El caso lava jato en el Perú ha pasado de ser un escándalo de mega corrupción a ser un escándalo de impunidad y lenidad fiscal lindante con la complicidad, pero además, a ser una vergüenza de tolerancia social representada por el silencio de las calles. También deberíamos señalar la hipocresía política y el desparpajo periodístico, pues la gran prensa parece ponerse de costado, prefiriendo jugar su tarea distractiva y apelar, una vez más, a su enfermizo antifujimorismo, para seguir tapando a los últimos tres gobiernos de este siglo. Todo el panorama apesta a caviar.
El caso reventó en Brasil hace año y medio, acá no se hizo nada. Apenas una comisión de última hora en el Congreso anterior que quedó sin dar frutos. En un país repleto de luchadores anticorrupción, expertos en despotricar contra los corruptos en las plazas de todo el país durante sus campañas, prometiendo purificar la política y hacer de la honestidad su emblema, resulta que nos hemos hundido más en la corrupción. La corrupción no solo no se detuvo con estos gobiernos, sino que ha aumentado y se ha descentralizado, alcanzando a casi todos los gobiernos regionales y distritales. Los montos implicados en la corrupción "moderna" son siderales, dejando en ridículo a lo visto en los 90. Pero nadie se dio cuenta porque todos andaban cacareando y marchando contra el fujimorismo.
Todo lo que se ha hecho hasta ahora, tras las confesiones de Odebrecht, es capturar lornas y pejerreyes. Los tiburones ya se fueron. Y los peces gordos, los merlines y espadas, siguen sin ser mencionados. El caso de Toledo ya debería figurar en la antología de la corrupción encubierta. Sigue riéndose y paseando por el mundo sin que nadie se atreva a ponerlo tras las rejas. Toledo es el campeón de la impunidad desde que se libró del escándalo de sus firmas falsas, la plata de Soros para su campaña, las cutras que recibió para armar su ONG, la plata de Ecoteva y la declaración de Barata de que el soborno de Toledo se lo depositaron a Maiman. Todo eso y mucho más pero no pasa nada.
Tampoco se dice nada de Ollanta Humala, a pesar de haber maniobrado con descaro para otorgar el gasoducto del sur a Odebrecht, prácticamente a dedo y con un sobrecosto escandaloso. Es otro de los afortunados con la justicia desde que lo limpiaron del caso Madre Mía, del andahuaylazo, de la plata de Chávez en el 2006 y de su evidente financiamiento brasilero en el 2011. No pasa nada. Ya se sabe que su nombre corresponde a las iniciales "OH" de la lista de cutras de Odebrecht. Pero nada.
Tampoco se mencionas a Susana Villarán, pese al descarado entreguismo de su gestión a los brasileros y a la descarada financiación brasilera de su campaña. Nadie dice nada. Complicidad.
Por su parte las calles siguen en silencio. No pasa nada con los "indignados". ¿Qué paso con tantos payasos de la moral que salían a lavar banderas y a gritar contra la corrupción? ¿Dónde están? ¿Se los tragó la tierra? ¿Qué le pasó a la manchita progre liderada por Claudia Cisneros, Mónica Sánchez, Tatiana Astengo, Jason Day, Gio Infante y demás lacras sociales que solo arman circo para gritar contra sus enemigos políticos, disfrazados de luchadores anticorrupción? ¿Y ahora por qué no salen? Apenas han tenido el cuajo de salir a marchar contra la resolución de una jueza, que archivó el refrito armado por la progresía en contra del Sodalicio, treinta años después de los hechos. Y contra la corrupción, nada. Calladitos. ¿Saben qué han dicho los muy conchudos? Que se investigue a Odebrecht desde que llegó al Perú en 1979, y en especial en los 90.
Como si no fuera suficiente con el ridículo que han hecho durante estos 16 años, cacareando contra el fujimorismo con su disfraz de luchadores anticorrupción, mientras se levantaban en peso al país, ahora salen nuevamente con su refrito de que se investigue a Odebrecht en los 90. Ante esto caben dos posibilidades: o son muy estúpidos o muy vivos. Ambas son factibles. En primer lugar cualquier posible delito de los 90 ya prescribió, y la investigación solo nos haría perder el tiempo mientras los peces gordos del presente siguen fugando. ¿Para qué investigar los 90, una vez más? No tiene ningún sentido racional. Para lo único que serviría eso sería para satisfacer el morbo de los EMAF: enfermos mentales del antifujimorismo. Pero no estamos para darle gusto a los enfermos. Que sigan delirando.
Acá hay que meter presión para que el Fiscal se ponga más riguroso y ágil. Se necesita que el gobierno financie al Ministerio Público y al Poder Judicial con partidas especiales destinadas a tratar estos casos de corrupción del nuevo milenio. Necesitamos que se sepa la verdad y que dejen de encubrir a los peces gordos. Ya es tiempo de que los progres y caviares dejen de ser los intocables y se quiten la máscara de luchadores anticorrupción. No tienen autoridad moral para señalar a nadie.
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