Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El país vuelve a ser víctima de una de sus peores flaquezas: la falta de institucionalidad. No solo porque la mayoría de los llamados "partidos políticos" en competencia son solo combis electorales, sino porque, además, las entidades creadas para velar por la institucionalidad de los partidos tampoco están a la altura de sus funciones. No tenemos autoridades capaces de tomar decisiones para hacer cumplir las leyes y asumir las consecuencias con hombría. Por eso no podemos retirar de las calles las combis de transporte público y tampoco las combis electorales que se arman en cada campaña. Nos llenamos alegremente de leyes y reglamentos pero carecemos de autoridades, instituciones e institucionalidad. Seguimos siendo un pobre país informal del tercer mundo.
Todo esto viene a colación por el sancochado jurídico generado por la resolución del Jurado Electoral Especial, que le ha perdonado las faltas al candidato de la improvisación, Julio Guzmán y su combi morada, dándole un nuevo plazo para subsanarlas, como si tuviera alguna corona. Más que corona es evidente que cuenta con un poderoso entorno de progresistas que ha presionado desde diferentes medios al JEE. Bastaría leer los artículos publicados en esta semana, patéticamente coronados por el sumo sacerdote del progresismo nacional, Gustavo Gorriti, quien se puso a llorar a moco tendido en su columna de Caretas, haciendo una pataleta de niño engreído porque no le gustan las normas. Como buen progre, afirma que la "voluntad popular" está por encima del Estado de derecho. Solo falta que salgan a tomar las carreteras y a encender llantas. Así es como el progresismo consigue imponer sus puntos de vista. Y lo han hecho una vez más.
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