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lunes, 12 de octubre de 2015

Infame hipocresía progresista


Escribe: El Cherry

O sea, uno que se sacó la mierda toda la vida para tener algo decente al cabo de 30 años de sacrificio termina siendo el miserable de la película social del progresismo, donde los invasores de terrenos son las víctimas y los héroes. Así está la cosa en este país subdesarrollado y misio donde la hipocresía del progresismo ya me ha llegado al pincho. Ya me cansé de ver el llanto de los progres en cada columna de La República, y en otros diarios monses donde también les dan cabida a estos huachafos de la política para posar como defensores de los pobres. A mi no me van a contar el cuento porque yo nací pobre, me eduqué en Gran Unidad Escolar y me gradué en universidad pública. Mis viejos eran ancianos y apenas me apoyaron con lo básico. El resto lo hice yo chambeando.

Me marca choro que uno se queme las pestañas estudiando en la UNI, (primero para postular y agarrarla aunque sea a la tercera que va la vencida) luego buscar chamba como loco hasta que te llega la suerte, chambeas 20 años como negro, ahorras, te enamoras pero no te casas porque quieres hacerlo cuando ya tengas todo bien bacán, y pedir la mano un año antes y no un mes después del embarazo, me enyuco una deuda con el banco a 20 años, me hago una casita al pie del cerro, aunque sea lejos, pensando que después de todo estás alejado del mundanal ruido y otras pajas mentales que hacen que te olvides que estás en el límite de la ciudad, casi en el culo de Lima. 

En fin, todo bien bacán por unos años hasta que una mañana triste abres la cortina y te encuentras con unas chozas de estera en la cima del cerro. ¿Juat? ¿De dónde salió eso? Se armó el chongo esa mañana. Salimos todos a ver lo que pasaba. Invasión, dijeron unos. Nos cagamos. Llamamos a la comisaría y se hicieron los tercios, llamamos al Municipio, idem. A las dos horas llegó un serenazgo con un tombo y solo se quedaron mirando, sin hacer nada. Subimos a enfrentar a los invasores y nos dimos cuenta que estaban recontra bien organizados. Ya se sabían todas las respuestas. Tenían papeluchos con sellos y te atarantaban con un trámite. Hasta tenían un abogadillo barato de esos que se pasean por los pasillos del PJ.

No tardamos mucho en darnos cuenta de la complejidad del asunto. Tenían mapas y planos que solo se consiguen en el Municipio, la comisaría sabía lo que estaba pasando pero igual no hicieron nada. Se trataba de toda una mafia bien organizada que involucraba al Municipio y la comisaría, y frente a la cual, la de Orellana se quedaba chiquita. Los policías que llegaron más tarde, casi al medio día, más bien se pusieron del lado de los invasores. Fue entonces cuando un vecino que era general retirado se cansó de tratar de razonar con esta gente y de apelar a la ley sin conseguir nada, y se fue a su casa, sacó su arma, una Beretta 9 mm de color negro y regresó blandiendo su pistola, metió un tiro al aire y los amenazó. Los policías se le fueron encima. Nosotros nos fuimos encima de los policías. Los invasores sacaron palos, huaracas y a más de uno le pude ver un revólver. Se armó el chongo. Al final pedimos serenidad. Entonces el general guardó su arma y les dijo a los policías que si ellos no iban a hacer nada, por lo menos tenían la obligación de protegernos. Acto seguido nos fuimos a tumbar las esteras. Fue una broncaza. Al final logramos quitar las chozas. La policía al menos evitó que nos masacraran los invasores.

Días después los vecinos nos organizamos y decidimos hacer un muro. Se cumplió la tramitología y la hicimos contra viento y marea. Allí está el muro y nos sentimos orgullosos de él porque es la única manera de defender tus derechos en este país sin ley ni autoridad, donde el informal y el ilegal es el que manda, gracias a la incuria y corrupción de la burocracia, y con el auspicio de la izquierda, el apoyo del progresismo y la defensa intelectual de la caviarada. Acá no vale la pena trabajar bajo la ley, comprometerse con el desarrollo, ahorrar, esforzarse, progresar a pulso y con esfuerzo, porque en cualquier momento aparecen los delincuentes y te arrebatan todo, incluso la vida. Y lo hacen, entre otras cosas, gracias a una clase intelectual delirante que la defiende y la promueve, porque ve a los delincuentes como "víctimas de la sociedad y de un sistema explotador".  

