Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: El Montonero
Todos los políticos tienen un discurso de campaña y un cuco a quien culpar. En el Perú, desde los tiempos de Toledo, ese discurso es la “lucha contra la corrupción” y el cuco es el fujimorismo. Si bien la corrupción ha sido materia de estudio desde tiempos inmemoriales, es desde Toledo que pasa a formar parte del discurso y la acción política, saliendo del ámbito fiscal y judicial, al que pertenece. Hoy ese discurso está todos los días en boca del presidente Vizcarra de una manera obsesiva, y sus acciones giran casi exclusivamente alrededor de ese tema, llegando incluso a extremos peligrosos.
Toledo hizo de la lucha contra la corrupción su bandera porque acababa de finalizar el fujimorismo de los noventa. Se puede decir que estuvo justificado. Esa corrupción fue materia de estudio y tema del informe de la CVR. Desde entonces se fijó en la mente colectiva que corrupción era fujimorismo. Las últimas tres generaciones han sido adoctrinadas en esa idea. Sin embargo, mucha agua ha corrido bajo el puente desde los días de Toledo, y la corrupción sufrió una metamorfosis que, al parecer, nadie quiere notar. Hoy la corrupción ya no es el fujimorismo, por más que un sector quiera insistir en ese refrito. Hay una evidente falta de concordancia entre la imagen colectiva de la corrupción con la realidad.
Me llama la atención que, cuando se habla de corrupción, todavía muchos siguen poniendo al fujimorismo como protagonista. Este desfase nace de la falta de actualización de los estudios sobre corrupción. En la academia todavía se sigue tomando como fuente el informe de la CVR, y no hay nuevos estudios que abarquen este siglo. La recomendación académica, no obstante, es que las fuentes de estudio sean vigentes, con una antigüedad no mayor de cinco años.
Hasta hoy la academia y la prensa siguen empleando términos referidos a los noventa para tratar el tema de la corrupción. Lo que indica que están desactualizados. Han pasado 18 años y siguen en lo mismo. Y pretenden usar a Keiko Fujimori como imagen actualizada de la corrupción, apelando a la precariedad moral de sus congresistas y al circo fiscal armado alrededor de sus aportes de campaña, que es una farsa jurídica asquerosa.
Los últimos cuatro presidentes están sindicados en actos de corrupción por la Fiscalía, aunque aún no formaliza denuncia penal. Acaban de encarcelar a un fiscal supremo, y un juez supremo está prófugo. El presidente de la Federación Peruana de Fútbol está preso, muchos gobernadores regionales y alcaldes, incluyendo los recién juramentados, están acusados o presos. Todo este panorama tenebroso de megacorrupción generalizada todavía no está cabalmente estudiado. Por ello me extraña que el discurso contra la corrupción siga usando al fujimorismo como emblema, sobre todo en cierto sector que ha estado saboreando las mieles del poder en estos últimos años y que está muy comprometido, especialmente en la prensa.
La corrupción del siglo XXI es mucho más compleja que la de los noventa. Los de ahora han robado “legalmente” haciendo sus propias leyes para megaobras que nadie necesita, han comprado congresistas con prebendas, han hecho del transfuguismo una práctica común y hasta un derecho, han repartido favores con estudios y asesorías, y han comprado a la prensa con factura. Controlan a los principales medios de comunicación y a varios periodistas que son ardientes defensores del statu quo. Siempre con el uniforme de antifujimorista militante, requisito indispensable para estar al frente de un programa.
La corrupción del siglo XXI ha mantenido el discurso de la lucha contra la corrupción con total descaro, pero colocando la foto del fujimorismo para engañar a los bobos. Es evidente que ha sido parte de la estrategia de esta mafia mimetizarse detrás del fujimorismo. Es por eso que hoy vemos el escenario extravagante en el que se lucha contra la corrupción de jueces, fiscales, gobernadores, alcaldes, generales y ex presidentes, de todos los partidos, pero la gente sigue cacareando su relamido antifujimorismo. Esto no calza con la realidad.
Mi hipótesis es esta: la corrupción está utilizando al fujimorismo como chivo expiatorio. La academia está desactualizada porque los mismos entornos académicos están infectados de corrupción y tienen intereses comprometidos. La prensa está chantajeada por la corrupción que le da de comer. La pregunta es simple ¿dónde está el dinero que alimenta a la corrupción de nuestros días? El que maneja la chequera es la mano que mece la cuna.
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