Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Resulta francamente insólito que la única tarea eficiente de la Municipalidad Metropolitana de Lima sea la imposición de fotopapeletas a diestra y siniestra, sobre todo considerando que Lima es la ciudad más caótica de Sudamérica y la peor gestionada. Como si estuviéramos en una ciudad modelo, donde las señales está cuidadosamente colocadas para orientar al ciudadano y regular hábilmente el tránsito, la MML se ha volcado a la tarea de amonestar a quienes exceden unos límites insólitos de velocidad en zonas residenciales. Esto no solo es abusivo sino sospechoso.
Antes de amonestar a los ciudadanos, la MML debería tomarse la molestia de señalizar la ciudad como le corresponde. Lima es una ciudad en abandono. Los carteles de señalización están arrojados sin sentido. Frente al hipódromo podemos leer una señal que señala el Aeropuerto, en los intercambios viales hay carteles que son verdaderas incógnitas que indican cosas tan absurdas e inútiles como "salida B3". Hace poco aparecí en la plaza Castilla viniendo del Callao y vi un letrero que indicaba la Vía de Evitamiento. Traté de seguir su indicación y aparecí en cualquier parte. Luego de preguntar a tres personas terminé perdido en unos barracones a la orilla del río Rímac perseguido por perros histéricos. Así de inútil es la señalización que hay en la ciudad.
Incluso los semáforos se colocan sin ningún criterio técnico. En Javier Prado tenemos varios que acaban sobre la cabeza del conductor y no hay forma de ver una luz. Ni siquiera los transeúntes pueden. Luego tenemos los constantes cambios de las señales que vuelven locos a los conductores, porque un tiempo se puede voltear a la izquierda en un cruce y luego, de pronto, ya no, o viceversa, para que luego cambie. Esto ocurre a cada rato en San Borja, que ya parece un campo de experimentación. En pocas palabras, esta ciudad es un caos gracias a los propios municipios. No es culpa de los conductores.
Las señales de velocidad son también aberrantes. Nadie puede obedecer señales tan caprichosas cuando ya se sabe que no hay criterios técnicos en la señalización. Los carteles parecen arrojados al azar. Por ejemplo, en plenas curvas de la baja del cerro Centinela nos encontramos con un cartel que señala un límite de 60 en una ruta en donde nadie puede ir a más de 45 sin voltearse. Estos ejemplos dejan en claro a los conductores que no se pueden fiar de estas señales. La impresión final es que una cuadrilla de simios ha estado jugando con las señales. Por todo esto resulta francamente aberrante que la MML tenga el cuajo de multar a los conductores recurriendo a mañas que configuran claramente una asociación delictiva.
Pero debemos tener claro también que todo esto se debe a los exagerados montos de las multas. Esa es la madre del cordero. Mientras no se cambien esas tasas a niveles razonables, siempre serán una invitación al delito camuflado de supervisión.
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