Los derechos humanos se han convertido en un tópico recurrente en la izquierda peruana, en particular entre los agitadores y terroristas que hoy visten de gala para sus ceremonias anuales de premiación. La tristemente célebre Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, más conocida como CNDDHH, antro comunista donde se practica la defensa legal de terroristas y agitadores de izquierda, ha desplegado la alfombra roja en el Salón de los Espejos, no del Palacio de Versalles sino de la Municipalidad de Lima, para entregar sus premios anuales. En esta ocasión han tenido la desfachatez de premiar al emerretista Francisco Soberón y a un joven e irresponsable agitador antiminero que se encargaba de envenenar el ambiente en Cajamarca con mentiras durante el conflicto contra el proyecto Conga.
Pero además no han desperdiciado la ocasión para otorgar una distinción, no se sabe a santo de qué, al padre de un muchacho que murió en una comisaría, luego de protagonizar imprudentes escenas de violencia contra los policías que trataban de arrestarlo. Basta morir en una intervención policial para que el muerto sea limpiado de todo cargo y culpa, convertido en víctima y responsabilizar por todo a la policía. Este el típico perfil manipulador, hipócrita y desvergonzado con que actúan estas agencias comunistas disfrazadas de organizaciones de DDHH.
La verdadera misión de estas organizaciones comunistas es emplear la fachada de los DDHH para proseguir la misma lucha de siempre contra el Estado peruano. No han cambiado nunca sus metas. Siguen con la intención de destruir la democracia representativa, derribar al gobierno y tomar el poder a través de la agitación social para constituir una dictadura totalitaria de estilo cubano-venezolano. En la mente pervertida de todo izquierdista no ha dejado de existir el concepto de "revolución". No importa cuál sea hoy el discurso, la fachada y el logotipo. Su verdadera naturaleza es la de una organización comunista.
Estas organizaciones (que antes eran partidos y hoy funcionan como ONGs) ya no proclaman abiertamente la lucha armada, pero no han dejado de lado la lucha, es solo que hoy la llaman "lucha social". Al parecer, tras la decepción de Ollanta Humala, han perdido la esperanza de ganar el poder electoralmente y están más dispuestos a hacerlo mediante la violencia social. No siempre están armados como guerrilleros o terroristas. Han reducido la intensidad de su lucha, han cambiado de manuales y hoy actúan bajo la modalidad de agitadores sociales. No disparan balas pero arrojan piedras, no derriban torres de alta tensión pero bloquean carreteras, no dinamitan locales públicos pero los incendian previo saqueo. Los modernos agitadores sociales no le temen a la policía porque la moral de esta ha sido diezmada con amenazas legales impuestas por las ONGs de DDHH.
La izquierda ha sido muy hábil para trasladarle toda la responsabilidad de las muertes al Estado y las fuerzas del orden. Es la izquierda la que provoca los enfrentamientos y se desborda en el vandalismo azuzando a las masas con total irresponsabilidad, buscando adrede la respuesta policial para luego aun enfrentarla incluso a balazos. Cuando los muertos aparecen se acumulan todos en la cuenta del gobierno. Lo mismo hizo la CVR para contabilizar las muertes cargadas al Estado peruano, en una proporción que es casi la mitad de las víctimas totales del terrorismo de izquierda en los 80.
No hay que bajar la guardia en la tarea de desenmascarar a estas agencias del terror disfrazadas de ONGs de DDHH. Se llenan la boca con los derechos humanos tan solo para defender a los vándalos y agitadores de izquierda, a quienes llaman con harto cinismo "luchadores sociales". Con su discurso de DDHH se oponen a las leyes que tratan de normar el derecho de protesta llamándolas "criminalización de la protesta", como si no fueran efectivamente criminales en los hechos.
Desde luego, estas ONGs de DDHH nunca condenan la brutal represión que practican los regímenes totalitarios que ellos defienden, como son los casos de Cuba, Venezuela y Ecuador, donde los ciudadanos son arrestados sin juicio y sometidos a tortura o vejámenes inaceptables en un Estado de Derecho, y donde además existen presos políticos, presos de conciencia y numerosos auto exiliados que tuvieron que huir de su patria para salvar sus vidas, aunque han perdido sus propiedades a manos del tirano de turno.
No caigamos pues en la inocencia de creer que estas ONGs de DDHH son realmente lo que aparentan. En los hechos son agencias comunistas cuya única misión es proseguir la lucha armada por otros medios. Se han adueñado del discurso del los derechos y del medio ambiente para usarlos a su conveniencia. Pero son, sin ninguna duda, agencias legales de la izquierda violentista para la protección de agitadores y terroristas.
La revolución de los derechos humanos o liberalismo libera el movimiento de las cosas humanas: libre circulación de los hombres, de las mercancías, de las ideas, de los capitales,
ResponderEliminarde los afectos, etc. El liberalismo es el partido del movimiento.
Por lo tanto, la revolución liberal tendrá dos clases de enemigos, o cuanto menos de adversarios. Por un lado, los que desean frenar el movimiento (los conservadores) o incluso volver atrás (los reaccionarios –la palabra
“reacción” pertenece ante todo al lenguaje de la física). Por el otro, los que quieren acelerar el movimiento, “liberar las fuerzas productivas” obstaculizadas por los rendimientos de producción capitalistas. El comunismo
quiere abolir el capitalismo sólo para superarlo, para acelerar su movimiento.
En cuanto a la izquierda no revolucionaria, al menos quiere acelerar la “movilidad social”.
El liberalismo, en su definición más concisa, es la revolución de los derechos humanos.