Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Juan Jiménez Mayor será recordado, digo, si lo es, no como un primer ministro sino como el primer franalero de palacio. Carente de liderazgo, ideas y experiencia creyó que su misión era proteger la imagen del presidente y su primera dama, asumiendo un rol más parecido al de fiel mayordomo que el de conductor de un gobierno. Entró con la agenda del diálogo en las manos para enfrentar el tema Conga, pero nadie se imaginó que era todo lo que tenía. Se dedicó a dialogar prácticamente toda su gestión, para lo que inventó una oficina especial de diálogo. Desafortunadamente los líderes políticos, si los hay, cayeron en el juego infantil del diálogo y se dedicaron a figuretear en palacio con el barbudo.
El circo del diálogo de Jiménez se pareció mucho al que montó Alejandro Toledo cuando sintió que todo se le venía encima. Parece ser una estrategia que funciona para calmar las aguas y entretener a los tontos. Pero más allá de eso no sirve para nada, aun cuando Alejandro Toledo, fiel a su estrambótico y llamativo estilo, plasmó sus acuerdos en un rimbombante documento llamado "Acuerdo Nacional", convencido de que todo lo que hacía merecía pasar a la historia. Jiménez ha sido más modesto y se limitó a las fotos con los incautos que hasta llevaron sus propuestas de políticas de Estado, las que sin duda acabaron en el tacho. No nos olvidemos que Jiménez, pese a su show dialogante, no dejaba de salir al frente a responder -incluso airadamente- al político que se metía con Ollanta.
Lo que interesa al país es que Ollanta Humala haya aprendido la lección o se haya curado del delirio de creerse un salvador de la patria, al estilo de los líderes bolivarianos que nos rodean, ya que esto induce a rodearse de incapaces cuya única misión es la de aplaudir cada palabra del líder, o sea, lo que conocemos como un felpudini, franelero y piquichón. Un paso más adelante de este repugnante oficio de felpudini, que es entusiastamente ejercido por muchos en este país, es la de fiel escudero cuya misión es defender al líder y "traducir" las idioteces que dice a términos más digeribles por la prensa. En el tercer lugar, en esta escala de seres políticos despreciables, se hallan los trepadores que se suben al carro del ganador con el cuento de apoyar la "gobornobilildad".
Lo preocupante es que el gobierno se convierta únicamente en una opereta de incapaces trepadores del poder, inútiles felpudinis, sobones, escuderos y pendejeretes acartonados de todo calibre, mientras que Ollanta Humala sigue creyéndose el cuento de ser un líder salvador de la patria. Lo saludable sería que se sacuda de toda esa escoria que tradicionalmente suele rodear el poder y se percate de sus limitaciones como político, cediéndole discretamente la conducción del país a un verdadero ejecutivo. Ya hemos tenido primeros ministros que han gobernado plenamente el país ante la penosa incapacidad de sus presidentes, como Manuel Ulloa y Pedro Pablo Kuczynski. Este podría ser el rol de César Villanueva.
Ollanta Humala puede seguir dedicado a su rol de primera dama con sus programitas sociales y visitando provincias con sus regalitos, como un papá Noel. Nadine Heredia puede hacer lo mismo o seguir figureteando internacionalmente como embajadora de la quinua o algo por el estilo. No nos interesa. Lo que importa es que el país sea gobernado por una persona capaz, que no se deje mandonear por la parejita presidencial ni tenga que estar haciéndole los mandados a la primera dama. Necesitamos un líder con mano firme, autoridad y convicciones claras sobre el modelo de desarrollo que estamos siguiendo.
Ollanta Humala puede seguir dedicado a su rol de primera dama con sus programitas sociales y visitando provincias con sus regalitos, como un papá Noel. Nadine Heredia puede hacer lo mismo o seguir figureteando internacionalmente como embajadora de la quinua o algo por el estilo. No nos interesa. Lo que importa es que el país sea gobernado por una persona capaz, que no se deje mandonear por la parejita presidencial ni tenga que estar haciéndole los mandados a la primera dama. Necesitamos un líder con mano firme, autoridad y convicciones claras sobre el modelo de desarrollo que estamos siguiendo.