Desde hace mucho tiempo, la educación en manos del Estado atraviesa por un crisis endémica que nadie es capaz de solucionar. No es novedad que un servicio a cargo del Estado sea malo. Sostener que el Estado no hace nada bueno es afirmar un hecho y no una ideología. El Estado es fuente no solo de corrupción sino de la más pavorosa ineficiencia en todos los campos. No es el momento de analizar las razones de esto, pero hace falta mencionarlo como punto de partida para el comentario de lo que ocurre hoy con la educación.
Ya no se trata de quejarse de locales escolares en mal estado, desayunos infectados, o profesores mal pagados y de muy bajos niveles de preparación. Ahora se trata del currículo escolar. Es decir, ya no queda nada más de qué poder quejarse. Todo anda mal en la educación nacional estatal. La gota que rebalsó el vaso es la ridícula pretensión estatista de utilizar la educación para implementar un experimento de diseño social basado en el adoctrinamiento de los niños en valores progresistas. Esto significa que las escuelas ya no servirán solo para la mala educación sino, básicamente, para el activismo político social en aras de una sociedad perfecta.
Esto no es más que una versión light del consabido adoctrinamiento político izquierdista en las aulas. Solo que antes se practicaba sin descaro en las universidades públicas, de donde salieron los terroristas, pues no olvidemos que Abimael Guzmán y sus secuaces eran maestros de universidades públicas y que los terroristas salieron de las aulas. El gran salto ahora es pasar al nivel escolar, pero no para predicar la guerra popular sino los "valores" del progresismo, es decir, la tan cacareada igualdad, que es el cuento infantil con el que tratan de convencer a las mentes menos preparadas.
El igualitarismo es una ideología y solo eso. En la realidad no existe ninguna igualdad de ninguna clase y menos en el ámbito de los seres humanos, donde prima la diversidad. El igualitarismo social es una ideología de izquierdas que empezó con la famosa "igualdad de clases" predicada por Marx y que dio paso a revoluciones que acabaron en genocidios y países enteros sumidos en la miseria. Hoy podemos ver todavía a la miserable Cuba como un saldo de esa época demencial de la humanidad. En los tiempos de la posguerra y tras la caída del muro de Berlín, la izquierda reordenó sus filas y sus discursos tratando de penetrar las sociedades de otras formas, incluso utilizando la democracia.
Un gran objetivo del comunismo en los años 70 fue la infiltración de los organismos internacionales que Occidente había creado para defender los valores democráticos. El primero de todos fue la OMS en la conferencia de Alma Ata en 1978 organizada por la URRS con el claro propósito de alterar los valores de Occidente, empezando por su concepto de "derechos". Paulatinamente los derechos se fueron desintegrando como concepto y pasó a ser cualquier cosa ofrecida por el Estado. Luego el ejército de escritores progresistas se encargó de prostituir todos los valores y conceptos básicos de Occidente hasta convertirse en un movimiento contracultural de moda destinado a los jóvenes, para variar, el cual acabó pervirtiendo los conceptos de democracia, derechos, igualdad, etc. Para fines del siglo XX los organismos internacionales ya estaban copados por el progresismo.
Si en el siglo XX el comunismo trató de conquistar países mediante ejércitos o guerrilleros-terroristas, ahora solo dictan pautas a través de organismos internacionales como la ONU, FAO, UNESCO o la OIT para dominar a los países subdesarrollados, siempre ansiosos de recibir los dictados de estos organismos para desarrollar sus consabidas "políticas públicas". Los organismos internacionales y las ONGs progresistas son los principales proveedores de técnicos y planes para estos gobiernos que acaban como colonias complacientes al servicio de organismos internacionales llenos de parásitos intelectuales expertos en chalatanería social, que solo buscan implantar valores progresistas sin importarles la idiosincrasia y valores de los pueblos que infectan con su veneno ideológico.
No es raro pues que el Ministerio de Educación se preste al programa de adoctrinamiento progresista de varios organismos internacionales para imponer el igualitarismo social en las escuelas. Esto no es educación. Es puro activismo político que terminará pervirtiendo la educación. Es la utilización de las aulas para la prédica de valores progresistas que, sumado a la mala calidad de la educación, acabará generando promociones de ignorantes adoctrinados pero incapaces de emprender nada en la vida. Acabaremos como España y otros países europeos que se adelantaron a esta práctica de deterioro de la educación, y a la entrega jubilosa del país a los organismos internacionales en aras de los ideales más altruistas pero utópicos.
Desde nuestra óptica, lo que debemos exigir al Ministerio de Educación es eliminar todo contenido proselitista e ideológico del currículo escolar. No estamos en la misma linea de la cofradía cristiana que tiene sus propios objetivos, como no permitir que el Estado desplace a la iglesia como el único agente de adoctrinamiento escolar. Para nosotros tan nefasto es el adoctrinamiento religioso en las escuelas, sean públicas o privadas, como lo es cualquier otra forma de pervertir la libertad de pensamiento de los niños, privándoles la oportunidad de descubrir y entender el mundo de manera libre y natural. La escuela no debe ser aprovechada por el Estado ni las iglesias para adoctrinar. No se metan con los niños. Es un buen reclamo pero que hay que aplicar en todo sentido.
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