La cofradía caviar, dueña de la memoria y la moral política, ha vuelto a emprender su ardorosa "defensa de la democracia y la institucionalidad", tal como ellos la entienden, es decir, como simples fanáticos adoradores de ideologías, imágenes y símbolos, cándidos poseros que no desperdician ocasión para condenar cualquier ofensa a sus ídolos, sin mostrar más razonamiento ni criterio que una mera pose moralista. Arrodillados ante el altar del Congreso blanden la Constitución clamando castigo divino a todo aquel que haya osado profanar la santidad de la democracia.
Varios han salido de sus tumbas a criticar y condenar a la señora Rosa María Bartra, fujimorista voceada como la próxima vicepresidenta del Congreso. Incluso El Comercio, rebajado hace tiempo al nivel de un panfleto progre, condena a la Sra. Bartra en un primoroso editorial por el delito de haber opinado a favor del golpe del 5 de abril de 1992, algo inaceptable para los dueños del pensamiento único y correcto. El Comercio corona así el rosario de críticas que el progresismo desató en los días previos, evocando a los demonios de los 90, para variar. Y es que no hay nada peor que disentir con el sagrado concepto de democracia del progresismo, una democracia de pensamiento único y gestos inequívocos de devoción absoluta a las instituciones, so pena de lapidación pública. Nadie que piense diferente se salvará del fuego eterno de la Santa Inquisición progresista. Usted tiene que condenar el golpe del 5 de abril, o pagará las consecuencias, como le ha ocurrido a la Sra. Rosa María Bartra, a quien le han pedido (exigido, prácticamente) que se abstenga de conformar la mesa directiva del Congreso.
No nos olvidemos que el 85% de los peruanos apoyó el golpe del 5 de abril. Tampoco hay que olvidar el contexto en el que se dio el golpe, que es lo que le da todo su sentido, más allá de la cucufatería democrática. Era una crisis total del país, déficit fiscal, amenaza terrorista en las calles de Lima, etc. En buena cuenta, la quiebra institucional se había dado hacía mucho tiempo pues los penales estaban controlados por la subversión, la justicia era inoperante, medio país estaba en manos del terrorismo incluyendo varias zonas de Lima, las universidades públicas eran antros del terrorismo, y encima de todo eso, la clase política arrejuntada en el Fredemo y el Apra se dedicaron a fustigar a Fujimori desde el Congreso sin permitirle gobernar. Los decretos de urgencia que emitía el gobierno eran sistemáticamente derogados por el Congreso o modificados hasta hacerlos inservibles, preocupados más en no perder el control político que en buscar soluciones efectivas para el país. Más aun, tuvieron la desfachatez de hacer una ley para controlar los actos del presidente: la Ley 25397. Es decir, el primer golpe lo dieron los congresistas al presidente. En verdad no había una sola institución funcionando a la altura de la gravedad del país. La democracia era solo una representación teatral que no le servía para nada a los peruanos.
Para pintar el escenario de la realidad peruana citaremos a la propia CVR:
"Casi tan o más importante que la violencia (política), la crisis económica había llegado a tal punto que realmente amenazaba la subsistencia de los peruanos. El problema de la inflación y los sucesivos paquetazos, sufrido desde 1988, parecía incontrolable. La población demandaba una solución urgente a estos problemas vitales y pronto aceptaría que estos se resuelvan casi a cualquier costo. La conjunción alarmante de violencia exacerbada e inflación rampante configuraron un escenario nacional, con variantes regionales, de crisis extrema y tiempo social acelerado, que se prolongaría hasta 1992". (IF-CVR, cap. 2.3 "La década de los 90", pp. 67).
Si la cucufatería progresista se rasga las vestiduras por la democracia, sin entender el contexto que motivó el golpe del 5 de abril, y prefieren seguir llorando por la "institucionalidad perdida", es porque no les interesa ni la verdad ni el país, y prefieren seguir posando como hipócritas santones. No nos olvidemos que al día siguiente del golpe se dio la ley de emergencia que anunciaba un cambio de Constitución, en menos de dos meses se convocó a elecciones para un Congreso Constituyente y en menos de un año el nuevo Congreso estaba instalado. Sin el golpe del 5 de abril habría sido imposible cambiar la Constitución socialista de 1979 y no habríamos podido salir del modelo estatista que consagraba ese documento. Gracias a la Constitución de 1993 pudimos establecer las bases de un país moderno, con nuevas instituciones que han permitido el desarrollo del país. Así que no hay que llorar tanto por el golpe del 5 de abril. Hay que seguir remando por el país sin esta clase de actuaciones patéticas contra alguien que piensa diferente. Eso no impide criticar ni condenar los actos de corrupción, abuso de poder y atropellos a los DDHH que se cometieron después.
Los reyes de lo políticamente correcto apelan a la pose en defensa de etiquetas, idolatran conceptos y promueven el sentimentalismo antes que la razón. La democracia no se defiende con poses sino con decisiones firmes en los momentos difíciles. Los enemigos de la democracia son los conservadores que se niegan a cambiar el status quo, que prefieren idolatrar ideologías e instituciones precarias cual estructuras vetustas a punto de caer sobre la población. La cucufatería que llora por el cierre del Congreso el 5 de abril de 1992 sin reconocer el grave contexto real que lo motivó, ni lo que luego se logró en favor del país, no defiende la democracia, solo quieren posar como santones de la democracia. Al igual que El Comercio, sacan a relucir la corrupción para descartar toda la década de los 90 como si solo hubiera habido corrupción. Parece que el país se arregló solo, por un milagro. La deshonestidad intelectual del progresismo es tan insultante como su afán por la pose políticamente correcta. Estos demócratas de papel que ni siquiera saben tolerar ideas contrarias ni respetar opiniones divergentes son los que quieren darnos lecciones de moral política cuando nunca han hecho nada por la patria.
Los reyes de lo políticamente correcto apelan a la pose en defensa de etiquetas, idolatran conceptos y promueven el sentimentalismo antes que la razón. La democracia no se defiende con poses sino con decisiones firmes en los momentos difíciles. Los enemigos de la democracia son los conservadores que se niegan a cambiar el status quo, que prefieren idolatrar ideologías e instituciones precarias cual estructuras vetustas a punto de caer sobre la población. La cucufatería que llora por el cierre del Congreso el 5 de abril de 1992 sin reconocer el grave contexto real que lo motivó, ni lo que luego se logró en favor del país, no defiende la democracia, solo quieren posar como santones de la democracia. Al igual que El Comercio, sacan a relucir la corrupción para descartar toda la década de los 90 como si solo hubiera habido corrupción. Parece que el país se arregló solo, por un milagro. La deshonestidad intelectual del progresismo es tan insultante como su afán por la pose políticamente correcta. Estos demócratas de papel que ni siquiera saben tolerar ideas contrarias ni respetar opiniones divergentes son los que quieren darnos lecciones de moral política cuando nunca han hecho nada por la patria.
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