Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
El cerebro de todo progresista es bastante elemental. Su pensamiento gira siempre en torno al mismo monotema: "grupos de poder". Todo progresista vive convencido de que el mundo está acechado por grupos económicos, interesados en conquistar el poder para mantener a los pobres más pobres. Ellos serían los causantes de nuestra pobreza. Ese es el cuento que les contaron de niños y es en buena cuenta el fundamento del marxismo. Al rededor de esta lógica simplona (porque además de simple es burda) se estructura todo el pensamiento progresista. Cualquier tema será irremediablemente "analizado" mediante esa regla de tres simple progresista, desde la política económica hasta la minera, pasando por la educación y acabando en los medios. Siempre añadiéndole su clásica cháchara barata en torno a valores santificados como la dignidad y la justicia. Y listo. Así es como funciona todo cerebro progresista.
Debido a la precariedad de su pensamiento, los progresistas se ganaron el título de idiotas, apelativo que saltó a la fama cuando se publicó el "Manual del perfecto idiota latinoamericano", una obrita que en tono de sátira retrata exactamente cómo funciona el cerebro del típico idiota progresista latinoamericano que ve "grupos de poder" en todos lados, desde los EEUU y la CIA hasta las transnacionales o cualquier empresa importante. Siempre está condenando la acción de estos "grupos de poder" y culpándolos de todos los males. Y desde luego, se opone a todo lo que hagan. La única solución para enfrentar con éxito semejantes monstruos es convertir al Estado en otro monstruo. Solo el Estado poderoso podrá competir y derrotar a los grupos de poder. Más aun, en tanto que se trata de grupos de poder económico, solo el control de la economía por parte del Estado puede garantizar la derrota de tales grupos.
Demás está decir que la realización de los sueños progresistas provoca invariablemente desastres mayúsculos, muy semejantes al Apocalipsis. Los pueblos que tienen o han tenido la desdicha de ser gobernados por un delirante idiota progresista padecen los males, perversiones y miserias más dramáticas de la existencia humana. El mejor ejemplo de esto es sin duda la desdichada Venezuela chavista.
Para un progresista es imposible comprender cómo funciona realmente el mundo. Su incapacidad para entender la realidad lo lleva a creer en la estupidez de su ideología. Lo que vemos hoy en el debate en torno a la llamada "concentración de medios" es una grosera y viciosa repetición del mismo cuento progresista de toda la vida: grupos de poder que amenazan la libertad de expresión; ergo, el Estado como gran solución. No hay manera de hacerles entender que la única amenaza a la libertad proviene del Estado y que mientras haya libertad siempre se podrá publicar. Al final es el público el que, ejerciendo su libertad de elegir, decide qué periódico comprar, que canal ver, qué radio escuchar. Salvo el Estado, no existe otro poder que pueda impedir que la gente publique y compre los medios que quiera.
Para un progresista es imposible comprender cómo funciona realmente el mundo. Su incapacidad para entender la realidad lo lleva a creer en la estupidez de su ideología. Lo que vemos hoy en el debate en torno a la llamada "concentración de medios" es una grosera y viciosa repetición del mismo cuento progresista de toda la vida: grupos de poder que amenazan la libertad de expresión; ergo, el Estado como gran solución. No hay manera de hacerles entender que la única amenaza a la libertad proviene del Estado y que mientras haya libertad siempre se podrá publicar. Al final es el público el que, ejerciendo su libertad de elegir, decide qué periódico comprar, que canal ver, qué radio escuchar. Salvo el Estado, no existe otro poder que pueda impedir que la gente publique y compre los medios que quiera.
Lo curioso de todo esto es que Mario Vargas Llosa, otrora liberal y ex progresista converso, se ha sumado a la campaña de la "concentración de medios". No me cabe duda que sus odios mezquinos han eclipsado su inteligencia, no solo cuando prefirió apoyar al mamarracho de Ollanta Humala, secundado por toda la izquierda, sino cuando decidió renunciar a escribir en El Comercio porque este diario no apoyaba a su candidato. Haciendo todo un berrinche, MVLL se pasó a La República acusando al Comercio de ser parcializado, como si La República no lo fuera. Hoy es parte de la comparsa progresista que pide que el Estado meta la cuchara en los medios. Toda una hazaña de autodesprestigio intelectual.
En el 2007 MVLL elogió la aparición del libro "El regreso del idiota", el nuevo ensayo que analizaba a las nuevas generaciones de progresistas latinoamericanos. Entonces escribió: "Una década después, los tres autores vuelven ahora a sacar las espadas y a cargar contra los ejércitos de "idiotas" que ¡quién lo duda! en estos últimos tiempos, de un confín al otro del continente latinoamericano, en vez de disminuir parecen reproducirse a la velocidad de los conejos y cucarachas". Al parecer MVLL ya se ha sumado a ese ejército. Una lástima declarar oficialmente perdido a este escribidor que al final de sus días parece ser víctima de la idiotez progresista, quizá como efecto de algún mal degenerativo propio de la senilidad.
En el 2007 MVLL elogió la aparición del libro "El regreso del idiota", el nuevo ensayo que analizaba a las nuevas generaciones de progresistas latinoamericanos. Entonces escribió: "Una década después, los tres autores vuelven ahora a sacar las espadas y a cargar contra los ejércitos de "idiotas" que ¡quién lo duda! en estos últimos tiempos, de un confín al otro del continente latinoamericano, en vez de disminuir parecen reproducirse a la velocidad de los conejos y cucarachas". Al parecer MVLL ya se ha sumado a ese ejército. Una lástima declarar oficialmente perdido a este escribidor que al final de sus días parece ser víctima de la idiotez progresista, quizá como efecto de algún mal degenerativo propio de la senilidad.
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