Por: Richard O. Campos Villalobos.
Por la educación, la dignidad, la moral, la democracia, la gratuidad, etc. Es lo que dicen carteles y voces del grupo de infantes –usaré esta palabra para retratar la actitud – que marcharon dizque para defender el “derecho” a una educación de calidad y en favor del ministro de educación Jaime Saavedra. Lo que no han entendido estos infantes son tres cosas: 1) La educación no es ningún “derecho” sino un acto voluntario por el que el individuo adquiere los conocimientos que considera necesarios para sus fines particulares. Por tanto, no tiene qué ser necesariamente gratis ni tampoco tiene que ser provista por el Estado,ni mucho menos por organizaciones religiosas, pues resulta obvio que los fines del individuo libre no pueden ser los mismos que los del Estado o la Iglesia. Toda educación a manos del Estado o la Iglesia conduce a la manipulación, la esclavitud y la sumisión social, como podemos observar en Cuba y Corea del Norte en su máxima expresión. Por definición no hay dos cosas más alejadas una de la otra que el Estado y la educación de calidad, a menos que el Estado solo provea financiamiento.
2) Una verdadera educación de calidad tendría que estar alejada de toda forma de ideología, sea social, estatista o religiosa. La educación de calidad debería cuestionar dogmas de todo tipo, como las que propalan iglesias y partidos. Por ejemplo, las idolatrías de todo tipo, el consabido estatismo, la melosa pobretología, el colectivismo y las tradicionales poses demagógicas en contra del lucro y la iniciativa privada. 3) Estos infantes marchantes no entienden que solo sirven a los intereses de viejos políticos a los que nada les interesa ya la educación de los niños, tampoco la calidad de la universidad pública donde muchos de ellos medran hace años. Y no les interesa porque sus hijos -y hasta ellos mismos- estudian en universidades privadas e incluso del extranjero.
De lo que se trata acá es de seguir confrontando al fujimorismo por aversión ideológica y trauma político de las izquierdas. No es nada más que eso. Estos sectores andan empeñados en contrariar al grupo parlamentario fujimorista, pues están angustiados y picones porque son mayoría absoluta en el Congreso con 72 votos, mientras que las izquierdas apenas cosecharon 20 parlamentarios. La izquierda no soporta que el fujimorismo sea mayoría y aprovecha la fama de Saavedra para apoyarlo y seguir con su afán de combatir al fujimorismo sea por lo que sea. Esto ha quedado corroborado en la marcha pro Saavedra (enmascarada como "a favor de la educación") pero que al final acabo en otra marchita anti Keiko. De eso se trata todo.
La irracionalidad, el fanatismo, el sectarismo y la violencia son características tradicionales de la izquierda, y siempre andan detrás de la ingenuidad de los jóvenes, quienes históricamente han servido como carne de cañón de la izquierda, incluyendo al terrorismo. La izquierda manipula mentalmente a los jóvenes con cuentos como “si no apoyas a Saavedra estás en contra de la educación”, “no te interesa el futuro de la educación”, “eres defensor de las universidades basura”, etc. Como si las políticas educativas dependieran de un ministro y no del gobierno y de su plan educativo. Les han metido a la cabeza el cuento de que Saavedra es indispensable. Luego marchan creyendo que defienden la educación cuando solo están allí para enfrentar al fujimorismo, que es la bestia negra de la izquierda.
Para darle el capítulo final a esa telenovela que el griterío caviar armó con eso de la interpelación al ministro de Educación, solo diré puntualmente que el cierre del Congreso es una medida extrema contemplada en nuestra Constitución para evitar el obstruccionismo desde el Congreso. No viene a cuento que el gabinete exija cuestión de confianza por un ministro. Es absurdo. Eso solo corresponde por cuestiones del accionar político del gobierno, como por ejemplo el presupuesto nacional. Es ridículo que el premier coloque en la guillotina la cabeza de todo su gabinete por la suerte de un ministro. Pero es lo que alentaba la jauría rabiosa del antifujimorismo callejero y mediático, solo para regocijarse con la posibilidad de la disolución del Congreso. A ese nivel de perversión mental llegan estos sectores enfermos del antifujimorismo salvaje.
