Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
A estas alturas solo cabe reírse de los rojos. Se han pasado los últimos 17 años apoyando a puros corruptos mientras posaban como luchadores anticorrupción. Es el caso de Verónika Mendoza, reclutada por Nadnie Heredia cuando lavaba platos en un Mac Donalds de Paris, la trajo de vuelta prometiéndole chamba de mil oficios, incluyendo traer plata sucia de Venezuela para la campaña del 2006. Al final acabó rellenando las listas del nacionalismo y salió electa congresista sin saber leer ni escribir. De allí en adelante se abrió paso como charlatana del rojerío.
Ahora resulta que Verónika Mendoza, quien además de haber sido parte íntima de la mafia nacionalista y apoyar a Susana Villarán, quiere posar como luchadora anticorrupción en otra marchita. Pero no una marcha para rechazar la corrupción progre-caviar de los Humala-Heredia, Villarán y Toledo. No. Una vez más es una marcha para luchar contra el fujimorismo. ¡Qué les parece!
La excusa es la misma de siempre: "el fujimorismo quiere la impunidad al atacar a la fiscalía", "quieren poner allí a sus monigotes para quedar impunes". ¿Impunes de qué? ¿Acaso el fujimorismo ha gobernado en estos 17 años? ¿Acaso no es el fujimorismo el primer interesado en que la Fiscalía investigue a la mafia progre-caviar? La denuncia contra los incompetentes fiscales Pablo Sánchez y Hamilton Castro se debe precisamente a su falta de acción en el caso Lava Jato. Que no los confunda la izquierda. Es todo lo contrario: los rojos NO quieren que se investigue Lava Jato porque saben que van a terminar más embarrados de lo que ya están. Ese es todo el miedo que aterra a los rojos.
Analicemos el cerebro progresista. Se trata de un cerebro primitivo, reptiliano, que se sustenta básicamente en emociones y bajas pasiones como el odio y la violencia. El cerebro progresista difícilmente llega al nivel del razonamiento, permanece en la etapa de repetidor autómata de consignas. Por eso mismo los vemos propalando los mitos más absurdos contra el fujimorismo y los noventa. Además de sus limitaciones mentales, la gran mayoría vive en la más paupérrima ignorancia. Solo saben lo que les han enseñado a través de memes, pancartas y consignas callejeras.
Por todo esto el progre es incapaz de superar su etapa básica de odiador político. Lo primero que sabe hacer es odiar. La filosofía del progre es "Odio, luego existo". Una vez que han elegido el objeto de sus odios, nada los hará cambiar de idea. Aunque el mundo se transforme y la realidad sea otra, el progre permanecerá en su etapa reptil tratando de morder los tobillos de su "enemigo de clase". En el catecismo progre les enseñan a odiar a los enemigos de clase. Pueden ser los ricos, los empresarios, los yankis, las transnacionales o el fujimorismo. Siempre tienen que tener alguien a quien odiar.
El siguiente paso es movilizar a las masas adoctrinándolas en el odio. Cada marcha de estos enfermos mentales es una competencia desaforada de gritos y consignas, con pancartas y banderolas repletas de insultos del más bajo nivel. Nunca faltan las teatreras del arte progre que escenificarán asquerosos sketchs mostrando aspectos de su patología mental mientras elaboran parodias de mal gusto. Esa es más o menos el panorama de la izquierda infecto-contagiosa.
Así que prepárense para ver mañana otra muestra del exquisito arte progre callejero. Pero que esta vez no nos engañen con sus falsas consignas. Lo que ellos están pidiendo es la impunidad de su mafia progre-caviar y la defensa de los fiscales incompetentes y encubridores que durante un año entero no hicieron nada teniendo las pruebas sobre la mesa. Ha sido solo gracias a la presión del Congreso que al menos se han dignado en sacar a la luz las pruebas contra Susana Villarán y el entorno de Odebrecht. Lo que la izquierda no quiere es que se vaya más allá. Por eso salen a marchar. Que le quede muy claro a todos.
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