Por: Juan Carlos Vásquez Peña
Ya en su temprana y clara obra sobre “La Democracia en América” Tocqueville advertía acerca del problema de que el experimento democrático pudiera caer en manos de pequeños grupos bien organizados en torno a algún interés común, sin embargo tenía la esperanza de que el sistema de contrapesos que habían creado los “padres fundadores” de EEUU pudiera neutralizar en lo posible este peligro que conduce a un nuevo tipo de tiranía.
El peligro existe en cualquier país y cualquier sistema de gobierno, la historia demuestra que no se necesitan grandes mayorías para cambiar todo un sistema de gobierno o para apropiarse del poder por tiempos muy largos; sin embargo, por sus características liberales, es en la democracia donde se dan las mejores condiciones para esta captura y establecimiento de una tiranía en la sombra por parte de pequeños pero bien organizados grupos.
En el Perú siempre nos gusta jugar con nuestros sistemas de gobierno, retorcerlos, estirarlos al máximo y ver su aguante. Durante el siglo XX pasamos de gobiernos desarrollistas de la “República Aristocrática” al fascismo criollo de los 30-40s, al populismo y las obras grandiosas de dictaduras militares y gobiernos democráticos. Hemos sido innovadores en Latinoamérica con Velasco en lo referente al populismo socialista de militares de izquierdas, cuando el finado Chávez aún era un bisoño cadete. Durante los 80 quisimos ver qué tan profundo podíamos llegar siguiendo el fracasado modelo velasquista pero en democracia. Los 90 trajo la ola liberarizadora y de apertura al mundo mientras se gestaba la democracia neopopulista con manto militar gracias al “doc” y su infame SIN. Este experimento de los 90 que colapsó por su alto grado de corrupción en el 2000 fue fusionado en la Venezuela de Chávez con el modelo velasquista de los 70 y algunos toques de satrapía Cubana, dando origen al Socialismo Siglo XXI imitado por su secuaces del ALBA.
Ahora volvemos a innovar creando un nuevo tipo de democracia: la democracia de las ONGs. En EEUU acuñaron el término “Corporatocracy” para denotar el poder que tiene en la democracia moderna las grandes corporaciones empresariales, mas lo que ocurre en el Perú es distinto, pues los que tienen actualmente el poder político no son corporaciones empresariales sino más bien Organizaciones No Gubernamentales sin (aparentes) fines de lucro. Estas organizaciones vinculadas a ciertas universidades con catedráticos de clara tendencia política (en el caso peruano es principalmente de izquierda) mediante un largo trabajo de convencimiento a la opinión pública, a través de prensa e intelectuales amigos, han logrado hacer creer a la mayoría de limeños y a buena parte de peruanos de provincias que sus ideas, vigilancia y guía son necesarias e imprescindibles para el funcionamiento correcto del estado, la justicia, la legislación y hasta lo que es políticamente correcto o no en cultura, sociedad, arte y minucias mil.
El procedimiento es siempre el mismo: comienzan como una organización pequeña con algún fin altruista, puede ser DDHH, lucha contra la pobreza, derechos de la mujer, niños, animales, medio ambiente, etc, la lista de causas nobles y justas es infinita. Una vez que consiguen financiamiento y publicidad en medios con la simpatía de alguien medianamente conocido, su reputación suele aumentar y atraer más miembros con ganas de reconocimiento y ascenso fácil. Muchos con ideas de colaborar en algo grandioso, bello y bueno para la sociedad. Comienzan con actividades de “concientización”, eslóganes, marchas, actividades de fin de semana, maratones, bicicleteadas, cualquier cosa que haga afianzar la superioridad moral de su causa en la mente del público. Una vez que tienen el poder suficiente a nivel mediático y político sus acciones van dirigidas siempre a mantener y aumentar su cuota de poder, manteniendo del fin original más que la careta y el logo de la organización, sugiriendo funcionarios amigos, boicoteando a los que no simpatizan con ellos y siguiendo con la publicidad machacona en todo momento, indicando que mientras ellos luchan por algo justo sus adversarios son indolentes y corruptos o hasta cosas peores.
Es así que estas organizaciones, que nunca ganan una elección nacional y rara vez ganan una local, en la práctica se han convertido en poderes fácticos, desde el pueblo más pequeño hasta el corazón del Estado tiene siempre una ONG que lo reorienta a tomar acciones que convienen a sus intereses bajo la amenaza de acciones de protesta. Es así que movimientos “de defensa de la ecología” con no más de 1000 participantes pueden paralizar proyectos económicos que benefician a regiones con más de 1 000 000 de habitantes, es así que 20 protestantes “defensores de los animales” pueden hacer que una juez anule una tradición centenaria acerca del consumo de un animal en una festividad. Es así que 500 manifestantes “defensores de los DDHH” y admiradores del “Che” Guevara pueden desautorizar a una congresista democráticamente elegida con una votación que supera en casi 70-1 a los manifestantes. Es así que pueblos indígenas que quieren una empresa que trabajo con ellos explotando recursos naturales y generando desarrollo tienen que ver como supuestos organismos defensores de sus derechos los condenan al atraso. Es así que el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y el Ministerio Público es casi coto privado de algunas ONGs que supuestamente “defienden al ciudadano de los abusos del estado”, o que los programas sociales estatales y hasta las obras de muchas localidades tengan que pasar por “consultorias” de ONGs para evitarse problemas de protestas que puedan retrasarlos.
Con la maquinaria mediática que tienen en radio, televisión y prensa que justifica sus acciones justificándolos pareciera que su dictadura ha llegado para quedarse buen tiempo. Lo bueno es que de tanto poder que han adquirido, su careta de organismos desinteresados cada vez es menos creíble y sus intereses se ven cada vez mas egoístas por gran parte de la población. Es hora que en las próximas elecciones los representantes elegidos democráticamente por la mayoría hagan valer su poder frente a estos usurpadores y que sean definitivamente desenmascarados y puestos en su lugar. Las ONGs son importantes, pero no deben cobrar un poder político tal como el que tienen ahora en nuestro país.
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