Ser pobre no es escusa para delinquir ni para eludir toda responsabilidad sobre sus propias vidas y frente a la sociedad. Cada quien es responsable de sus decisiones y pueden, si así lo quieren, salir de la pobreza, como lo hicimos muchos durante años de esfuerzo. La pobreza no es una enfermedad terminal. Yo he aprendido que es una simple etapa inicial en la vida de muchos. La mayoría de la gente rica que conozco, era pobre hace solo 30 años. No necesitamos de mafias para tener una casa, ni de políticos que nos conviertan en víctimas para montar políticas de ayuda social. Lo único que necesitamos es que nos den un trabajo y nos dejen trabajar, y que defiendan el fruto de nuestro esfuerzo.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Maratón de pobretología en la ONU


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El ciclo de conferencias en la ONU ha desatado una verdadera competencia retórica en torno a la pobreza. Desde el papa Francisco hasta el presidente Obama, diversos líderes han posado como luchadores sociales instando al mundo a derrotar la pobreza, como si se tratara de algún transformer extraterrestre causando estragos en el planeta. En realidad se trata de una mera pose. Olvidan que la pobreza ha venido reduciéndose dramáticamente en el último siglo. Pero lo más grave es que al parecer ignoran cómo se logró tal hazaña; en consecuencia, lo que proponen es eliminar las condiciones que hicieron posible ese logro haciéndolas responsables por los pobres que aun quedan.

De acuerdo a los informes del Banco mundial, en 1980, en pleno auge del socialismo, poco más de la mitad de la gente en los países subdesarrollados vivía en extrema pobreza. Para el 2010, con el comunismo derrotado, esta cifra se redujo al 20%, pese a que la población aumentó en 60%. Esta tremenda reducción tiene su explicación básicamente en el cambio de giro global tras la caída del comunismo, y el ingreso de China en el concierto de la economía mundial, junto a otros países emergentes que se alinearon en la senda del libre mercado, y en particular los llamados "tigres del Asia".

Según el informe del BM titulado “The State of the Poor: Where are the Poor and Where are the Poorest?” entre la última década del siglo pasado y la primera del presente siglo se logró una reducción de 17% en África. "En la región de América Latina y el Caribe, después de permanecer estable en aproximadamente el 12% durante las dos últimas décadas del siglo XX, la pobreza extrema se redujo a la mitad entre 1999 y 2010 y ahora se sitúa en el 6%". Según este y todos los estudios la reducción de la pobreza ha sido una constante en todo el mundo, especialmente desde el inicio de la industrialización y el boom de la tecnología y la ciencia en el siglo XX.

Entre las causas que detuvieron el progreso de la humanidad y la reducción de la pobreza debemos mencionar al comunismo que, cual plaga bíblica, asoló gran parte del mundo durante el siglo pasado. Ninguna nación bajo la férula del comunismo logró desarrollarse ni reducir la pobreza; por el contrario, la incrementaron. En el otro extremo, países que se hundían en la miseria a mediados del siglo pasado, como Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong, lograron el milagro del desarrollo gracias a la fórmula de la libertad económica y su apertura a los mercados mundiales, manteniéndose al margen de los experimentos socialistas y lejos de la dominación ideológica de los gigantes del comunismo mundial como los fueron la URSS y China. 

De manera que la pobreza se puede derrotar y la receta no es un misterio. Sin embargo, quienes hoy van al foro de la ONU a posar como luchadores sociales llorando por la pobreza mundial, son los mismos que defienden el modelo del fracaso económico y condenan la fórmula del desarrollo. No nos dejemos engañar por los discursos a favor de la pobreza. Quienes se rasgan las vestiduras por la pobreza son los mismos que condenan la libertad económica, los mercados libres y la integración global, y por lo tanto están promoviendo la miseria. Quienes acusan al mundo libre de sostener un "orden injusto" son los mismos que defendían la injusticia del totalitarismo comunista que aplastaba seres humanos y que hoy siguen callando frente a Cuba, Corea del Norte y Venezuela, países donde la retórica de la pobretología y la dominación de los ideólogos del mundo justo, han generado miseria en un ambiente de restricción de la libertad.

En el Perú no somos ajenos a estas poses plañideras de la pobretología mundial. El presidente Ollanta Humala también es un digno representante de estos llorones por los pobres. También se ha parado en el podio de la ONU para recitar sus logros en la inclusión social, sin mencionar que gracias a su charlatanería de la inclusión ha logrado frenar el desarrollo económico del país, iniciando el retroceso. También el Perú logró despegar apenas tiramos a la basura el esquema socialista de Velasco Alvarado, con cientos de empresas públicas ineficientes y deficitarias, y con un Estado metido de cabeza en la economía como el gran regulador.

El despegue peruano que varios han llamado afuera "el milagro peruano" se dio cuando se redujo el Estado, se privatizaron los servicios públicos, se liberó la economía, se abrieron los mercados y permitimos que llegaran las inversiones sin ningún tipo de restricciones. En menos de 20 años logramos reducir la pobreza de casi la mitad al 23%. Pero la demagogia de los pobretólogos que en lugar de ocuparse del desarrollo solo se preocupan de los pobres, está cambiando las condiciones del desarrollo, tal como viene ocurriendo también en Chile, a cargo del comunismo instalado en el poder con Michelle Bachelet de aliada. 