Por la educación, la dignidad, la moral, la democracia, la gratuidad, etc. Es lo que dicen carteles y voces del grupo de infantes –usaré esta palabra para retratar la actitud – que marcharon dizque para defender el “derecho” a una educación de calidad y en favor del ministro de educación Jaime Saavedra. Lo que no han entendido estos infantes son tres cosas: 1) La educación no es ningún “derecho” sino un acto voluntario por el que el individuo adquiere los conocimientos que considera necesarios para sus fines particulares. Por tanto, no tiene qué ser necesariamente gratis ni tampoco tiene que ser provista por el Estado,ni mucho menos por organizaciones religiosas, pues resulta obvio que los fines del individuo libre no pueden ser los mismos que los del Estado o la Iglesia. Toda educación a manos del Estado o la Iglesia conduce a la manipulación, la esclavitud y la sumisión social, como podemos observar en Cuba y Corea del Norte en su máxima expresión. Por definición no hay dos cosas más alejadas una de la otra que el Estado y la educación de calidad, a menos que el Estado solo provea financiamiento.
2) Una verdadera educación de calidad tendría que estar alejada de toda forma de ideología, sea social, estatista o religiosa. La educación de calidad debería cuestionar dogmas de todo tipo, como las que propalan iglesias y partidos. Por ejemplo, las idolatrías de todo tipo, el consabido estatismo, la melosa pobretología, el colectivismo y las tradicionales poses demagógicas en contra del lucro y la iniciativa privada. 3) Estos infantes marchantes no entienden que solo sirven a los intereses de viejos políticos a los que nada les interesa ya la educación de los niños, tampoco la calidad de la universidad pública donde muchos de ellos medran hace años. Y no les interesa porque sus hijos -y hasta ellos mismos- estudian en universidades privadas e incluso del extranjero.
De lo que se trata acá es de seguir confrontando al fujimorismo por aversión ideológica y trauma político de las izquierdas. No es nada más que eso. Estos sectores andan empeñados en contrariar al grupo parlamentario fujimorista, pues están angustiados y picones porque son mayoría absoluta en el Congreso con 72 votos, mientras que las izquierdas apenas cosecharon 20 parlamentarios. La izquierda no soporta que el fujimorismo sea mayoría y aprovecha la fama de Saavedra para apoyarlo y seguir con su afán de combatir al fujimorismo sea por lo que sea. Esto ha quedado corroborado en la marcha pro Saavedra (enmascarada como "a favor de la educación") pero que al final acabo en otra marchita anti Keiko. De eso se trata todo.
La irracionalidad, el fanatismo, el sectarismo y la violencia son características tradicionales de la izquierda, y siempre andan detrás de la ingenuidad de los jóvenes, quienes históricamente han servido como carne de cañón de la izquierda, incluyendo al terrorismo. La izquierda manipula mentalmente a los jóvenes con cuentos como “si no apoyas a Saavedra estás en contra de la educación”, “no te interesa el futuro de la educación”, “eres defensor de las universidades basura”, etc. Como si las políticas educativas dependieran de un ministro y no del gobierno y de su plan educativo. Les han metido a la cabeza el cuento de que Saavedra es indispensable. Luego marchan creyendo que defienden la educación cuando solo están allí para enfrentar al fujimorismo, que es la bestia negra de la izquierda.
Para darle el capítulo final a esa telenovela que el griterío caviar armó con eso de la interpelación al ministro de Educación, solo diré puntualmente que el cierre del Congreso es una medida extrema contemplada en nuestra Constitución para evitar el obstruccionismo desde el Congreso. No viene a cuento que el gabinete exija cuestión de confianza por un ministro. Es absurdo. Eso solo corresponde por cuestiones del accionar político del gobierno, como por ejemplo el presupuesto nacional. Es ridículo que el premier coloque en la guillotina la cabeza de todo su gabinete por la suerte de un ministro. Pero es lo que alentaba la jauría rabiosa del antifujimorismo callejero y mediático, solo para regocijarse con la posibilidad de la disolución del Congreso. A ese nivel de perversión mental llegan estos sectores enfermos del antifujimorismo salvaje.
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