Pedro Pablo Kuczynski prácticamente ha sido declarado por el ONPE ganador de las elecciones, aun cuando quedan unas pocas actas por examinar. Algunos analistas consideran que ante lo estrecho de la diferencia que bordea los 40 mil votos, lo prudente es esperar hasta el final. Pero lo más probable es que nada cambie el resultado. Por lo pronto ya hay festejos y felicitaciones. Sin duda, tenemos que aceptar los resultados y felicitar a PPK. No hay de otra.
En principio, para quienes somos de derecha nos complace que un hombre como Pedro Pablo esté en la presidencia, aunque nos preocupa las amistades caviares que lo rodean y sus pactos recientes firmados con la izquierda ante la desesperación por las encuestas que lo ponían por debajo de Keiko Fujimori. Suponemos y esperamos que una vez instalado en palacio, se desvincule de esas malas juntas más rápido de lo que le tomó a Ollanta Humala.
Es cierto que también en la izquierda se escuchan festejos, pero ellos no se alegran por PPK sino por la derrota de Keiko. Es evidente que el odio a Keiko los tiene trastornados. En cierto modo se sienten ganadores porque apoyaron a PPK justamente para darse este morboso placer. No pasará mucho tiempo para que salgan a quemar llantas en protesta por las reformas de PPK.
La primera presentación de PPK ante la prensa tras conocer el reporte del ONPE al 99.9% de actas contabilizadas, ha sido bastante prudente. Incluso ha dicho que se debe esperar el resultado final. De modo que andar pidiendo que Keiko acepte ya su derrota no tiene mucho sentido. Hay que seguir esperando.
Por lo pronto, PPK ya expresó su deseo de conversar con todos. Suponemos que se refiere al fujimorismo que es la mitad del país y tiene la mayoría absoluta del Congreso. De poco sirve conversar con Acuña o el Apra, y dialogar con la izquierda no solo carece de sentido sino que es muy probable que vuelvan a tirarle un portazo. Así que su principal problema es un acercamiento con el fujimorismo, tarea harto difícil por la forma y el nivel con que maltrató a Keiko en la campaña. No había necesidad de descender hasta las cloacas de la izquierda para sentarse junto a los discapacitados mentales de "No a Keiko". Hasta estuvo a un paso de ir a la marcha de estos talibanes.
Tal vez habrá que dejar de lado los falsos gestos de cortesía y dejar que los acercamientos se produzcan en la cancha, donde lo más probable sea que ambos grupos encuentren coincidencias. No parece razonable suponer una tarea obstruccionista del fujimorismo. Por otro lado, el radicalismo insano en el nuevo Congreso no será mayor de 25 congresistas. Solo queda ser optimistas y desearle mucha suerte y tino al nuevo gobierno.
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