La demagogia es un mal endémico en Latinoamérica. Los charlatanes de la izquierda fracasada no se cansan de condenar la libertad y el libre mercado porque los odian. En el colmo de la ignorancia, culpan al libre mercado de la pobreza y la exclusión. Pretenden un mundo regulado, una sociedad de ovejas dirigidas por un Estado poderoso donde una casta de burócratas iluminados planifica la vida de todos por igual, velando por nuestras necesidades luego de eliminar esa molesta libertad para decidir que tenemos los ciudadanos. Es el camino al fracaso y a la miseria que ya conocemos en el mundo socialista. Es lo que quieren los charlatanes luchadores contra la pobreza. No debemos permitir que los demagogos de la pobreza nos hagan retroceder eliminando las virtudes del libre mercado, la libertad y la integración. Hay que salirles al frente, darles cara y desenmascararlos como farsantes.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Otra proeza de la izquierda


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

De acuerdo al último reporte del INEI, Cajamarca pasó a la punta en el ranking de la extrema pobreza y entró al club de los más pobres del Perú, con más de la mitad de su población en esta condición. Estos resultados no hacen más que expresar el desastre que ha significado para Cajamarca la gestión del comunista Gregorio Santos. De otro modo no se explica que una región con tan enormes recursos marche hacia atrás y solo incremente su pobreza. La tan vilipendiada actividad minera le permite a Cajamarca contar con uno de los mayores presupuestos del país, sin embargo el subdesarrollo crece. ¿Cuál es la explicación?

El coro de la progresía ha salido a defender al impresentable Gregorio Santos. La sarta de estupideces que publican van desde la infaltable relamida tesis de la conspiración, montada supuestamente por el gobierno, aliada con la derecha neoliberal, Yanacocha y los demonios del averno, para dañar la imagen de Goyo Santos a poco de la campaña electoral. En el otro extremo del manicomio izquierdista, los chicos malos de Patria Roja apelan a jueguitos estadísticos para maquillar las cifras de Cajamarca y hacerlas menos dramáticas de lo que son. Pero la pobreza ay, siguió creciendo.

En todo lo que dicen vemos grotescos errores de concepción en cuanto a lo que significa luchar contra la pobreza. Para la izquierda se trata únicamente de falta de interés del Estado y el gobierno central, fallas en el proceso de descentralización y mala asignación de recursos que, afirman, son insuficientes. Desde luego, a la izquierda no se le puede pedir que piense en otra cosa que no sea el Estado. A algunos ni siquiera se les puede pedir que piensen. Es cierto que un gobierno puede ser el gran responsable de la pobreza, pero no de un solo departamento o de unos cuantos sino de toda una nación. Esto ocurre típicamente cuando un país cae en manos de la izquierda delirante, como pasa en Venezuela, un país inmensamente rico en recursos naturales pero manejado por una satrapía de ignorantes y charlatanes del socialismo fracasado, que han llevado a Venezuela a la crisis más grande de su historia.

En el Perú la pobreza ha disminuido en términos generales. El actual gobierno ha mantenido la ruta del progreso trazada desde agosto de 1990, aunque ya bastante ultrajada con el exceso de leyes regulatorias que se han venido dando. Hay regiones que han reducido su pobreza y tienen pleno empleo. No es pues responsabilidad de este gobierno ni del modelo económico que Cajamarca esté retrocediendo a la Edad de Piedra. Tiene que ser un problema de gestión. No hay otra explicación. ¿Qué ha hecho Gregorio Santos además de dedicarse a la agitación antiminera? Lo que hacen todos los dementes de izquierda: ahuyentar la inversión privada. Según el mismo reporte del INEI, la inversión privada es el motor de nuestro desarrollo. Pero esta solo llega donde hay seguridad, confianza y paz social. Exactamente lo que el funesto presidente regional Gregorio Santos no le ha dado a la hoy pobre Cajamarca.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Ensayo sobre la ética progresista


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Para entender la ética progresista y el origen de la miseria de nuestras naciones apelaremos a una sencilla historia que tal vez muchos hayan vivido. Esto les facilitará entender algunas cosas que ocurren en nuestro país, y en otros cercanos donde la política es manejada por el progresismo o, al menos, guiada por un pensamiento progresista. Cuando los líos comprometen a países enteros parece que el problema fuera un asunto muy complicado de entender, pero no lo es. Se trata de los mismos problemas de siempre solo que magnificados. Así que vamos a reducir todo el asunto a un tema cotidiano de las personas y terminaremos entendiendo el problema de las naciones.

Empecemos por un reconocimiento elemental: en el mundo hay básicamente dos clases de personas: los que trabajan y los que ven trabajar a los demás y llaman a eso trabajo. Esto se refleja incluso en cuentos infantiles como el de "La hormiga y la cigarra" donde la cigarra representa a un progresista. Usted pensará que hay un error en considerar que la cigarra es el progresista y no la hormiga, pero no se preocupe porque en el mundo progresista las cosas nunca son lo que se dice que son. El lenguaje engañoso es lo primero que debemos reconocer en el mundo progresista.

Ahora supongamos que usted tiene un amigo progresista. Uno de esos que admira la miserable isla de Cuba y su mediocentenaria dictadura comunista. Desde luego es un progresista que apoya también a Venezuela y su neosocialismo perpetuado en el poder hasta el 2021. Es un típico progresista que se tatúa al Che y coloca la imagen de Hugo Chávez en su portal de Facebook, un antimperialista que a la hora de tomar vacaciones familiares enrumba a Orlando o Las Vegas, algo así como Maradona quien detesta el capitalismo pero que no concede entrevista si antes no le pagan 50 mil dólares. Bueno, los progresistas son así. Eso forma parte de la ética progresista.

