Por: Richard O. Campos Villalobos
El régimen socialista de Venezuela pateó el tablero sustituyendo al parlamento con el Tribunal Supremo de Justicia, conformado por borregos al servicio del régimen. Acorralado por una crisis alimentaria considerada la peor de sus historia con ribetes de emergencia humanitaria y la más espantosa inseguridad ciudadana, el régimen de Maduro ingresa así al despeñadero del desprestigio internacional. Casi una veintena de países en la OEA apoyaron la propuesta de Luis Almagro para discutir la crisis venezolana y aplicar la carta democrática, provocando las respuestas destempladas de la mucama de Maduro, la canciller Delsy Rodriguez. Ante la contundencia de la posición internacional, ahora Maduro ha tenido que recular.
El socialismo ha convertido a la rica Venezuela en un país miserable e inviable, con gente que literalmente no tiene qué comer. Claro que nunca faltan los rojos fanáticos tratando de defender lo indefendible. Haciendo gala de su habitual estulticia justifican al dictador chavista y hasta lo han comparado con Fujimori, llamando“Fujimorazo” al autogolpe de Venezuela. Incluso El Comercio se prestó a la comparsa progresista que pretendía justificar el zarpazo chavista comparándolo con el 5 de abril de 1992.
Es conveniente revisar los casos de Venezuela y el del 5 de abril de 1992 para aclarar algunas cosas. En Venezuela se vive un problema de descomposición institucional, política, social y económica sin precedentes desde hace década y media, con serios cuestionamientos a la legitimidad del gobierno, sin embargo, con todo lo grave que es esa situación, ni siquiera se acerca a lo que padecíamos en el Perú en 1990. En Venezuela hay presos políticos, medios cerrados y prensa extranjera expulsada. En el Perú teníamos muertos a diario por la guerra terrorista de izquierda. En el Perú el escollo máximo para la vida nacional no era el gobierno que trataba por todos los medios de dar solución a los problemas, sino el Congreso que se dedicó a oponerse y obstruir grotescamente todos los actos del gobierno. Así que no hay punto de comparación. Además, Fujimori suspendió el Congreso pero convocó de inmediato a nuevas elecciones para cambiar la Constitución que era retrógrada e inviable. Estas elecciones se llevaron a cabo y en menos de un año ya había un nuevo parlamento instalado con representantes de todos los partidos. La vida democrática se normalizó en menos de un año. El resto es cuento.
En Venezuela el gobierno socialista no hace nada para enfrentar la crisis porque ellos son los causantes de la crisis. El origen de la crisis se llama socialismo y no quieren cambiar. Todo lo que hacen es endeudarse más. Por ello el parlamento de oposición acusó a Nicolás Maduro de abandono del cargo, pues no toma ninguna medida destinada a solucionar los graves problemas del país. Es todo lo contrario a lo que ocurrió en el Perú.
Al revés de lo que sucede hoy en Venezuela, el Congreso peruano de 1992 se esforzaba por destituir al presidente quitándole todas sus atribuciones constitucionales mediante una oprobiosa "Ley de Control de los Actos del Presidente". Es decir, el Congreso fue el primero que le dio un golpe al presidente. Era una guerra abierta por el poder en medio del desastre del país. Los partidos Fredemo y Apra se unieron para sacar a Fujimori, mientras el país caía en manos del terrorismo. De eso nadie quiere hablar ni lo mencionan jamás. Así que no hay forma de comparar ambas situaciones.
No han faltado los clásicos ayayeros de Maduro en la izquierda nacional, que en lugar de condenar el golpe en Venezuela se han dedicado a pregonar el fujimorazo. Veronika Mendoza ha dicho que se ha roto el “equilibrio democrático” como si hubiera existido algún equilibrio en un país donde los líderes opositores están presos o expulsados del país, y donde el parlamento ya había sido colocado de lado por el Tribunal Supremo de Justicia, cancelando sus leyes. Ollanta Humala y Nadine Heredia por su parte han decidido mirar al techo. La llamada del embajador peruano en Caracas ha sido una medida acertada y ejemplar al nivel de toda Latinoamérica. Ya es hora de ver caer al sátrapa llanero.
El socialismo ha convertido a la rica Venezuela en un país miserable e inviable, con gente que literalmente no tiene qué comer. Claro que nunca faltan los rojos fanáticos tratando de defender lo indefendible. Haciendo gala de su habitual estulticia justifican al dictador chavista y hasta lo han comparado con Fujimori, llamando“Fujimorazo” al autogolpe de Venezuela. Incluso El Comercio se prestó a la comparsa progresista que pretendía justificar el zarpazo chavista comparándolo con el 5 de abril de 1992.
Es conveniente revisar los casos de Venezuela y el del 5 de abril de 1992 para aclarar algunas cosas. En Venezuela se vive un problema de descomposición institucional, política, social y económica sin precedentes desde hace década y media, con serios cuestionamientos a la legitimidad del gobierno, sin embargo, con todo lo grave que es esa situación, ni siquiera se acerca a lo que padecíamos en el Perú en 1990. En Venezuela hay presos políticos, medios cerrados y prensa extranjera expulsada. En el Perú teníamos muertos a diario por la guerra terrorista de izquierda. En el Perú el escollo máximo para la vida nacional no era el gobierno que trataba por todos los medios de dar solución a los problemas, sino el Congreso que se dedicó a oponerse y obstruir grotescamente todos los actos del gobierno. Así que no hay punto de comparación. Además, Fujimori suspendió el Congreso pero convocó de inmediato a nuevas elecciones para cambiar la Constitución que era retrógrada e inviable. Estas elecciones se llevaron a cabo y en menos de un año ya había un nuevo parlamento instalado con representantes de todos los partidos. La vida democrática se normalizó en menos de un año. El resto es cuento.
En Venezuela el gobierno socialista no hace nada para enfrentar la crisis porque ellos son los causantes de la crisis. El origen de la crisis se llama socialismo y no quieren cambiar. Todo lo que hacen es endeudarse más. Por ello el parlamento de oposición acusó a Nicolás Maduro de abandono del cargo, pues no toma ninguna medida destinada a solucionar los graves problemas del país. Es todo lo contrario a lo que ocurrió en el Perú.
Al revés de lo que sucede hoy en Venezuela, el Congreso peruano de 1992 se esforzaba por destituir al presidente quitándole todas sus atribuciones constitucionales mediante una oprobiosa "Ley de Control de los Actos del Presidente". Es decir, el Congreso fue el primero que le dio un golpe al presidente. Era una guerra abierta por el poder en medio del desastre del país. Los partidos Fredemo y Apra se unieron para sacar a Fujimori, mientras el país caía en manos del terrorismo. De eso nadie quiere hablar ni lo mencionan jamás. Así que no hay forma de comparar ambas situaciones.
No han faltado los clásicos ayayeros de Maduro en la izquierda nacional, que en lugar de condenar el golpe en Venezuela se han dedicado a pregonar el fujimorazo. Veronika Mendoza ha dicho que se ha roto el “equilibrio democrático” como si hubiera existido algún equilibrio en un país donde los líderes opositores están presos o expulsados del país, y donde el parlamento ya había sido colocado de lado por el Tribunal Supremo de Justicia, cancelando sus leyes. Ollanta Humala y Nadine Heredia por su parte han decidido mirar al techo. La llamada del embajador peruano en Caracas ha sido una medida acertada y ejemplar al nivel de toda Latinoamérica. Ya es hora de ver caer al sátrapa llanero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario