nada.
Cómo será de idiota y patán Martín Vizcarra que ya anticipó que ningún diálogo lo hará desistir de su berrinche de 28 de julio y de su extravagante e inconstitucional pedido de adelanto de elecciones. En vista de lo cual, Pedro Olaechea debería ahorrarse la molestia de ir a palacio a dialogar con ese rufián. No vale la pena. No llegará a nada. Vizcarra no está interesado en solucionar problemas, no le interesa el país, no le importa la Constitución. Cree que puede hacer lo que le da la gana. Lo único que quiere es es tumbare a este Congreso como sea, incluso perdiendo el cargo. Ese ha sido su único objetivo desde que asumió como presidente: fregar al Congreso para complacer a la chusma, a sus aliados de izquierda y a la prensa mermelera dominada por la caviarada antifujimorista.
El gran problema del país es que no tiene futuro. La nave del Perú está siendo conducida por un irresponsable chofer sin licencia, a quien no le importa si nos estrella. ¿Qué viene después del adelanto de elecciones? ¿Acaso alguien cree que tendremos un mejor escenario? ¿Creen que el electarado votará mejor que en las últimas tres elecciones? ¿Que tendremos mejores candidato siquiera? No. Nada de eso va a ocurrir. Volverán a elegir a un idiota de presidente, y llenarán el Congreso con una plaga de improvisados gracias a su estúpida reforma que anuló la reelección.
Lo que debería hacer el Congreso es hacer respetar la Constitución y tirar al tacho de basura el proyecto presentado por el gobierno. No hay manera de que el gobierno obligue al Congreso a no cumplir la Constitución ni a reformarlo. Y una reforma tampoco aplicaría a este régimen que ya fue elegido por cinco años. Así que el Congreso debe archivar la propuesta y seguir adelante. Si el incapaz de Vizcarra no puede o no quiere seguir de presidente que renuncie. No queda otra.