Supongamos que su amigo progresista le pide un préstamo y usted decide prestarle dinero. Él le firma un pagaré, o sea, un papel que es una promesa de pago a un año. Cumplido el plazo del préstamo su amigo progresista no cumple con pagarle. Peor aun, dado que el progresista maneja un verso formidable, lo convence de prestarle más dinero y refinanciar toda la deuda con un nuevo plazo de un año. Y como le promete buenos intereses, usted accede. Desde luego que le firma más papeles donde reconoce la deuda y promete pagar. También podríamos llamar "bonos" a estos papeles firmados que contienen una promesa de pago a futuro. Pasa un  nuevo año y usted trata de cobrarle la deuda, pero su amigo progresista no le da ni la cara o alega que anda en muy mala situación. Algo que no es de extrañar porque lo que su amigo progresista hace con el dinero es llevar una gran vida sin ningún tipo de preocupación por el futuro.

Entonces a usted, que es una persona inteligente y además está urgida de dinero, se le ocurre ir al banco a negociar sus bonos. Después de todo se trata de un título-valor en lenguaje financiero y es perfectamente negociable en el mercado. El banco puede hacer dos cosas: puede prestarle dinero tomando en garantía sus bonos o puede comprárselos. En cualquier caso, el banco le dará mucho menos dinero ya que los papeles que su amigo progresista le firmó no serán fáciles de cobrar, y hasta existe el riesgo de perder ese dinero. Pero lo importante es que usted recupera algo de su dinero y puede seguir produciendo más. Es decir, se capitaliza para seguir trabajando.

El trato es justo porque usted recibe dinero fresco en efectivo y el banco asume el riesgo. Pasan los años y su amigo progresista no cumple con pagar su deuda. Más aun, ha seguido pidiendo prestado a otros para mantener su estilo dispendioso de vida. Si usted recibió un préstamo del banco a cuenta de los papeles, usted tiene que pagarle al banco y además cobrarle a su amigo progresista. O sea, tiene doble problema. Si el banco se hizo del pagaré confiando en sus mecanismos de cobranza, el problema será del banco. En la vida real se dan de los dos casos. Veamos lo que pasa en cada uno.

Al cabo de cinco años, para cobrarle la deuda a su amigo progresista, usted decide con plena justicia actualizar el valor de sus papeles de acuerdo a la inflación, pero también añadirle intereses y además costos porque movilizarse para cobrarle no sale gratis. Entonces digamos para simplificar que ya no le cobra los 2000 soles de ambos préstamos sino que los actualiza a tres mil. Pero su amigo progresista que tampoco es tonto sino muy vivo, ha averiguado que usted negoció sus papeles con el banco y que este lo tiene calificado a la cuarta parte de su valor, o sea a 500 soles. ¿Por qué? Ocurre que aunque el papel que le firmó su amigo progresista diga 2000, su valor "real" es menor porque las posibilidades de cobrarlo son remotas. Esto es lo que se llama "depreciación". El pagaré que su amigo progresista le firmó se ha depreciado, aunque la deuda nominal haya crecido por los gastos e intereses.

Entonces su amigo progresista le dice que no puede pagarle lo que usted le está cobrando porque los papeles de su deuda están siendo rematados en en el banco a la cuarta parte de su valor original, y por tanto eso es lo que él le propone pagarle. ¡Qué le parece! Una situación probable es que su amigo progresista se vaya al banco a comprar los papeles de su deuda al valor depreciado y luego le diga a usted que ya cumplió con cancelar la deuda. Claro que usted habrá perdido el 75% de su dinero y aun más. Pero esta es una de las facetas más típicas de la moral progresista. De acuerdo a la ética progresista ellos ya han cumplido y no queda más nada que hacer. Esto fue exactamente lo que hizo Nestor Kirchner cuando compró la deuda depreciada de Argentina y estafó a quienes invirtieron en bonos argentinos.

Pero como ocurre en la mayoría de los casos, su amigo progresista no tendrá deseos de cancelar su deuda ni aún depreciada y seguirá dándole vueltas con más verso. Utilizará el valor depreciado de sus papeles en el banco como argumento para negarse a pagarle a usted el valor que le está cobrando. Al cabo de 5 años de deuda su amigo progresista le dirá que "técnicamente" la deuda es mucho menor, que los intereses y gastos que pretende cobrarle son abusivos, que él está en una mala situación económica y, apelando a la dialéctica y la retórica progresista que domina muy bien, él terminará siendo la víctima y usted, un abusivo y sucio capitalista sin sentimientos. Pero esa es solo una parte de la ética progresista. Como usted espera recibir un pago de 3 mil, que es lo que ahora representa la deuda, entonces usted decide acudir a la justicia. ¡Craso error!

