Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Empiezan a atisbarse los oscuros nubarrones de la relación entre el ejecutivo y el legislativo. Para empezar, el fujimorismo se opone a la reducción del IGV con argumentos bastante infantiles como los expuestos por Cecilia Chacón: “No estamos de acuerdo porque creemos que ese 1% va a los bolsillos de los empresarios, no de la población. Hay otras maneras de formalizar al país”. Más que argumentos, estos son prejuicios.
En primer lugar, esta señora debería saber que por principio TODA reducción de impuestos es un beneficio para la población contribuyente porque, efectivamente, pagará menos. Y esto es algo que será muy fácil de percibir en las facturas del mundo formal y en especial en los recibos de los servicios públicos que nos llegan cada mes. Es ridículo decir que una reducción de impuestos no beneficia a la población. Si lo hace. Para empezar los servicios públicos costarán un poco menos.
En segundo lugar, una reducción del IGV del 1% no es una medida destinada a formalizar nada. Tal vez una reducción más audaz como del 5% si podría ser algún incentivo para la formalización. Pero la tímida reducción del 1% difícilmente funcionaría como incentivo. Además hay otros aspectos a considerar en el tema de la formalización que van más allá del IGV.
En tercer lugar, una reducción del IGV siempre es un incentivo al mayor consumo porque, como todo el mundo sabe, a menor precio se compra más. Bastaría ver lo que ocurre con las ofertas del supermercado. El que quiere comprar un jabón de 5 soles termina comprando dos porque le regalan uno, y así cada jabón le sale a 4 soles. Es decir, en vez de gastar 5 soles en un jabón gastó 8 en tres. La reducción del IGV en el mundo formal es un aliciente al mayor consumo, y a mayor consumo, mayor recaudación. Pero claro que esta fórmula también funcionaría mejor con una mayor reducción del IGV. Por ejemplo de 5%.
Por último, a la Sra. Chacón se le sale lo progre cuando antepone sus prejuicos anti empresa. Debería saber que aun cuando esa plata se quede en el bolsillo de las empresas, esto siempre será mejor a que vaya a parar al Estado, donde solo pagamos una excesiva planilla que ya llega a 700 mil burócratas apiñados en 19 ministerios y varias docenas de viceministerios y otros organismos estatales que de muy poco sirven para el ciudadano corriente. Si les preocupa el déficit, como ha manifestado el señor Daniel Salavarrey, la solución no es aumentar impuestos sino reducir los gastos. Ya es hora de que empiecen con la reforma del Estado que tanto se anuncia hace 20 años y que nadie emprende. El Estado ya es una rémora que cuesta muy caro y no ofrece beneficios. Todas las obras importantes de infraestructura se hacen con préstamos, concesiones, peajes o a cambio de impuestos. La mayor parte del presupuesto que ya supera los 130 mil millones y sigue subiendo año tras año conforme crece el Estado, se va para pagar planillas y gastos corrientes de las frondosas oficinas del Estado. Ya basta de exprimir a los contribuyentes. Ahora que el fujimorismo está en el control del Congreso, a ver si dan el ejemplo y reducen el aparato burocrático del Congreso cuyo presupuesto se ha triplicado en los últimos diez años.
Desde acá apoyamos la rebaja del IGV, alentamos a que lo sigan haciendo progresivamente hasta llegar a una tasa más racional del 15% y paralelamente iniciar ya la reforma del Estado reduciendo el número de ministerios y otras oficinas. Por supuesto, invocamos al fujimorismo a que depongan su oposición con esos argumentos netamente progres: pro estado y anti empresa.
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