Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
En cada aniversario patrio aparecen comentarios críticos en contra de la presencia de la Iglesia Católica en las festividades y ceremonias tradicionales. Usualmente por parte del progresismo anti clerical, pero sobre todo dirigidos al cardenal Juan Luis Cipriani, quien es objeto de los odios más enconados de la izquierda. A todos ellos se les ha sumado el contingente gay que detesta a Cipriani por su influencia en la política, al punto de ser un obstáculo para el matrimonio gay.
Más allá de estos odios y enconos hacía el cardenal Cipriani, debemos ocuparnos de la crítica hacía la presencia de la iglesia católica en las festividades patrióticas. Muchos andan confundidos y creen que el Perú tiene un "Estado laico" y, basados en ese dato errado, exigen el retiro de la iglesia católica del escenario patrio. El congresista Alberto de Belaúnde en concreto, ha cuestionado la presencia del cardenal sentado entre las máximas autoridades de los organismos públicos autónomos. Hace falta entonces educar a toda esta gente socialconfusa macerada en el odio de izquierdas.
Debo empezar advirtiendo que soy ateo y que, en mi opinión, sería magnífico que desaparezcan todas las religiones de este mundo. Pero esa es solo mi opinión. Lo que debemos atender acá es la realidad. Entonces hagamos un recuento de hechos reales, que es lo único que interesa.
En principio, el Estado peruano no es laico por ningún lado, como es público y notorio. Todos los organismos del Estado, incluyendo la policía y fuerzas armadas, están saturados de imágenes religiosas y hasta tienen su santo patrón y capellanes. La Constitución no declara la laicidad en ninguna parte, y tampoco es posible inferirla. Al contrario, dice claramente que el Estado reconoce a la Iglesia Católica en la formación del Perú y le presta su colaboración. A esto cabe añadir el concordato firmado por la dictadura militar en sus últimos días, y que jamás fue ratificado por el Congreso, como corresponde a un tratado internacional, más aun cuando irroga gastos al Estado.
Ese concordato es en realidad un acta de claudicación ante el Vaticano. Nos impone unas condiciones de sujeción tan deplorables que desatarían un verdadero escándalo de indignación patriótica si se tratara de cualquier otro Estado. Acá mucha gente vive odiando a los chilenos por sus empresas y negocios en el Perú, pero nunca dicen nada de las gollerías con que la Iglesia Católica disfruta de sus numerosos negocios, sin pagar un solo centavo de impuestos. Esa es parte de la ignorancia que carga la mayoría de peruanos.
En segundo lugar, cabe decir que la Iglesia Católica sí jugó un rol preponderante en la configuración de la república peruana. Hay que tener en cuenta que la independencia del Perú no ocurrió por la acción de valerosos patriotas que se organizaron para enfrentar a los españoles, sino como obra de extranjeros llegados acá por sus propios intereses. Lo cierto es que ni a San Martín ni a Bolivar le importaban un comino la suerte del Perú. Solo querían derrotar a los españoles en su principal fortín para sellar y garantizar la independencia de sus propias naciones.
Desde que San Martín llegó al Perú y proclamó la independencia, todo se volvió un desbarajuste. La presencia de tropas españolas obligó a llamar a Bolívar para que se haga cargo. Con la llegada de Bolívar, el Congreso instalado por San Martín se autodisolvió. Luego Bolívar convocaría otro Congreso con el que tuvo serios enfrentamientos. ¿Quiénes velaron por los intereses patrios en esas horas caóticas? Fueron principalmente los clérigos representantes de la Iglesia Católica, tales como Francisco de Paula González Vigil y Francisco Xavier de Luna Pizarro, junto a un puñado de patriotas. Tras la instalación de la República y mientras los militares se disputaban el mando a balazos, quienes se hicieron cargo de la cosa pública fueron las parroquias de la Iglesia Católica.
De modo que a la Iglesia Católica no se le puede negar ni regatear su defensa de la patria, ni su poderosa presencia en la fundación de la República y en el mantenimiento de sus funciones básicas durante casi un siglo. Hacerlo no solo sería mezquino sino estúpido. Desde luego que el obispo de Lima tiene todo el derecho ganado para estar presente en las festividades de fiestas patrias y en primera fila. Reconocer esto no contradice para nada el deseo de avanzar cada vez más hacía un verdadero Estado laico. Y aunque llegáramos a tenerlo, en cada fiesta de la patria habría que hacerle un espacio al representante de la Iglesia Católica. Es lo que corresponde en justicia por derecho histórico. Lo que sí me parece una huachafería monumental es que el presidente acuda al local de las iglesias "cristianas" para celebrar un ridículo "culto de acción de gracias". Eso sí que está totalmente fuera de lugar. Pero, oh sorpresa, nadie se queja de esta barbaridad que atenta más aun contra un Estado laico. Cosas de la peruanidad.