Ante la justicia, su amigo progresista, que es un experto en retórica, lo presentará como un capitalista usurero que quiere aprovecharse de él cargándole intereses abusivos. Lo vinculará a los bancos de quienes dirá que son agentes del Gran Capital y de los poderes fácticos, instrumentos de las clases dominantes y de las transnacionales que buscan llevarse el dinero de los pobres, los llamará agiotistas y especuladores que pretenden cobrar una deuda por la que pagaron una miseria. En las calles aparecerán grupos de progresistas haciendo ruido para denunciar el abuso de la banca y del Gran Capital contra un pobre ciudadano. El juicio tardará años y cuando usted esté acabado, el veredicto será que usted tiene el derecho a cobrar pero que debe arreglar con su amigo el progresista la forma de pago. Y usted volverá a empezar un nuevo calvario.

En otro escenario, podría suceder que su amigo el progresista lo llame un día para reunirse a negociar el pago de su deuda. Usted se alegrará pensando que al fin podrá recuperar su dinero, pero cuando acude a la cita encuentra una multitud de personas con papeles en la mano. Allí es cuando usted se entera de que todos ellos tienen papeles firmados por su amigo el progresista y que, al igual que usted, esperan negociar con él para recuperar su dinero. Durante la reunión, el progresista les anuncia su buena intención de pagarles a todos la deuda que les reconoce. Pero les hace una oferta muy curiosa: aquellos que estén interesados en cobrar hoy mismo su deuda, podrán hacerlo pero reduciendo la deuda a la mitad. Es decir, usted debe resignarse a perder el 50% de su dinero. De lo contrario, pueden sumar todos los intereses que quieran a la deuda original y se les firmará nuevos papeles con nuevos plazos. A esto le llaman refinanciar la deuda.

Frente a esta insólita propuesta, alguna gente desesperada e impaciente decide aceptar, perdiendo la mitad de su dinero. Han preferido recuperar algo y olvidarse del problema antes de no ver nada y seguir con el lío a cuestas. Otros, en cambio, deciden que irán a juicio para demandar su deuda completa más intereses y gastos, como corresponde. Algunos de estos no son los que hicieron los préstamos originales al progresista sino instituciones financieras que adquirieron esos papeles de los prestamistas, a quienes les compraron o les adelantaron parte de su dinero a cambio de esos papeles. En realidad así es como funciona el mundo. El dinero circulante, por ejemplo, no es más que papel en el que uno confía que mañana servirá para comprar algo. Pero si mañana puedo comprar con un billete de cien la mitad de lo que podía comprar hoy, quiere decir que alguien nos está robando. Ese alguien es el gobierno. Pero sigamos mejor con la historia del amigo progresista.

Quienes no aceptaron la indignante propuesta del amigo progresista de cobrar solo la mitad de la deuda, acuden al juez porque aspiran a que se haga justicia recuperando el pago completo de su deuda, más todos los intereses y gastos que corresponde. En esta ocasión resulta que el progresista se hace nuevamente la víctima de perversos especuladores. También hay una manifestación de progresistas en la calle que insulta a los prestamistas o tenedores de los bonos o papeles de la deuda impaga, que ahora son llamados "fondos buitres". Y los que pretenden cobrarlos son rebajados a la categoría de piratas. El mitin progresista callejero apela esta vez a la dignidad de los pueblos y a los derechos humanos en defensa del progresista que se niega a pagar sus obligaciones. Además arremete contra los jueces que se atreven a ordenar ejecutorias de cobranza, los difama y luego injuria a los tenedores de bonos, sin reparar que muchos son jubilados que emplearon sus fondos de jubilación para invertir en esos papeles.

En 1969 el general Juán Velasco Alvarado expropió
miles de haciendas sin efectuar pago alguno a sus dueños. 
Hasta el día de hoy esa deuda sigue sin pagarse, lo que 
hace al Estado peruano el mayor ladrón de la historia.
En otra figura más cercana a nuestra realidad, el progresista ni siquiera le pidió a usted un préstamo sino que simplemente se metió a su casa para robarle descaradamente. Un día, abusando de su confianza, su amigo progresista se introdujo a su casa y le sustrajo todo lo que usted tenía. Para colmo, se quedó con la casa. Cuando usted se dio cuenta y le reclamó, su amigo progresista admitió su falta pero en lugar de devolverle lo robado, adujo que había repartido esos bienes entre los más pobres, y que él se haría responsable de compensarlo en el futuro. A cambio de todos sus bienes robados le firmó papeles o bonos, que es todo lo que usted pudo conseguir, ya que la policía y la justicia se pusieron del lado del progresista. Esto puede parecerle totalmente increíble, pero son solo algunas de las cosas más comunes que suelen ocurrir en un país cuando un progresista asume el poder.

En este caso la historia de la deuda transcurre igual. Pasan los años sin que usted pueda cobrar un solo centavo. También resulta que usted no es el único afectado sino que hay una multitud de personas que han sido asaltadas por el mismo progresista con el mismo cuento de repartir los bienes entre los más pobres para hacer una sociedad más justa. Este es el sentido de justicia y de ética en el progresismo. Pero resulta que los pobres, al cabo de varios años, siguieron siendo pobres. No solo eso sino que usted mismo y todos los demás afectados por la repartija progresista se sumaron a la gran masa de empobrecidos que había crecido. La consecuencia final del acto de justicia social progresista fue que la pobreza se extendió, pero además quedaron unas cuentas pendientes que el progresista ladrón trató de eludir durante décadas.

