sábado, 2 de septiembre de 2017

Caviares de película


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

El ministro de Cultura, Salvador del Solar se salió con su gusto y anunció que enviará al Congreso el proyecto de Ley del Cine que, según sus palabras, triplicará el dinero destinado a financiar el cine nacional. Dice que eso nos permitirá competir con la cinematografía de la región. Seguramente la casta de privilegiados que aprovechará el dinero público en sus aventuras fílmicas, habrá hecho un buen lobby, utilizando al mismo ministro como infiltrado de la orden, pues Del Solar es parte interesada en el asunto y hasta podría salir beneficiado con su ley. 

Para quienes vivimos convencidos de que en este mundo cada quien tiene que vivir con su propio esfuerzo y disfrutar de lo ganado limpiamente, no podemos menos que lamentar este despilfarro de fondos públicos en frivolidades, por más que traten de disfrazarlo de "cultura". La gente va al cine a divertirse y distraerse. El cine es un negocio que pertenece al campo del entretenimiento. Disfrazarlo de "cultura" para que un puñado de aventureros que viven estirando la mano al Estado hagan su negocio privado, no es un aporte para el país. Es solo crear una casta de privilegiados a los que el pueblo tendrá que mantener.

No tienen por qué convertir al cine en algo "vital" que hay que solventar con nuestros impuestos, como si fuese un artículo de primera necesidad. No tienen que colocarle una aureola de santidad sobre la cabeza de quienes quieren hacer cine. Si quieren dedicarse a ese negocio, es su opción y deben afrontarla con su dinero, recursearse como hace cualquier otro peruano. No son seres especiales, aunque el progresismo los haya convertido en semidioses. 

Si una persona quiere instalar una panadería, restaurante o taller de artesanías de oro y plata, etc., tiene que buscar financiamiento. Puede usar sus ahorros, vender su auto, empeñar su casa o pedir préstamos bancarios. El riesgo es suyo y por tanto se esforzará en trabajar lo mejor posible para ganar un mercado que le permita capitalizar su inversión. Así funciona el mundo real. Pero ¿qué pasa si quieren tomar el camino más fácil y cómodo, para no tener que vender el auto, empeñar la casa o pedir préstamos bancarios? Fácil: solo tienen que hacer una ley para que el Estado los financie declarando que su negocio es "cultura". Así solo llenan un formulario y reciben el dinero. ¿No es lindo?

La única diferencia del cine es que el progresismo ya hizo el trabajo de ablandamiento de mentes convenciendo a los más tontos de que el cine no solo es "cultura" sino "vital". Pero no cualquier cine sino el "cine peruano". Mejor dicho, el cine progre, para ser más específicos, porque los progres detestan películas como "Asu Mare" o "La paisana Jacinta". Según ellos ese tipo de cine no es cultura. En realidad, lo que quieren es plata del Estado para montar sus campañas políticas progres haciendo películas de "contenido social", que deje un "mensaje", que sea una "denuncia". 

La gran ventaja es que, como la plata no es suya ni la tienen que devolver, no les interesa si la película se vende o no, si al público le gusta no no, lo único que les interesa es mostrar su "propuesta", su perspectiva particular del mundo y de la "problemática social", quieren un "cine comprometido", no comercial, porque todo progre que se respete detesta el lucro y el mercado propio del capitalismo decadente. Por eso usan dinero del Estado y hacen cine no comercial. En otras palabras, tenemos que solventar con nuestros impuestos a una casta de iluminados progresistas que quiere hacer sus campañas ideológicas en el cine. 

En resumen, lo que ha hecho el Ministerio de Cultura es triplicar el dinero que será quemado en malas películas que nadie irá a ver. Aunque tienen el cuajo de pretender obligar a las salas de cine a exhibir esos bodrios, aunque las salas estén vacías. El siguiente paso será obligar a la gente a ir a verlas. Así es como vamos acercándonos al paraíso socialista poco a poco. 

El dulce ministro Del Solar dice que así podremos competir con las producciones de otros países. Cree que todo es cuestión de plata. Arrojas plata por acá y resuelto el problema. No es así. El talento no se compra, y menos cuando están ideologizados, desprecian el mercado e ignoran los gustos del público. Al contrario, esa ley crea una competencia desleal con las productoras privadas que sí se la juegan invirtiendo su propio capital en producir cine.

La Ley del Cine no es nueva. Ya en tiempos de Velasco se intentó estatizar el cine, y desde entonces tenemos al Estado metido allí, aunque nunca sirvió para nada. Al contrario, lo único que se logró fue entronizar la mediocridad y crear una casta de argolleros que se pelean entre ellos por la plata del Estado sin importarles la calidad ni la competencia. 

Esperemos que el Congreso tenga la lucidez de vetar esa absurda ley del cine. Es otra muestra de lo desubicado que anda este gobierno, pues destina recursos a tareas insulsas cuando estamos en un país repleto de carencias y necesidades básicas en la salud, la seguridad y la educación. Arrojen esa ley a la basura.

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