Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Como dicen por allí: "solo Dios y los idiotas no cambian". Y lamentablemente el mundo está lleno de idiotas. Por eso vemos cometer una y otra vez los mismos errores sin aprender de las lecciones del pasado y de la sabiduría acumulada. Si hay algo que todos debemos aprender desde la escuela es que con la izquierda no se negocia. Y menos con la izquierda terrorista. Nunca hay nada que ganar en un diálogo con terroristas. En primer lugar porque ellos no tienen moral y nunca cumplen su palabra; en segundo lugar, porque cada vez que entran a dialogar lo hacen porque están débiles y ven que pueden ganar tiempo y fortalecerse. Ambas cosas las han hecho las FARC negociando con los sucesivos gobiernos colombianos en los últimos 25 años: han incumplido su palabra reiteradas veces y se han fortalecido ganado territorios ante la debilidad del Estado y su democracia boba.
No se puede negociar con terroristas que secuestran civiles inocentes para usarlos como escudos humanos y objetos de chantaje y negociación. El Estado no puede sentarse a dialogar de igual a igual con delincuentes que no tienen respeto por la ley ni por el Estado de derecho. Cada vez que el Estado de Colombia se sentó a dialogar con las FARC acabó perdiendo y las FARC ganando. ¿Es o no es cierto esto? Todas las concesiones que el Estado de Colombia les concedió a las FARC no sirvieron para su arrepentimiento sino para su fortalecimiento. Y es que, entiéndanlo de una buena vez: con la izquierda no se negocia, cualquiera sea su pelaje. Ni siquiera con el cuento de "lograr la paz". La única paz que podemos ofrecerles a los terroristas es la paz de los sepulcros. Y nada más.
Afortunadamente el pueblo de Colombia, mayoritariamente, le dijo que no al vergonzoso pacto de impunidad que el presidente Santos le extendió a Timochenko y su banda de terroristas de montaña, con la asesoría del decadente líder del comunismo cubano. Los acuerdos de Santos y las FARC pasarán a la historia de la estupidez política porque eran toda un acta de rendición total del Estado de Colombia ante los terroristas de las FARC, una de las más anacrónicas de Latinoamérica. Un pacto que no solo les ofrecía impunidad por sus crímenes sino que, además, les garantizaba presencia en el Congreso de la República. Así como lo leen: los terroristas estarían si o si en el Congreso, aunque la gente no los vote. ¿Se puede ser más imbécil otorgando gollerías a los terroristas?
Además de todo eso, el Estado de Colombia tenía que mantener a los terroristas de las FARC con dinero público y entregarles grandes extensiones de territorio para que sigan utilizándolos como sus feudos para el narcotráfico. En fin, cuesta mucho enumerar los disparates que Juan Manuel Santos les había concedido a estos terroristas que ni siquiera se habían arrepentido. Peor aun, estaban disminuidos. De lo contrario jamás se habrían sentado a negociar "la paz", como la llaman con cinismo. Lo cierto es que Alvaro Uribe fue el único presidente que tuvo pelotas para enfrentar a los terroristas de las FARC desde el primer día de su mandato. Esto lo supieron por anticipado los terroristas que hicieron lo posible por fastidiar esas elecciones amenazando a la población y quemando urnas. Pero el triunfo de Uribe fue tan arrollador que ganó en primera vuelta.
El resultado de la política de Álvaro Uribe frente a los terroristas de las FARC y ELN significó la derrota de estos en varios frentes. Además sus principales líderes fueron eliminados, como Raúl Reyes, o se murieron de viejos, como Manuel Marulanda. Por desgracia no le permitieron a Alvaro Uribe ejercer un tercer período que, sin ninguna duda, habría significado la derrota total de las FARC sin condiciones. En su lugar asumió el mando el angelical Juan Manuel Santos, mamerto de finos modales y extraños vínculos, quien lejos de continuar la lucha frontal contra el terrorismo prefirió sentarse a negociar. Pero Santos hizo más que negociar: se entregó a las FARC con los pantalones abajo. Simplemente resulta inconcebible la cantidad de concesiones que le otorgó a las FARC. Para colmo, impuso un plebiscito con el curioso requisito del 13% para aprobar el acuerdo. Igual perdió.
Lo que hoy vemos es no solo la sorpresa absoluta de las FARC y sus seguidores dentro y fuera de Colombia, que asumían una victoria segura en el plebiscito, tras las manipulaciones descaradas de la publicidad y hasta de las encuestas a favor del acuerdo. Lo que vemos es lo mismo de siempre: el descaro de Timochenko declarando que no interesa el resultado del plebiscito. Según su entender el pacto de impunidad y gollerías a favor de las FARC está consolidado jurídicamente. A este terrorista no le interesa la voluntad del pueblo cuando se trata de un plebiscito, pero tiene el cuajo de llamarse "ejército del pueblo" y vender la tesis de que defienden al pueblo. ¿De quién es que defienden al pueblo de Colombia las FARC? Si los principales enemigos de la paz de los colombianos han sido estos delirantes y trasnochados terroristas de la izquierda anacrónica, que solo puede tener como padrinos a los comunistas fracasados de Cuba. Ya es hora de mandar al basurero de la historia a las FARC y a los comunistas de toda Latinoamérica. ¡Gracias Colombia!
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