Por José Barba Caballero
Fuente: Correo
Que me disculpen mis amigos empresarios, pero creo que en Arequipa hicieron un papelón. Sin que nadie se los pida, se insultaron a sí mismos, se flagelaron y concluyeron aceptando la percepción ciudadana que los considera fríos, deshonestos, oportunistas y sin credibilidad. ¿Qué pasó? ¿Los habrán amenazado, drogado o hipnotizado? Quizá, porque de otra manera no se explica esta exhibición de sadomasoquismo.
Estos empresarios, que al parecer han sido víctimas del credo de la inmoralidad del "yo" y de la bajeza del interés personal, necesitan con urgencia de un "coach" internacional experto en autoestima. ¿Acaso han olvidado que la ley fundamental de la economía es la de la oferta y la demanda, y que el motor de la sociedad es el empresario? ¿Acaso han olvidado que el 80% de la inversión es privada y que sin esta acción de fe volveríamos a ser un país del cuarto mundo? ¿Acaso han olvidado que no puede estar exento de méritos quien sigue creyendo e invirtiendo en un país como el nuestro? Lo que más caracteriza la actividad empresarial es la incertidumbre y la crueldad del mercado: si algo falla, ya sea un cambio de gustos en los clientes o un error en los costos, lo que sigue es el déficit y la subsiguiente quiebra. Si es cierto que todo oficio tiene su cuco, ninguno los tiene tan en abundancia como el de empresario: copistas, impuestos, competencia desleal, huelgas, insumos, energía, y todavía un Estado que lo enreda todo, son algunos de los fantasmas que nunca dejan de rondarlos. Si a esto le agregamos los imponderables de siempre: fenómeno del Niño, terremotos y otros males comunes como el rapto, el chantaje y la coima nuestra de cada día, llegaremos a la conclusión que ser empresario no es un lecho de rosas.
Coincido con los rojos y caviares en que la caridad no es una de sus virtudes; pero esta no es su chamba. Nadie que crea una empresa lo hace para su vecino sino para sí. La motivación tampoco es la caridad ni nada que se le parezca, sino el beneficio. Afortunadamente, la dialéctica del mercado es tal, que el que crece y se enriquece beneficia a todos. Por esto la cultura empresarial es el mayor valor agregado de un país. Si un empresario quiere simpatías y aplausos, debe retirarse del mercado e ingresar a la política o al circo.
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