Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: La Fuerza
Es claro que el gobierno de PPK trata de enmascarar el indulto concedido al ex presidente Alberto Fujimori, como un primer paso en el camino hacia la reconciliación nacional. Se trata de una maniobra política que no tiene sustento en la realidad de sus actos. Mientras dicen una cosa, hacen otra. Si este hubiese sido el primer acto de su gobierno, las cosas hubieran sido mucho más fáciles y manejables. Pero ahora todo huele a mentira, incluso el discurso de la reconciliación.
Es un hecho que la reconciliación nacional nunca fue de interés para este gobierno, y menos aun cuando PPK le debe enteramente su magro triunfo electoral al antifujimorismo. Por eso mismo siempre fue un rehén del antifujimorismo.
En todo este tiempo PPK jamás dio muestras de interesarse por el diálogo y la reconciliación. Por el contrario, prefirió la soledad y el autismo, mostrándose parco en las únicas dos ocasiones en que dialogó con la lideresa de la oposición, una a instancias del cardenal y la otra por iniciativa de la propia Keiko Fujimori.
Además, PPK nunca dio señales claras de estar a favor del indulto a Fujimori. El tema era permanentemente manoseado por la prensa y PPK se limitaba a decir que era un asunto médico. Su postura anterior fue pedirle al Congreso una ley que permita cumplir penas en el domicilio, aclarando que no podía ser una ley con nombre propio, cuando él mismo estaba proponiéndolo como una solución al caso de Alberto Fujimori.
Las evidencias confirman que el indulto fue producto de un acuerdo urdido por PPK para salvarse de la vacancia. Todo encaja. De modo que el indulto no ha sido en realidad producto de un diálogo abierto, de una política de Estado, de un plan de gobierno ni nada que se le parezca. Ha sido un manotazo de ahogado.
Lo que vemos ahora es una maniobra desesperada de rescate de la credibilidad presidencial y una operación de soldadura para asegurar la flotabilidad del gobierno. Sin embargo, es obvio que el gobierno y sus partidarios carecen de una partitura. Las declaraciones de unos y otros solo exhiben el caos por el que atraviesa el régimen. No hay uniformidad de criterios. Para colmo, ni siquiera dan muestras de estar en el camino sincero de una política de reconciliación. No tienen nada.
Los principales voceros del régimen siguen echando gasolina a la hoguera cada vez que hablan de la supuesta reconciliación. No ha habido un cambio de actitud ni de discurso en Mercedes Araoz ni en Juan Sheput, por ejemplo. Ellos siguen sobre la base de validar las posiciones de la CVR y la sentencia de Fujimori, que son los dos instrumentos que encendieron la hoguera que hoy divide al país.
Si Mercedes Araoz piensa como se ha expresado en su reciente columna de El Comercio, pues debió tener la entereza de renunciar al cargo de presidenta de la PCM, apenas se enteró del indulto, que a todas luces fue por medio de la prensa. Al quedarse en el cargo, tal vez urgida por el propio presidente, debió convocar a gente pensante con cabeza fría que los ayude a diseñar rápidamente una política de paz y reconciliación en el país, algo que no es fácil ni se puede improvisar.
Pero en realidad no hay nada de nada. Este gobierno sigue trastabillando sin brújula ni timón. Todo lo que vemos es improvisación y discurso hueco. No se puede hablar de reconciliación con el informe de la CVR en la mano, ni aplaudiendo la sentencia de Alberto Fujimori, que son los dos instrumentos de venganza de la caviarada. No se puede seguir con esa farsa de pedirle a Fujimori que se arrodille y pida perdón a las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos cuando está demostrado que él no tiene ninguna relación con esos crímenes y que estos fueron, además, improvisados.
La Cantuta fue un acto demencial de militares borrachos, liderados por un inestable Martín Rivas que nunca siguió órdenes de nadie. Y eso se evidencia en la cadena de acciones improvisadas y torpes que ejecutaron. Barrios Altos fue ejecutado por un grupo de militares que quisieron vengar a sus compañeros, asesinados en el bus de los Húsares de Junín dinamitado por SL en una calle céntrica. Ninguno de estos actos fue ordenado por instancia alguna del gobierno de Fujimori, que jamás tuvo como estrategia antisubversiva este tipo de acciones. Cargarle la responsabilidad de tales crímenes a Fujimori fue una felonía jurídica que no se puede seguir avalando.
De manera que no se puede hablar de reconciliación si a nadie le interesa colocar la verdad sobre la mesa, en primer lugar, y prefieren en cambio seguir validando los mitos y mentiras montados por la élite caviar en venganza contra Alberto Fujimori. No se puede hablar de reconciliación con mentiras y venganzas. No se puede exigir la humillación de Fujimori ante las víctimas de La Cantuta y Barrios Altos como requisito previo para una reconciliación. Ese no es el camino de la reconciliación.
Si este gobierno quiere sobrevivir, le conviene emprender un diálogo verdadero y tomarse en serio la reconciliación, no como una simple mascarada para tontos. Ya que han nombrado a este año como “Año del Diálogo” pues que empiecen a practicarlo. Queremos ver un plan de diálogo, pero con las personas adecuadas. No nos interesa que vuelvan a mecernos con el circo del diálogo habitual, convocando a los partidos a palacio para tomarse una foto, y mucho menos perdiendo el tiempo con ese adefesio del Acuerdo Nacional que inventó Toledo para salvar su cuello.
Empecemos el diálogo pero dejando las mentiras de lado. Es decir, arrojando a la basura el informe de la CVR y dejando en claro que el juicio de Fujimori fue una felonía legal. Solo después de ese primer paso podemos empezar el diálogo.