Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Empezar el lunes siempre es pesado. Pero lo es más cuando de arranque te chocas con algo nefasto, por ejemplo, un artículo en el diario que te deja la impresión de haber pisado alguna deyección canina. Es lo que me deja el artículo de la activista caviar Rocío Silva Santisteban, publicado en el pasquín rojo La República, con el corto pero significativo título: "Estúpidos". Por lo general es mejor ignorar los artículos de esta señora, incluso el diario entero, pero a veces es como dije: toparse inadvertidamente con una deyección en tu camino. Tomaré esto como pretexto para ocuparme de la fábrica mediática caviar destinada a la demolición de lo poco que queda de la derecha liberal.
La señorona en cuestión, esforzada defensora de los derechos de los terroristas, se ocupa del racismo que practican los jóvenes de ciertos colegios, expresado mediante publicaciones hechas en ese panel de idiotas que es mayormente el Facebook infantil. Lo que en realidad pretende esta activista, que hace tiempo abandonó cualquier perfil intelectual, es despotricar contra cierta "clase social" que ella identifica con la derecha. Son los colegios que cuestan 1,500 soles de pensión mensual, dice.
Textualmente escribe "lamentablemente luego estos jóvenes se convierten en la DBA y pasan a gerenciar alguna empresa de su padre o son ministros de algún presidente cholo". Está claro que sus palabras no están cargadas de amor sino de odio clasista y de prejuicios baratos, además de mucha ignorancia sobre la psicología infantil. Lo curioso de los caviares es que este odio clasista está dirigido a su propia clase. Eso es lo que identifica más a un caviar. Los caviares son los hijitos bien de papá que salieron con el cerebro retorcido y acabaron renegando de su propia esencia social, y añoran ser como los cholos que observan a través de las lunas polarizadas de sus camionetas 4X4.
La señora Rocío Silva Santisteban, autora de este clasista artículo, se educó nada menos que en el pitucazo colegio Santa Úrsula. ¿Cuánto cuesta la pensión en ese colegio que exige alemán intermedio para recibir un alumno en secundaria? La clasista señora RSS que despotrica contra los colegios caros, figura en la promoción 79 junto a refinadas compañeras de clase social con apellidazos como Wiese, Rouillón, Gambirazio, Durant, Cisneros, Dibós, etc. Crema y nata de la sociedad limeña que seguramente no discriminaban a sus amas cuando las vestían y cuidaban en su juventud. Claro que en esos días ellas no tenían Facebook para hacer público sus pensamiento racista.
Pero aun queda más. Luego del Colegio Santa Úrsula nuestra combativa activista caviar se educó en la pitucaza Universidad de Lima. Y no solo eso, sino que luego se fue al imperialista país de los EEUU para estudiar en la pitucaza Universidad de Boston. Aunque después nuestra combativa caviar no haya pasado a gerenciar una empresa de su papi sino que acabó manejando una ONG roja, lo que sí ha hecho es aprovechar todas las puertas que su ilustre apellido le abre automáticamente en el círculo académico y mediático. Que es casi lo mismo.
Ahora, desde la cómoda posición que ha alcanzado gracias exclusivamente a su apellido y privilegiada posición de clase, se ha vuelto una caviar amargada que las emprende contra su propia clase social, contra su propio colegio y sus amistades de la DBA. Se da el lujo de insultar a todo un segmento político "la DBA" por las travesuras que unos infantes hacen en el Facebook, como si no supiera el grado mental que tienen los jóvenes que juegan en la web. Debería mejor ocuparse de los jóvenes progres que salen a armar alboroto en las calles ante cualquier convocatoria por Facebook.
Habría que pedirle a esta señora que controle sus odios de clase. Tómese un diazepam antes de escribir sus artículos y pídale disculpas a sus compañeros de promoción, por lo menos. Lo curioso es que quienes hablan de la DBA son los que más dan muestras de esas cualidades. ¿O acaso no existe una izquierda bruta y achorada? Más bien diría que esos tributos calzan mejor con la izquierda.
Nota: Este artículo se publicó originalmente en La Mula, el 20 de febrero del 2012.