Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La política peruana muestra un escenario completamente diferente en estos días. Lo que hemos visto recientemente es un tira y afloja entre el gobierno y el legislativo, en torno al pedido de facultades legislativas hechas por el gobierno al Congreso. Tras veinte días de negociación y debate el resultado final ha sido satisfactorio para ambos y para el país. De esto es que trata exactamente la política: negociar, razonar, discutir exponiendo argumentos, hasta llegar a un consenso. Debemos expresar nuestra satisfacción por el modo cómo se han conducido tanto los representantes del gobierno como los congresistas de los partidos que han participado en estos debates con la madurez requerida.
No cabe ninguna duda de que este Congreso es infinitamente superior a los dos anteriores, que fueron infectados por el nacionalismo humalista con toda clase de improvisados de baja estofa, sin dejar de lado la responsabilidad de otros partidos por los personajes faranduleros que llevaron en sus filas. En este Congreso vemos gente más preparada y dialogante, lo cual no impide exabruptos y pataletas muy aisladas. Esperemos que este parlamento detenga la mala costumbre de dar leyes tontas con el habitual refrito de "defender" a determinados grupos como los consumidores, trabajadores o mujeres, o combatir males sociales como la obesidad, el bullying o la violencia. Para eso no sirven las leyes, y menos si junto con la ley se crea un organismo burocrático salvador. Esa es la fórmula del fracaso. Las leyes deben concentrarse en el propio accionar del Estado.
Pero volviendo al tema, el cambio que apreciamos en la política peruana es notable porque resulta un hecho histórico, pues es la primera vez que un gobierno que no tiene mayoría en el Congreso puede gobernar sin sobresaltos. Las experiencias de Congresos dominados por la oposición han sido desastrosas. Empecemos recordando la coalición APRA-UNO de 1963 que le hizo la vida imposible a Fernando Belaúnde en su primer gobierno, lo cual facilitó el golpe del general Juan Velasco Alvarado, con las funestas consecuencias que eso acarreó para el país en los siguientes 25 años. En 1980 Fernando Belaunde alcanzó mayoría propia en el Congreso, lo mismo que Alan García en 1985 y ambos pudieron hacer un gobierno a su manera. Hasta que llegó 1990 y Alberto Fujimori quedó en minoría frente a un Congreso opositor dominado por el FREDEMO y el APRA, que le hicieron la vida imposible a Fujimori, llegando a dar la "ley de control parlamentario de los actos del presidente", que motivó el golpe del 5 de abril de 1992. En buena cuenta, se trató de un contragolpe.
Desde entonces no se ha producido el caso de un Congreso mayoritariamente opositor. Tanto Toledo como García supieron sellar pactos políticos para ganar espacio en el parlamento. Ollanta Humala no tuvo mucho apoyo en el Congreso por su incapacidad para hacer política, pues la concebía como una guerra permanente con los demás, pero su pérdida de apoyo se hizo más notoria hacia la segunda mitad de su mandato. De todos modos el humalismo no fue un gobierno con muchas iniciativas. Algunas de sus leyes fueron derogadas y hasta ningunearon a uno de sus gabinetes. Acabó con un mal sabor en los labios y salió con el rabo entre las piernas. De hecho hubo consenso en apoyarlo para que termine su mandato legal y se vaya.
Pero hoy tenemos un gobierno políticamente débil en el Congreso, al menos en apariencia numérica. Es la tercera fuerza en el Congreso con solo 18 representantes, algunos de los cuales incluso no parecen muy convencidos de su filiación. Pero eso no les hace mella frente a la calidad de algunos de sus miembros. En política no solo cuenta el número sino también la calidad de los representantes como lo demostró el APRA en el período anterior, en que con solo cuatro congresistas se bastaron Mauricio Múlder y Velasquez Quesquén para hacer bailar a toda la recua nacionalista. Pese a su escaso número, Peruanos por el Kambio tiene gente de mucho oficio, recorrido político y sapiencia. No se van a dejar pisar el poncho, de manera que el panorama pinta muy interesante.
Esperemos que todo esto redunde en una mayor madurez de nuestra clase política y ojalá derive en la consolidación de dos o tres grupos políticos firmes. La nota discordante, sin embargo, corre por cuenta de la siempre nefasta izquierda peruana, no solo al interior del Congreso, en donde no atan ni desatan, votando a favor de la dictadura de Venezuela, por ejemplo, o contra la presencia de tropas norteamericanas en el Perú. El delirio mental de la izquierda se aprecia en su mayor magnitud fuera del Congreso, en la prensa progresista que, lejos de aportar o informar objetivamente, sigue en su guerrita estúpida contra el fujimorismo. Desde el principio se mostraron como agoreros del desastre, pronosticando una oposición fujimorista radical, repitiendo refritos como "siguen con la sangre en el ojo". Cuando el Congreso, en el cabal ejercicio de sus funciones constitucionales, decidió revisar en detalle el pedido de facultades del Ejecutivo, el progresismo cacareó en grandes titulares que ya se venía la guerra del fin del mundo, que el fujimorismo le haría la vida imposible a PPK y otras estupideces por el estilo.
Connotados columnistas del progresismo no hacen otra cosa que seguir en su patológica batalla contra el fujimorismo. Para ellos la vida se ha detenido en los 90. La caviarada oenegienta sigue alentando juicios por casos de hace 30 años. De eso viven estos buitres. El antifujimorismo se ha convertido en un credo, una pose y hasta en un gran negocio del progresismo, aunque no podemos negar la posibilidad de una enfermedad mental. Tienen el mercado de los siempre desinformados pulpines atraídos por el progresismo en esa etapa de su vida. En todo caso, el antifujimorismo salvaje de la izquierda es un cáncer de la política peruana que ya sería bueno extirpar. Son como un gran tumor purulento que destila su pus visceral y apestoso en cada columna diaria. No sirven para nada, salvo para que esa masa de extraviados mentales, socialconfusos y onanistas pulpines siga disfrutando del bullying al fujimorismo. El Perú ya no está para esas cosas, no necesitamos seguir patinando en el fango en el que se revuelcan los cerdos de la izquierda patológica antifujimorista. Todo el país ha cambiado. El terrorismo de la izquierda fue derrotado hace 20 años y sería bueno que ya dejen de vivir de la venganza, dejen de escribir con la sangre en el ojo, pasen la página. Hoy la política es otra y diferente.
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