Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Demasiadas tonterías se escuchan en los medios de radio y TV y se leen en la prensa y las redes. La mayor parte de estos comentarios son equivocados por ignorancia, pero también por el penoso sesgo antifujimorista que perturba mentalmente a muchos opinólogos. Cierto es que en estos tiempos hasta las relatoras de noticias han terminado metiendo su cuchara en asuntos políticos, sin saber en dónde están paradas o sentadas. Ahora cualquiera se cree en condiciones de opinar sobre política. Así no son las cosas. Hay que tener un poquito de decoro y tratar de ser veraz y objetivo, para lo cual se necesitan conocimientos y no apasionamientos.
Lo primero que hay que hacer para entender bien una situación es quitarle el dramatismo. Vacar a un presidente no es el fin del mundo. Por algo está previsto en la Constitución y para eso están los vicepresidentes. La vacancia del presidente ha ocurrido muchas veces en varios países vecinos en los últimos tiempos. Incluso en los EEUU vacaron a Nixon y no pasó nada. Así que dejemos la histeria a un lado. No hay que hacer una telenovela de esto.
En segundo lugar dejemos esa paranoia antifujimorista. Últimamente para todo arman una teoría conspirativa que tiene al fujimorismo como el cuco que quiere volver y copar todos los poderes. A cada rato leo ese disparate del "regreso a los 90". A ver si se toman una pastilla y dejan de delirar y de engañar a la gente con esos cuentos. El fujimorismo no tiene la culpa de que hayan denunciado a los magistrados del TC por falsear una sentencia. Tampoco tiene la culpa de que PPK se haya estado corriendo sistemáticamente de la comisión Lava Jato para no responder, y que la comisión haya recibido información que compromete al presidente.
El fujimorismo tampoco es responsable por la inacción de la Fiscalía de la Nación que tuvo año y medio para investigar el caso Lava Jato y no hizo absolutamente nada, excepto abrirle proceso a Keiko Fujimori. Recién después de las denuncias se apuraron a pedir una abusiva prisión preventiva contra los directores de Graña y Montero, JJ Camet y otras empresas a quienes nunca investigaron. Todo el circo fue para la foto. Pero hasta ahora no tienen hecha la acusación formal contra Toledo (después de tres años) ni contra Ollanta Humala, ni tienen nada contra Susana Villarán. Nada. Es obvio que no tienen ningún interés por combatir la corrupción. Alguien tiene que reclamarles por su incapacidad, y para eso está el Congreso. Ese es su rol, aunque a muchos no les guste.
Tampoco es verdad que esta "mayoría fujimorista" esté actuando con prepotencia y abuso. En la vacancia están todas las bancadas, incluyendo las de izquierda. Además, todas las mayorías parlamentarias son iguales acá y en Marte. En el Perú, históricamente, el Congreso opositor siempre fue un duro obstáculo para todos los gobiernos. El rol obstruccionista que jugó la mayoría parlamentaria de la coalición APRA-UNO contra Fernando Belaunde en su primer gobierno, consistía en censurar a todos los gabinetes, lo que llevó a una crisis política y al golpe de Velasco. Luego de esta traumática experiencia, en la Constitución de 1979 se introdujo un artículo que le permite al presidente disolver el Congreso si le tumban dos gabinetes. De este modo se equilibraron los poderes. Ese artículo no está en la Constitución porque alguien tuvo una revelación divina, sino por la penosa experiencia histórica de los congresos opositores.
Cuando volvimos a la democracia, (que fue en 1980 y no en el 2001 como dicen los payasos) el gobierno de Fernando Belaunde tuvo su propia mayoría en el Congreso y gobernó sin contratiempos. Lo mismo pasó en el siguiente período, primero de Alan García, que con su propia mayoría parlamentaria aprobaban todo al carpetazo, no al voto sino por el golpe que hacían al dar un manotazo sobre el pupitre. La opción (a favor o en contra) que hacía el mayor ruido ganaba. Esto cambió totalmente en el gobierno de Fujimori, quien no tuvo mayoría propia. La mayoría la conformaron en alianza el Fredemo y el Apra. Entonces volvimos a ver un Congreso opositor a ultranza que se oponía a todo y no dejaba gobernar, mientras se agravaba la crisis. Esto condujo inevitablemente, una vez más, al golpe de Estado, pero en esta ocasión fue la disolución del Congreso, aunque no como estaba previsto en la Constitución. Sin embargo fue el último recurso que le quedó al gobierno para poder gobernar.
Como ven, la historia del Perú ha sido la misma siempre. El Fujimorismo nunca fue nada diferente, y mucho menos en corrupción. La única diferencia es que al fujimorismo se le juzgó, mientras que los demás siempre fueron encubiertos y olvidados. A la luz de las evidencias actuales, incluso tendríamos que aceptar que el fujimorismo tampoco fue el más corrupto. Simplemente dejó videos que ayudaron a armar la escandalosa telenovela del antifujimorismo llorón, pero si hablamos de corrupción hay mucho que contar desde que empezó la República hasta el actual gobierno. Que no nos agarren de tontos con los cuentos del antifujimorismo que la izquierda también ha sido golpista y sabe robar a manos llenas.
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