Por: Dante Bobadilla Ramírez
Hoy veremos en la TV a la cucufatería institucionalista de la derecha lloriqueando por la democracia quebrantada hace 24 años, cuando Alberto Fujimori cerró el Congreso. Por su parte, la izquierda cavernaria pro terrorista y antifujimorista hará una marcha por las calles donde básicamente veremos gritar a una chiquillería tan histérica como ignorante, agitando consignas de odio sin tener la menor idea por lo que protestan. Como ya es habitual, son los eternos tontos útiles de la izquierda. La mayoría no había nacido cuando estos hechos ocurrieron, pero estarán allí, como siempre, sumando su estupidez juvenil a la marcha de los agitadores de izquierda.
Es el colmo de la desfachatez que la izquierda haga drama por el golpe de Fujimori, como si alguna vez les hubiera importado la democracia y el Estado de Derecho. Se han pasado la vida combatiendo al Estado de Derecho y socavando las bases de la democracia. Así que el show de hoy no pasa de ser una marcha fascista donde pregonarán el odio y exigirán la exclusión de un candidato y de todo un colectivo, a cinco de días de las elecciones, en los que podrán votar por quien les de la gana. ¿Se puede pedir más insensatez? Pero siempre hay extraviados mentales asegurando que estas marchas de odio e intolerancia son "democráticas". No lo son. Es fascismo puro.
Mucha gente tiene los conceptos errados. Es mucho menos grave cerrar el Congreso temporalmente (algo que hasta está previsto en la Constitución) que andar petardeando al Estado de Derecho con la permanente agitación social o llevando al Estado ante cortes internacionales para defender a terroristas. Por todo ello resulta ridículo ver a la izquierda defendiendo la "democracia y el Estado de Derecho" contra el golpe de Fujimori.
Para juzgar el golpe del 5 de abril debemos conocer la situación del país en esos días. Las turbas de chiquillos histéricos que saldrán a marchar hoy no saben ni en qué año fue el golpe. Antes de esta fecha los peruanos estábamos al borde de la extinción, no había libertades, vivíamos con miedo de morir en cualquier calle, en una ciudad bloqueada por tranqueras, donde los coches bomba se oían en cualquier momento y destruían los edificios es toda una cuadra causando estragos en diez cuadras. Vivíamos en apagones por el derribo de torres de alta tensión, los negocios tenían sus propios generadores para trabajar, un país sin carreteras pues habían desaparecido por falta de mantenimiento, la gente se iba del país, todos habíamos llorado a parientes y amigos asesinados por la izquierda terrorista que actuaban impunemente porque el Poder Judicial era incapaz de juzgarlos.
El Congreso de 1990 estaba dominado por el FREDEMO y el APRA. El fujimorismo solo obtuvo 32 diputados de 180 y 14 senadores de 60. Eran minoría y no tenían ninguna posibilidad de darle apoyo al gobierno. El resentimiento de la derrota del FREDEMO y la ya histórica oposición salvaje del Apra, impidieron que el gobierno pudiera tomar las urgentes medidas que se requerían. Desgraciadamente en el Perú lo que más se practica en el Congreso es el canibalismo político. Por eso es que los gobiernos que no tienen mayoría en el Congreso naufragan. Así pasó antes del golpe de Velasco, cuando el Congreso dominado por la coalición APRA-UNO impedía gobernar a Belaúnde. Tanto en 1980 como en 1985 los gobiernos de Acción Popular y el APRA tuvieron sus propias mayorías en el Congreso y pudieron gobernar cómodamente. Pero esto cambió en 1990. Fujimori ganó las elecciones en segunda vuelta pero no tuvo apoyo en el Congreso. Al contrario, el Congreso se dedicó a obstruir todas las medidas que tomaba Fujimori. Peor aun, promulgaron la Ley de Control Parlamentario sobre los actos normativos del Presidente de la República. LEY Nº 25397, con la cual ataban de manos al presidente. Es decir, el primer golpe lo dieron los congresistas contra Fujimori. Esa es la verdad de la historia.
