Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El ciclo de conferencias en la ONU ha desatado una verdadera competencia retórica en torno a la pobreza. Desde el papa Francisco hasta el presidente Obama, diversos líderes han posado como luchadores sociales instando al mundo a derrotar la pobreza, como si se tratara de algún transformer extraterrestre causando estragos en el planeta. En realidad se trata de una mera pose. Olvidan que la pobreza ha venido reduciéndose dramáticamente en el último siglo. Pero lo más grave es que al parecer ignoran cómo se logró tal hazaña; en consecuencia, lo que proponen es eliminar las condiciones que hicieron posible ese logro haciéndolas responsables por los pobres que aun quedan.
De acuerdo a los informes del Banco mundial, en 1980, en pleno auge del socialismo, poco más de la mitad de la gente en los países subdesarrollados vivía en extrema pobreza. Para el 2010, con el comunismo derrotado, esta cifra se redujo al 20%, pese a que la población aumentó en 60%. Esta tremenda reducción tiene su explicación básicamente en el cambio de giro global tras la caída del comunismo, y el ingreso de China en el concierto de la economía mundial, junto a otros países emergentes que se alinearon en la senda del libre mercado, y en particular los llamados "tigres del Asia".
Según el informe del BM titulado “The State of the Poor: Where are the Poor and Where are the Poorest?” entre la última década del siglo pasado y la primera del presente siglo se logró una reducción de 17% en África. "En la región de América Latina y el Caribe, después de permanecer estable en aproximadamente el 12% durante las dos últimas décadas del siglo XX, la pobreza extrema se redujo a la mitad entre 1999 y 2010 y ahora se sitúa en el 6%". Según este y todos los estudios la reducción de la pobreza ha sido una constante en todo el mundo, especialmente desde el inicio de la industrialización y el boom de la tecnología y la ciencia en el siglo XX.
Entre las causas que detuvieron el progreso de la humanidad y la reducción de la pobreza debemos mencionar al comunismo que, cual plaga bíblica, asoló gran parte del mundo durante el siglo pasado. Ninguna nación bajo la férula del comunismo logró desarrollarse ni reducir la pobreza; por el contrario, la incrementaron. En el otro extremo, países que se hundían en la miseria a mediados del siglo pasado, como Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong, lograron el milagro del desarrollo gracias a la fórmula de la libertad económica y su apertura a los mercados mundiales, manteniéndose al margen de los experimentos socialistas y lejos de la dominación ideológica de los gigantes del comunismo mundial como los fueron la URSS y China.
Entre las causas que detuvieron el progreso de la humanidad y la reducción de la pobreza debemos mencionar al comunismo que, cual plaga bíblica, asoló gran parte del mundo durante el siglo pasado. Ninguna nación bajo la férula del comunismo logró desarrollarse ni reducir la pobreza; por el contrario, la incrementaron. En el otro extremo, países que se hundían en la miseria a mediados del siglo pasado, como Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong, lograron el milagro del desarrollo gracias a la fórmula de la libertad económica y su apertura a los mercados mundiales, manteniéndose al margen de los experimentos socialistas y lejos de la dominación ideológica de los gigantes del comunismo mundial como los fueron la URSS y China.
De manera que la pobreza se puede derrotar y la receta no es un misterio. Sin embargo, quienes hoy van al foro de la ONU a posar como luchadores sociales llorando por la pobreza mundial, son los mismos que defienden el modelo del fracaso económico y condenan la fórmula del desarrollo. No nos dejemos engañar por los discursos a favor de la pobreza. Quienes se rasgan las vestiduras por la pobreza son los mismos que condenan la libertad económica, los mercados libres y la integración global, y por lo tanto están promoviendo la miseria. Quienes acusan al mundo libre de sostener un "orden injusto" son los mismos que defendían la injusticia del totalitarismo comunista que aplastaba seres humanos y que hoy siguen callando frente a Cuba, Corea del Norte y Venezuela, países donde la retórica de la pobretología y la dominación de los ideólogos del mundo justo, han generado miseria en un ambiente de restricción de la libertad.
En el Perú no somos ajenos a estas poses plañideras de la pobretología mundial. El presidente Ollanta Humala también es un digno representante de estos llorones por los pobres. También se ha parado en el podio de la ONU para recitar sus logros en la inclusión social, sin mencionar que gracias a su charlatanería de la inclusión ha logrado frenar el desarrollo económico del país, iniciando el retroceso. También el Perú logró despegar apenas tiramos a la basura el esquema socialista de Velasco Alvarado, con cientos de empresas públicas ineficientes y deficitarias, y con un Estado metido de cabeza en la economía como el gran regulador.
El despegue peruano que varios han llamado afuera "el milagro peruano" se dio cuando se redujo el Estado, se privatizaron los servicios públicos, se liberó la economía, se abrieron los mercados y permitimos que llegaran las inversiones sin ningún tipo de restricciones. En menos de 20 años logramos reducir la pobreza de casi la mitad al 23%. Pero la demagogia de los pobretólogos que en lugar de ocuparse del desarrollo solo se preocupan de los pobres, está cambiando las condiciones del desarrollo, tal como viene ocurriendo también en Chile, a cargo del comunismo instalado en el poder con Michelle Bachelet de aliada.
La demagogia es un mal endémico en Latinoamérica. Los charlatanes de la izquierda fracasada no se cansan de condenar la libertad y el libre mercado porque los odian. En el colmo de la ignorancia, culpan al libre mercado de la pobreza y la exclusión. Pretenden un mundo regulado, una sociedad de ovejas dirigidas por un Estado poderoso donde una casta de burócratas iluminados planifica la vida de todos por igual, velando por nuestras necesidades luego de eliminar esa molesta libertad para decidir que tenemos los ciudadanos. Es el camino al fracaso y a la miseria que ya conocemos en el mundo socialista. Es lo que quieren los charlatanes luchadores contra la pobreza. No debemos permitir que los demagogos de la pobreza nos hagan retroceder eliminando las virtudes del libre mercado, la libertad y la integración. Hay que salirles al frente, darles cara y desenmascararlos como farsantes.
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