Muchos años después, un día todos los afectados por el robo progresista se juntaron y decidieron acudir a la justicia. Otro craso error. Al cabo de tanto tiempo muchas cosas habían ocurrido con los afectados y con los bonos. Algunos habían negociado sus bonos, otros los mantenían y otros simplemente murieron esperando que el progresismo les cancele. De hecho algunos afectados tuvieron suerte de negociar sus papeles con el banco y al menos recibieron parte de su dinero, el que pudieron aprovechar antes de morir, a cambio de que el banco se hiciera cargo de un muerto muy pesado. 

Cuando al fin la justicia ordenó, como no podía ser de otra forma, que el progresista ladrón y deudor pague la deuda ajustando su valor de acuerdo al tiempo transcurrido, nuevamente apareció una masa de progresistas para defender al ladrón aduciendo que se le iba a pagar a "especuladores". En buena cuenta, lo que pretenden todos estos progresistas es que la deuda se dé por olvidada como si nunca hubiera pasado nada. Esta es otra muestra de la grandiosa ética progresista que hoy vemos en el Perú.

¿Cuál es el argumento de la progresía para apañar el robo progresista? Que los bancos no son los que recibieron el papel original. Que ellos son especuladores que obtuvieron el papel a sus propietarios a un precio menor y que hoy pretenden cobrar el monto real actualizado. ¿Es esto cierto? De hecho es una gran mentira. Un embuste del progresismo para no pagar. Una muy recurrida estrategia del progresismo es desprestigiar a los bancos, al sistema financiero y al capitalismo en general, culpándolos de todos los males. Según su lógica, las crisis no ocurren porque hay progresistas que se prestan y no pagan, sino porque hay bancos que prestan con la intención de enriquecerse. Esto forma parte de la ética progresista y de su estilo de supervivencia. El progresismo vive la fantasía de ser defensores del pueblo contra la voracidad del Gran Capital. Han repetido tanto esta historia que muchos en realidad lo creen. Por tanto, viven en un mundo irreal, definido únicamente por la retórica.

Los bancos tienen un papel muy importante en la economía de los países y son los que permiten la creación de la riqueza. Reciben dinero del público y tienen el deber de respaldarlo con inversiones que puedan rendir intereses para los ahorristas. Sirven además como palanca del desarrollo al financiar proyectos. Y todo esto funciona en base al crédito, es decir, a la confianza o credibilidad en que todos cumplirán su palabra. Cuando alguien falla en esta delicada arquitectura social y financiera, todo el sistema puede colapsar. Por desgracias quienes suelen estancar esta cadena de progreso son los progresistas, porque hacen uso de él no para el progreso sino para el dispendio. En realidad deberían llamarse derrochistas, pero la retórica progresista es invencible. Ellos llaman a las cosas como más les conviene dentro de su fantasía. Aunque ellos detestan el sistema financiero internacional son quienes más se aprovechan de él, pero en lugar de progresar solo acumulan deudas. Cuando finalmente sus deudas son gigantescas y ya nadie les quiere prestar sino que todos les cobran, entonces apelan al desprestigio de los bancos y hacen lo posible para colapsar al sistema financiero. Algo que muchas veces logran.

Lo que el progresismo pretende ocultar es la verdadera naturaleza del mercado de capitales y valores, así como la verdadera función de la banca, aunque también podemos admitir que muchos progresista nunca han entendido cómo funciona el delicado mundo financiero. Esto es porque solo les preocupa la pobreza y nunca han entendido como es que se genera la riqueza. El progresismo solo maneja una teoría de la pobreza en la cual creen firmemente, y según la cual los ricos son los culpables de la pobreza, y por tanto combaten a los ricos y a sus instrumentos financieros. Pero todo lo que hacen los bancos es mover la plata de la sociedad. Por un lado captan dinero del público que solo quiere ahorrar y, por otro, proporcionan el dinero con que los emprendedores generarán empleo y riqueza. Al final todos ganan. Y claro que no ganan todos igual. Eso sería un absurdo. Depende de sus esfuerzos y capacidades. Pero no hay absurdo que sea imposible para una mente progresista. Ellos critican el sistema precisamente porque la riqueza no se distribuye igual y creen que ese es el problema que lo descalifica. Lamentablemente el progresismo no ha podido inventar otro sistema que funcione mejor. Todo lo que han logrado en busca de la sociedad perfecta es crear decadentes infiernos humanos y montar verdaderas carnicerías sangrientas llamadas revolución.
Los países manejados por progresistas suelen recibir mucho dinero del sistema financiero pero lo malgastan en farras fiscales. Incrementan la burocracia y regalan dinero al pueblo de muchas formas, además de la inmensa corrupción que esa clase de políticas significa. ¿Qué ocurre el día en que estos países progresistas que firmaron papeles a cambio de dinero deciden no cumplir el pago de su deuda simplemente porque ya no pueden seguir pagando y porque ya nadie les quiere seguir prestando? Si el país es pequeño, como lo fue el Perú cuando Alan García se negó a pagar la deuda en los años 80, simplemente el país se queda bloqueado y sin créditos y entra en crisis y recesión, como le ocurrió al Perú gracias a la proeza antimperialista de Alan García. Pero si el país tiene una deuda suficientemente grande, como la de algunos países europeos, lo que puede ocurrir es una gran crisis financiera internacional debido a que el flujo del capitales se ha detenido. Lo que suele ocurrir es que los países progresistas se convierten en un enorme agujero negro que devora dinero del mundo y no lo devuelve. Es decir, mientras unos crean riqueza y pueden prestar, otros se prestan para vivir bien a costa del futuro.

