domingo, 9 de octubre de 2016

EL progresismo contraataca


Escribe: Dante Bobadilla Ramírez

Cuando muchos celebraban la derrota de las FARC en las urnas, que es donde el pueblo se expresa, llegó la sorpresiva noticia de que el Comité Nobel de Noruega le había concedido el premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos, como artífice del vergonzoso pacto de impunidad y rendición ante las FARC que fue precisamente cocinado bajo el patrocinio de Noruega, conjuntamente con la nefasta dictadura cubana. Un acta de rendición del Estado colombiano ante las FARC llamado mañosamente "acuerdo de paz". A estas alturas de la historia francamente ya no sorprenden algunas absurdas decisiones del Comité Nobel de la Paz, dominados por el progresismo.

El Nobel de la Paz es, en la práctica, un instrumento político usado por el progresismo para fortalecer algunas de sus causas o aliados, como cuando se lo concedió a Obama a pocos meses de iniciada su gestión y no tenía logro alguno que mostrar, sino tan solo sus intenciones de acercarse a la dictadura comunista cubana y levantar el embargo. En esta ocasión, el progresismo noruego vuelve a emplear su comodín para posicionar a Juan Manuel Santos justo en un momento muy incómodo. Le ha arrojado un salvavidas que le permita seguir flotando para llegar a sellar el acuerdo de impunidad para los terroristas de las FARC y su incorporación forzada en la democracia colombiana.

El progresismo ha celebrado con antorchas y petardos el premio Nobel de la Paz de Juan Manuel Santos, y han salido a hacerle cachita a la derecha. Pero más allá de esa euforia por un premio la realidad es que los resultados del plebiscito no han cambiado. El no sigue siendo no. Timochenko sigue en off side. Alvaro Uribe ha recuperado su poder y es el principal protagonista de la nueva era post conflicto. Ahora es Uribe el llamado a conversar. Así es como están las cosas en realidad. Ese pacto de impunidad a favor de las FARC será arrojado al basurero y tendrán que iniciar otro tipo de diálogo, pero ya no con el patrocinio de los comunistas en Cuba. Apenas se les pase la resaca de la celebración, el progresismo tendrá que reconocer que la realidad no ha cambiado: las FARC no son parte de la democracia ni sus crímenes serán pasados por agua tibia. Eso es todo lo que cuenta.

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