Vivimos un nuevo capítulo de la inagotable miniserie nacional "no a la discriminación", donde se pone de manifiesto la más fina sensibilidad para reconocer, en cada palabra y gesto, un potencial indicio de discriminación a cualquiera de los iconos intocables que el progresismo nos ha impuesto, ya sean los homosexuales, los afros o andinos. Los demás no importan. Aquí se puede insultar a un ex presidente, enlodar a cualquier político llenándolo de denuncias sin fundamento, abrir procesos de investigación sin más motivos que la venganza, se pueden pisotear honras alegremente, hasta se puede agraviar al Arzobispo de Lima y emplear etiquetas estigmatizadoras como "mafiosos y corruptos" sin que nadie se ofenda ni salga en defensa de los sectores aludidos. La hipersensibilidad hipócrita del progresismo está únicamente referida a ese sector de intocables que son los gays, los afros y los andinos. Ocasión que es aprovechada por los medios y políticos mediocres para hacer su propio show y posar como gente correcta y sensible.
El motivo del último ataque de histeria antidiscriminatoria ha sido un avisito que busca recepcionista y donde se exige "tez clara" como uno de los requisitos. Esto ha sido suficiente para que de inmediato la hermandad progresista de defensores de la igualdad y los histéricos antidiscriminación pongan el grito en el cielo exigiendo actuar a la Santa Inquisición, preparar las piras y quemar a los impíos que han osado ofender los sagrados principios de la igualdad. No hace falta decir que detrás de toda esta manada de histéricos han aparecido todos los funcionarios públicos, desde el inútil y decorativo Ministerio de Cultura hasta el incompetente Ministerio de Trabajo, para acompañar el griterío antidiscriminación.
Lo curioso es que los comentarios que se leen al pie de la noticia en la web abundan en ataques al dueño de la empresa contratante. Ataques que por supuesto hacen referencia a la apariencia y procedencia andina del dueño de la empresa, recordando que se trata de un serrano que parece una papa. Así es como reaccionan los indignados y sensibles militantes progresistas de la cruzada anti discriminación.
Pero además es una lástima que en este país las autoridades se pongan al servicio de estos escándalos y se sumen a la histeria en lugar de poner paños fríos y sentar las bases de la racionalidad y la sensatez. La cobardía es ya característica en estos funcionarios públicos que andan más preocupados por su puesto y perfil político que por ejercer una función orientadora. La cosa es muy simple. Si alguien busca una recepcionista es obvio que exija el perfil de una mujer atractiva, según los criterios culturales de nuestra sociedad, y no necesariamente según lo que le gusta al dueño de la empresa. Lo hace para que la gente que llega inicie el contacto con una primera impresión agradable. Ese es todo el objetivo que debe cumplir una recepcionista. Ergo, la apriencia cuenta. No se trata de una empacadora de espárragos. Si hay que culpar a alguien por los gustos culturales tendría que ser a nuestra sociedad, no a quien define el perfil del puesto.
Estamos en una época en que la prensa vive del escándalo y cada día busca montar uno. Todo sirve. Y muy en especial si cuenta con el apoyo de este ejército de progresistas fanáticos de la anti discriminación para quienes cualquier gesto banal es un buen motivo para sus cruzadas histéricas.
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