Esta clase de crisis surge porque los países progresistas se endeudan y usan ese dinero para regalarlo a los pobres y aparentar bonanza dando servicios públicos gratuitos o creando ministerios rimbonbantes para los aspectos más cursis de su realidad como la interculturalidad. Política que al final los vuelve más pobres, ya que nunca se preocupan por fortalecer a la sociedad, sus empresas y bancos sino que los debilitan haciéndolos cada vez más dependientes del gobierno. La pobreza no se resuelve regalando dinero ni aumentando la burocracia ni haciendo más leyes, sino permitiendo que la gente trabaje más por su propia cuenta y eliminando las trabas que las empresas tienen para generar empleo, riqueza y para seguir creciendo.

Sin embargo, los progresistas viven convencidos de que eso significa generar desigualdad e injusticia. En su mundo de ficción y de prejuicios, las empresas son entes de explotación y especulación. Bajo esta óptica resulta que los sectores más dinámicos y productivos de la sociedad son estigmatizados y atacados por la progresía. Procuran limitar el accionar de las empresas aumentando los controles, y creando tramites para licencias diversas que entorpecen el funcionamiento de la economía. El progresista en el poder se limita a disfrutar de la popularidad que le proporciona el reparto de dinero y del montaje de una falsa bonanza social con dinero prestado.

Naturalmente que cuando las políticas progresistas del dispendio burocrático y del asistencialismo social fracasan (porque siempre fracasan) originando una gran deuda pública, déficit fiscal, inflación y falta de divisas, es la hora de echarle la culpa de todo al capitalismo depredador, a los bancos especuladores y al imperialismo yanqui. Esta es una historia trillada y conocida que seguirá repitiéndose mientras no seamos capaces de anticiparnos y contarla en las escuelas a los niños antes de que estos caigan en el embuste del progresismo. Tenemos que actualizar el cuento de la hormiga y la cigarra. Esta es la primera tarea de la educación para un futuro mejor.

jueves, 18 de octubre de 2012

El aprovechamiento político de Gamarra


Cada vez es más descarado el aprovechamiento político que se hace del llamado "Emporio Comercial de Gamarra" o simplemente Gamarra, esa especie de Hong Kong criollo surgido en medio de la miseria y el abandono de La Victoria, uno de los distritos más populosos de Lima. Creció en los años 70 al lado de La Parada, cuando esta se extendía a lo largo de varias cuadras de la Av. Aviación tomadas íntegramente por ambulantes provincianos, quienes improvisaron un gigantesco mercado en plena vía pública. Allí al lado empezó a surgir silenciosamente lo que hoy se llama con orgullo "Emporio Comercial de Gamarra". 

Gamarra surgió pues en medio del abandono del Estado y en medio de la pobreza. Se hizo sola a pulso y sudor de los trabajadores provincianos que en los años 70 llegaron por oleadas a Lima, empujados por la miseria andina producto del fracaso de la Reforma Agraria de Velasco. Llegaron pobres y se pusieron a trabajar en la informalidad. Al cabo de unos años de decidido trabajo, Gamarra ya era a fines de los 80 el epicentro de las confecciones del Perú. Comerciantes de todo el país llegaban a Gamarra a aprovisionarse. Pero el verdadero boom expansivo se vivió en los 90, cuando los comerciantes ya se habían capitalizado, aprendido y ganado mercado. Entonces fue cuando empezaron a surgir las galerías comerciales y los nuevos edificios. Hoy que Gamarra es ya un claro ejemplo de prosperidad, son los políticos los que ahora llegan por oleadas a tomarse fotos con los emprendedores.

En los años 70 Gamarra era una calle llena de baches, como casi todas las calles de La Victoria, por donde debían transitar los buses del transporte público ladeándose cada vez que sus llantas se hundían en uno de los enormes agujeros del pavimento. Era la ruta obligada desde la Av. México hacia la Av. Grau porque la Av. Aviación, que debía ser la ruta natural, casi había desaparecido en medio del hervidero de puestos informales y la multitud que transitaba entre ellas. Gamarra se convirtió así en la alternativa de paso, y con ello ganó importancia como vitrina de ventas. Al principio eran tiendas de telas provenientes de las fábricas de la Carretera Central, pero poco a poco iniciaron el negocio de las confecciones. 

