Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El panorama electoral es un desastre. Parece que hubiera sido afectado por el fenómeno del Niño, pero no, en realidad es un desastre en el que varios tienen la culpa: el Congreso por demorar las reformas y darlas a última hora, el gobierno por tardar en la convocatoria de elecciones, los partidos por presentarse en masa el último día del plazo y, por último, las autoridades electorales que se han visto rebasadas en su labor, pero también por su falta de decisión jurídica oportuna y firme. Es claro que les ha temblado la mano para adoptar una decisión dura y atípica. Por ahora seguimos en el limbo electoral y con candidatos macerándose en salmuera. ¿Qué hacer?
Lo primero es dejar de decir estupideces, como que hay un fraude en ciernes. Nadie se ha inventado las faltas del señor Julio Guzmán y su partido fantasma. Son ellos mismos los que cometieron la imprudencia de modificar sus estatutos a la última hora y hacerlo mal. También se han tomado sus tiempos en cada etapa de la gestión desde que el ROP les hizo las observaciones a principios de diciembre, mucho antes de que Guzmán apareciera en las encuestas. O sea, el problema es real. Nadie lo ha inventado. Acá no hay fraude, no hay mano negra, solo mano temblorosa. No hay veto alguno, como sostienen con audacia pero con gran irresponsabilidad distinguidos opinólogos.
Otra actitud bastante infantil es opinar que deberían dejarlos participar a Guzmán y Acuña para que les ganen en la cancha. Es decir, la criollada: dejemos de lado la ley. ¿Qué es eso de andar fijándose en los reglamentos? El psicoanalista Jorge Bruce lo ha llamado "fetichismo legal". Puede que ellos tengan esa actitud personal pero no se le puede exigir eso a las instituciones encargadas de aplicar la ley y hacer respetar las normas. Realistamente, no podemos salirnos del marco de la ley. Así que esa clase de opiniones también resultan bastante inapropiadas.
Hay otro grupo de opinantes intermedios que pretenden esquivar la ley disimuladamente, dicen que se debe ver más allá de la ley, interpretar el espíritu de la ley, apoyarnos en el mandato constitucional. Esta puede ser una opción jurídica válida, dentro del relativismo legal que caracteriza a cierto tipo de magistrados, como los que apelaron a la "autoría mediata" para clavarle 25 años a Fujimori. Tal vez al final tengamos esa extraña solución.
También deberíamos ver más allá del proceso electoral. Hay que mirar la institucionalidad democrática del país y los riesgos que corremos al abrirles paso a aventureros. La idea general que ha venido primando hace diez años es precisamente reforzar la institucionalidad de la democracia fortaleciendo los partidos y regulando la participación electoral con más cuidado. De eso se trata finalmente. Acá no hay candidatos vetados sino faltas al debido proceso. El señor Julio Guzmán es un hombre joven que puede volver a postular 6 veces más hasta alcanzar la edad de PPK. Nadie lo ha vetado como candidato. Su proceso de inscripción está viciado. Eso es lo que pasa.
Incluso en un campeonato de barrio existen normas. Los equipos para competir tienen que presentarse completos y bien uniformados. Si el árbitro le saca tarjeta roja a un jugador, hay que acatar la decisión. Así son las reglas del juego y todos debemos cumplirlas. Con mayor razón si se trata de un proceso electoral para elegir a las máximas autoridades del país. Esperemos que la cordura primer entre los magistrados y también entre los participantes, si es que finalmente son retirados. No necesitamos enturbiar más este proceso con marchistas de protesta ni acusaciones de fraude, ni mucho menos anunciando falta de legalidad al próximo gobierno, que es el mayor disparate que he leído. Tienen que tomarse su valeriana varios, incluyendo periodistas.
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