Alberto Fujimori es la figura política más importante de nuestro tiempo. De eso no cabe ninguna duda, aunque le arda al antifujimorismo patológico. La sola existencia de esta gente que dedica su vida a odiar a Fujimori lo confirma. Fujimori está todos los días en los medios para bien o para mal, y goza del reconocimiento y gratitud de muchos peruanos, que saben lo que Fujimori significó en los grandes cambios positivos que transformaron el Perú, del país inviable y miserable que era en 1990, hundido en el desastre socialista y el terrorismo de izquierdas, a estar en las riendas del desarrollo y la paz.
Hasta su muerte, en agosto de 1979, Víctor Raúl Haya de la Torre fue, sin ninguna duda, el personaje político más importante del siglo XX. Fundador del Apra, fue un factor determinante de la política nacional por varias décadas. Nunca llegó a la presidencia por los vetos de las FFAA y otros sectores, pero acabó sus días como presidente de la Asamblea Constituyente de 1979. Desde su desaparición nadie pudo ocupar su lugar hasta la llegada de Alberto Fujimori. Al igual que Haya, hoy Fujimori es al mismo tiempo querido y odiado, como corresponde a las grandes figuras políticas.
Todavía es temprano para aquilatar el tremendo impacto de Fujimori en los destinos del Perú a las puertas del siglo XXI. Aun quedan muchos rencores vivos, mucha miseria suelta, especialmente en los sectores de izquierda que se vieron más afectados por la política antiterrorista y liberal de Fujimori. Es obvio que los mayores odios hacia Fujimori vienen de la izquierda. Los partidos y colectivos de izquierda, las ONG de izquierda y todo militante de izquierda tiene al antifujimorismo rabioso como nueva religión y doctrina. Desde luego, no se debe a sus modernas preocupaciones por los derechos humanos, sino porque Fujimori representa el fin de sus largas aventuras violentistas, promovidas desde el triunfo de la revolución cubana, a principios de los años 60. El resto es pura pose y mascarada.
Más de tres décadas de lucha armada que se iniciaron con las guerrillas de Luis de la Puente Uceda en 1964, acabaron en 1997 con el aniquilamiento del último comando del MRTA, ocurrida tras la captura de la cúpula de Sendero Luminoso. Así, Alberto Fujimori liquidó los sueños de la izquierda de tomar el poder por las armas. Pero no solo eso, sino que Fujimori transformó radicalmente la estructura política y económica del país, desmantelando casi por completo el esquema socialistoide impuesto por Velasco Alvarado, que en dos décadas nos llevó a la ruina total. Por todo esto es que la izquierda nunca perdonará a Fujimori. Ya está demostrado que a la izquierda no le interesan ni los derechos humanos ni la corrupción. Al contrario, son expertos en violaciones de derechos humanos y en corrupción. Ya no pueden seguir usando ese pretexto ni ese disfraz para manifestar su odio enfermizo a Fujimori.
Alberto Fujimori sigue vigente aunque esté preso y enfermo. Es parte de la agenda nacional, y la posibilidad de su indulto siempre está presente en la conciencia de la mayoría de peruanos. Hace poco que el presidente Pedro Pablo Kuczynski habló de "voltear la página" refiriéndose a Fujimori. ¿Qué quiso decir con esa frase? Todo el mundo entendió que se trataba del indulto. Sin embargo, luego se lavó las manos para tirarle la pelota al Congreso. En el Congreso, la mayoría fujimorista desechó un proyecto de ley que podría haber permitido que Fujimori cumpliera su pena en casa. Lo que el fujimorismo quiere, claramente, es el indulto o la revisión de su caso. Es decir, un nuevo juicio imparcial, y no la farsa jurídica montada por el juez César San Martín, quien lo condenó alevosamente por los crímenes de Barrios Altos y La Cantuta, sin prueba alguna y recurriendo a una sucia maniobra jurídica. San Martín fue el ejecutor de la caviarada. Buscó la manera de sentenciar a Fujimori a la mayor pena posible por cualquier medio.
Es una lástima que la cobardía de PPK pese más que el sentido de justicia histórica y el anhelo de las mayorías nacionales. PPK es un rehén de la caviarada. Al no tener partido ni fuerza en el Congreso, cree que aliarse con la izquierda es su salvación. Al parecer PPK piensa que su ridículo pacto con el club de infantes de "No a Keiko", es más importante que un acuerdo con el principal partido político del país, y mayoría absoluta en el Congreso. En respaldo a la negativa del indulto, han salido rojos de todos lados a engañar diciendo que es imposible porque Fujimori está condenado por lesa humanidad, lo cual es falso. En el colmo de la miseria, han dicho que Fujimori no califica para indulto humanitario. Lo que quieren es que caiga enfermo de gravedad para enviarlo a morir a su casa. Ese es el famoso "indulto humanitario" que están dispuestos a aceptar ciertos sectores que aun pueden llamarse "moderados" en el antifujimorismo patológico de la izquierda.
La Constitución es simple y clara: el presidente está facultado para dar indultos sin condiciones. Que exista una ley para indultos ordinarios manejados por una comisión de burócratas es otra cosa. Eso no limita la potestad constitucional del presidente para indultar. El indulto es una figura política. Pero para usarla hay que tener coraje y un sentido de trascendencia histórica. PPK ha sido arrinconado por la jauría progre-caviar que salió a ladrarle profiriendo toda clase de mentiras contra del indulto. Conociendo el carácter pusilánime de PPK y sus compromisos con la caviarada, el indulto parece imposible. La historia juzgará la miseria de la política peruana.
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