Lo más interesante de Gamarra es lo que no se dice. Gamarra es la prueba más clara y contundente de las falacias de la izquierda. No hace falta recurrir a ejemplos extranjeros para demostrar que las tesis de izquierda son ridículas y equivocadas. En el Perú tenemos las pruebas de la falsedad de su discurso. La pobreza no es, como afirma la izquierda, causada por un sistema perverso, el capitalismo. Al revés. Es todo lo contrario. El capitalismo es el único sistema que salva a los pobres sacándolos de la miseria.

Pero Gamarra también es una prueba de que el Estado no es el motor de la economía sino un estorbo. El gran despegue de Gamarra jamás habría sido posible si el Estado hubiese estado presente allí con todas sus regulaciones laborales, comerciales y tributarias. Ha sido precisamente gracias al abandono del Estado que los pobres pudieron trabajar en libertad y generar riqueza. Queda pues demostrado, una vez más, que es el trabajo el único motor del progreso, pero en un ambiente de libertad, donde nadie amenace la propiedad privada ni el capital ganado. Ni el Estado ni los delincuentes. Para ello los comerciantes de Gamarra también tuvieron que encargarse de su propia seguridad.

Cuando los políticos, y especialmente por estos tiempos Ollanta Humala y Nadine Heredia, visitan Gamarra llenos de entusiasmo y orgullo, llevando visitantes extranjeros como Hillary Clinton y Michelle Bachelet, para mostrarles la "inclusión social", no dan los mensajes correctos en sus discursos. No dicen por ejemplo que la inclusión social no nace de los programas sociales del gobierno. La verdadera inclusión social es un proceso natural que debe surgir por la propia acción libre de los ciudadanos, en su esfuerzo genuino de incorporación al sistema mediante su trabajo. Gamarra es pues un ejemplo perfecto del absurdo que significa la prédica de este gobierno. Visitan Gamarra sin darse cuenta de que sus ideas políticas están allí muy venidas a menos. Esa es la ceguera de nuestros políticos, y en especial de la izquierda retórica.


sábado, 25 de agosto de 2012

Como salvar a Cajamarca



A estas alturas los cajamarquinos ya saben a ciencia cierta lo que significa tener a la izquierda en el poder. En pocas palabras significa miseria y pobreza. No es ninguna novedad. La izquierda marxista en el poder, en cualquier lugar del mundo, solo ha generado miseria. Hoy ya tenemos la experiencia directa en Cajamarca, donde la izquierda comunista procedente de Patria Roja, ese anacrónico reducto de cavernícolas de la política, llegó al gobierno regional por una pésima decisión de un pueblo infectado por la izquierda.

Gregorio Santos y toda la escoria comunista que gobierna Cajamarca hace dos años no han hecho más que destruir las bases productivas de esa maravillosa región. Se han dedicado a la politiquería barata, que es lo único sabe practicar la izquierda. Con increíble irresponsabilidad Santos ha sumido a su región en la práctica insensata de paros y marchas de protesta, focalizados en un solo tema: Conga. Y es que la izquierda carece de otro guión político. Solo conoce el sabotaje.

Hoy, mientras el país despega hacia el desarrollo en todas sus regiones, con mayor y menor velocidad, vemos cómo Cajamarca se deprime y se hunde en la miseria a causa de la intransigencia y la estupidez de la izquierda cavernícola que la maneja, con la ayuda de una plaga de ecocomunistas diversos encabezados por una logia de delirantes como el terrorista Wilfredo Saavedra y el ex cura Marco Arana, entre otras lacras del mismo calibre.

¿Dónde están ahora todos esos idiotas que clamaban por la salida de Valdés, culpándolo de ser el responsable de la falta de diálogo y de solución? ¿Qué dicen ahora quienes creyeron que era posible el diálogo con esas lampreas de izquierda comunista? ¿Dónde están los ingenuos que creyeron que Gregorio Santos tenía intenciones de negociar? 

Como lo habíamos advertido desde el principio, es imposible dialogar con los esquizofrénicos de izquierda porque ellos ven otra realidad. No entienden razones porque están cegados por sus dogmas y dominados por sus odios contra el sistema y el desarrollo "capitalista". Son comunistas. No creen en la empresa privada. Odian las inversiones extranjeras. Están en contra del sistema y hasta de la democracia burguesa que ven como un instrumento del poder en manos de los dueños del gran capital, y otras idioteces por el estilo sacados de su biblia marxista. Ellos creen en la violencia, en la lucha de clases, en la conquista del poder mediante la "lucha popular" (marchas, paros, conflictos), a la que llaman con hipocresía "democracia directa". En palabras más simples, son basura, estiércol, detritus.

El gobierno tiene ahora la delicada misión de rescatar a Cajamarca de estos alienados mentales. El premier Juán Jiménez Mayor apelando a los buenos modales sigue "invocando" al comunista Gregorio Santos a que se ponga a trabajar por su región. Pero nuevamente advertimos que pierde el tiempo. La única manera de salvar a Cajamarca es desalojando a esos enfermos mentales. Mientras más se demoren en tomar estas medidas, más se hundirá Cajamarca. No lo duden.


Dante Bobadilla Ramírez