Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El progresismo está de fiesta celebrando la re reelección de Evo Morales a la presidencia de la República de Bolivia. Hoy salieron todos a saludar su triunfo. El Twitter ha estado con harto tráfico porque hasta los más calladitos enviaron efusivos mensajes afirmando que Evo es un ejemplo de que la izquierda democrática existe y que es capaz de gobernar con éxito. En fin, no hace falta repetir los elogios progresistas. Pero si es conveniente responderles. Siempre hace falta bajarlos a tierra firme y mostrarles la realidad sin discursos ni maquillaje.
Lo primero que debemos notar es la incoherencia progresista que aplaude las re-reelecciones de sus congéneres en Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia pero cuestiona con severidad la reelección de Alberto Fujimori llamando "dictadura" a su gobierno. ¿Cuál es la diferencia? Ninguna. Salvo que el progresismo suele tener su encanto y resultan fotogénicos a la hora de posar. Al igual que Fujimori, los regímenes progresistas latinoamericanos modificaron sus respectivas constituciones (incluso más de una vez con sucias artimañas) para poder reelegirse. En Ecuador acaban de aprobar la reelección indefinida, así que tenemos Rafael Correa para rato, si es que tiene la salud de Fidel Castro.
Pero las re reelecciones progresistas nunca serán cuestionadas por la izquierda local, como tampoco lo son el copamiento de las instituciones ni el atropello a la prensa libre. Solo es digno de condena las maniobras montesinistas de la prensa chicha, pero no el hostigamiento al grupo Clarín o el cierre de medios en Venezuela, la amenaza a los periodistas en Ecuador, etc. Todo lo que hacen los progres está bien y es aplaudido. Incluso aplauden la salvaje represión a las manifestaciones públicas de reclamo en Venezuela, con muertos, heridos y presos políticos. Acá en cambio siguen exigiendo juicios por el baguazo.
Evo Morales cambió la Constitución a las patadas, ignorando el punto de vista de la oposición y saltándose las más mínimas formas democráticas. Y luego lo arregló todo a punta de referendum. Es decir, siguió la escuela de Hugo Chávez, Hitler y Musolini.
Por otro lado el progresismo cacarea demasiado el éxito del gobierno de Evo. Veamos esto por partes. En primer lugar el crecimiento sorprendente de Bolivia se inicia el 2006, apenas Evo toma el poder. Y esto es gracias a que se le condona gran parte de su deuda. Poco después suben los precios de los minerales y de la soja y esto mejora la situación sin que Evo haga nada. Todavía es pronto para ver los efectos de sus nacionalizaciones. Al menos el sector energético sigue siendo manejado por los brasileros y es por ahora su principal ingreso. Casi el 75% de las exportaciones bolivianas dependen de los hidrocarburos, minerales y soja. Mientras los precios se mantengan es difícil que Bolivia entre en crisis. Evo tiene para rato.
La popularidad de Evo se debe a la misma fórmula de todos los populistas: regalar dinero al pueblo. Lo que nadie menciona es que el gasto social en Bolivia ha crecido como una fiebre de ébola. Esto se debe a las políticas de subsidios y programas sociales. Por ejemplo, ahora en Bolivia todas las mujeres embarazadas gozan de un subsidio desde el quinto mes de embarazo. Luego del parto, tanto la madre como el niño gozan de otros apoyos sociales, además de que la mujer y su cónyuge gozan de irrestricta estabilidad laboral. Aparte, el Estado se hace cargo del sepelio de todos los bolivianos que mueren antes de los 19 años. Estos apoyos sociales bastan para que la inmensa mayoría de los bolivianos voten por Evo.
El gasto social ha mejorado los indicadores económicos, obviamente. Ahora los progresistas muestran los índices que señalan una reducción del 20% de la pobreza. Claro. Esto es como tener una enfermedad grave y gastar dinero en reducir los síntomas. Obviamente el paciente se sentirá mejor pero no estará curado. El día que les quiten los apoyos del gobierno la situación volverá adonde estaban. Y esto ocurrirá más temprano que tarde porque la felicidad del gasto público siempre tiene un final trágico. Entonces solo quedará sacar los tanques y los fusiles para contener a la población, tal como ocurrió en Cuba y como viene ocurriendo en Venezuela.
Ya a fines del 2010 Evo trató de eliminar los subsidios a la gasolina y al diesel que bordean el 80% de su precio. De inmediato la indiada se le fue encima y tuvo que retroceder y eliminar su decreto. Y es que Evo sabe muy bien que son los sindicatos y los campesinos los que acaban con el mandato de los presidentes en Bolivia. Evo mismo fue uno de los causantes de las últimas crisis políticas que sacaron del cargo a Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. De modo que prefirió seguir incrementando el gasto público y la deuda externa con la ayuda de su inseparable amigo Hugo Chávez, quien era el verdadero autor de muchas de las medidas que Evo dictaba, mientras seguía con el discurso de la soberanía y la independencia.
Hay otros indicadores que el progresismo oculta. Por ejemplo, hace una década que no hay exploraciones hidrocarburíferas en Bolivia a causa de su nueva legislación nacionalista. Otro indicador muy malo es que Bolivia, junto a Ecuador y Venezuela, son los países que menos inversión extranjera reciben, bordeando la nada. El progresismo tampoco menciona que Bolivia sigue siendo más dependiente que nunca de las actividades extractivas primario exportadoras que constituyen las tres cuartas partes de sus exportaciones. En poco tiempo empezará a notarse el deterioro invariable de los sectores recientemente nacionalizados, tal como ha ocurrido en Venezuela. Pero mientras tenga caja, Evo puede seguir alardeando de ser un presidente bondadoso y popular.
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