Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Los resultados de la última prueba PISA nos colocan en el último lugar de los 66 países evaluados. A nadie debería sorprenderle puesto que hace años que ocupamos los últimos lugares y nadie ha hecho absolutamente nada por cambiar la situación de la educación pública. Todo lo que se hace es hablar de la reforma, pero de reformas nada. Peor aun, se da un paso para adelante y dos para atrás. Mientras el ministro Chang trazó algunos buenos puntos iniciales para una reforma de la calidad educativa, la ministra Patricia Salas desarmó todo. A este paso vamos a seguir retrocediendo sin remedio.
Algo que debe quedar claro es que la educación que hoy padecen nuestros niños es la que se edificó en el "Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada", dirigida por el general Juan Velasco Alvarado y sus asesores comunistas desde el INIDE. Fue la época en que el Perú sufrió los más demenciales cambios en su estructura política, económica y social, llegando incluso a lo educativo, deportivo y cultural. Nada quedó libre de la intromisión del Estado. Entonces el Perú vivió su período más nefasto, cercano al chavismo que hoy sacude y hunde a Venezuela.
La izquierda es un sector que vive delirando con "transformaciones profundas", y cuando llegan al gobierno se dedican a montar sus experimentos sociales a punta de decretos y abusos de poder. Así fue como el velascato desbarató el país y todo lo que hizo terminó en fracaso. Por su parte, la derecha acostumbra practicar el laissez faire, lo cual permite que sean las propias fuerzas naturales de la sociedad las que hagan los cambios. El problema es que después de un gobierno comunista, lo que debemos hacer obligadamente es desmontar todos los nefastos experimentos heredados. Esto no se hizo.
Los sucesivos gobiernos democráticos desde 1980 dejaron las cosas casi como estaban. Para colmo, el gobierno militar, antes de retirarse a sus cuarteles, mandó hacer una Constitución con la orden expresa de "consolidar los cambios profundos del Gobierno Revolucionario". Esa fue la Constitución de 1979 que rigió durante la peor época de la era republicana y que nos condujo a la peor crisis de nuestra historia. Fue solo a partir de la nueva ola de "transformaciones profundas" que ejecutó Alberto Fujimori en los 90, que el Perú pudo volver a ver la luz. Pero esto fue algo inusual en la política peruana y básicamente se redujo a lo económico.
Con excepción de la izquierda delirante que anda siempre pensando en su "Gran Transformación", lo que caracteriza al resto de la política peruana es la incapacidad para tomar decisiones y hacer cambios. La tendencia es, como dijimos, al laissez faire. Si bien en los 90 se hicieron drásticos cambios en la estructura del Estado y en el manejo de la economía, todo lo demás quedó tal cual lo heredamos del velascato. Y una de esas cosas es la educación. Nunca nadie se interesó por eliminar de raíz el predominio de la mafia sindical del SUTEP, brazo de Patria Roja. Tampoco se extirparon los tumores que generaron el terrorismo senderista desde el magisterio. Aún están allí con el nuevo distintivo de CONARE. Es decir, toda la perversa estructura educativa diseñada por los comunistas que gobernaron con Juan Velasco Alvarado en los 70 aun están intactos.
La educación es una zona liberada. La mafia sindical comunista se opone a las evaluaciones y, por supuesto, al despido de los incompetentes, habiendo convertido en tótem sagrado la "estabilidad laboral", esa nefasta dictadura de la mediocridad que es la base de todo el desastre de la educación. Para cambiar esta situación de raíz necesitamos gente de derecha con los cojones para enfrentarse a las mafias sindicales, tirar a la basura los dogmas sagrados de la estabilidad laboral, los derechos adquiridos y otras boberías por el estilo. Es decir, hay que actuar con la izquierda exactamente igual como lo hacen ellos, solo que para hacer los cambios correctos.
La educación tiene que seguir las lineas maestras de la calidad y competitividad. No hay nada que descubrir. La fórmula del éxito está funcionando en países que hoy ocupan los primeros lugares en las pruebas PISA. No se trata de gastar más dinero sino de manejar bien los recursos humanos, empezando por una escrupulosa selección de los maestros, más una continua evaluación y capacitación. También deberíamos copiar el ejemplo de Enrique Peña Nieto, el joven presidente mexicano que se decidió enfrentar al poderoso SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación) dirigida por Elba Esther Gordillo, eterna dirigente de la mafia sindical que logró llevar las gollerías magisteriales hasta el delirio.
Mientras que la educación peruana siga en manos de las mafias sindicales de Patria Roja y Sendero Luminoso, mientras los gobiernos sigan haciéndose de la vista gorda, mientras crean que el asunto es solo arrojarle más dinero al Ministerio de Educación, hacer nuevas leyes llenas de palabrería y gestos simbólicos, mientras sigan inclinando la cabeza para adorar los dogmas establecidos por las mafias sindicales para defender sus gollerías, el Perú seguirá transitando por la vergüenza mundial de ser los últimos en educación.
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