Esa era la famosa "institucionalidad democrática" que vivíamos en el Perú y por la cual ahora lloran los farsantes. El país se iba al precipicio mientras los políticos se dedicaban a obstruir a Fujimori y conspirar contra él. Lo que hizo Fujimori fue tomar las riendas de la situación y cerrar el Congreso para poder cumplir con su mandato constitucional que era gobernar este país para resolver sus graves problemas. El Perú estaba en juego. Fujimori tomó la decisión de salvar al Perú a costa de quebrar la Constitución, y francamente yo lo aplaudo. El 85% de la población aplaudió el cierre del Congreso. La gente percibía que era una medida necesaria. El país se había vuelto ingobernable, no solo por la crisis económica y el terrorismo sino incluso por la oposición de un Congreso que no servía para nada, solo era un adorno de la famosa "institucionalidad democrática". Gracias a ese golpe, el gobierno pudo tomar rápidamente las decisiones urgentes que salvaron al Perú.
No es muy honesto llorar por una democracia fallida ni por una institucionalidad que no existía en los hechos. Además, luego de un año ya había un nuevo Congreso instalado, con todas las fuerzas políticas representadas, incluyendo a la izquierda. La economía se recuperó, el terrorismo fue derrotado y el país se reconstruyó. Las elecciones se convocaron en los tiempos previstos y la nación entera recuperó su vida normal y sus libertades que por más de una década había perdido. El país fue colocado en la senda del desarrollo causando admiración en el mundo. Se hizo una Constitución que garantiza el desarrollo hasta hoy.
La descomposición posterior del régimen en su segundo mandato es ya materia de otro análisis. Pero sobre el 5 de abril del 92 solo hay que agradecer. Fue lo que nos salvó.
Hoy veremos en la TV a la cucufatería institucionalista de la derecha lloriqueando por la democracia quebrantada hace 24 años, cuando Alberto Fujimori cerró el Congreso. Por su parte, la izquierda cavernaria pro terrorista y antifujimorista hará una marcha por las calles donde básicamente veremos gritar a una chiquillería tan histérica como ignorante, agitando consignas de odio sin tener la menor idea por lo que protestan. Como ya es habitual, son los eternos tontos útiles de la izquierda. La mayoría no había nacido cuando estos hechos ocurrieron, pero estarán allí, como siempre, sumando su estupidez juvenil a la marcha de los agitadores de izquierda.
Es el colmo de la desfachatez que la izquierda haga drama por el golpe de Fujimori, como si alguna vez les hubiera importado la democracia y el Estado de Derecho. Se han pasado la vida combatiendo al Estado de Derecho y socavando las bases de la democracia. Así que el show de hoy no pasa de ser una marcha fascista donde pregonarán el odio y exigirán la exclusión de un candidato y de todo un colectivo, a cinco de días de las elecciones, en los que podrán votar por quien les de la gana. ¿Se puede pedir más insensatez? Pero siempre hay extraviados mentales asegurando que estas marchas de odio e intolerancia son "democráticas". No lo son. Es fascismo puro.
Mucha gente tiene los conceptos errados. Es mucho menos grave cerrar el Congreso temporalmente (algo que hasta está previsto en la Constitución) que andar petardeando al Estado de Derecho con la permanente agitación social o llevando al Estado ante cortes internacionales para defender a terroristas. Por todo ello resulta ridículo ver a la izquierda defendiendo la "democracia y el Estado de Derecho" contra el golpe de Fujimori.
Para juzgar el golpe del 5 de abril debemos conocer la situación del país en esos días. Las turbas de chiquillos histéricos que saldrán a marchar hoy no saben ni en qué año fue el golpe. Antes de esta fecha los peruanos estábamos al borde de la extinción, no había libertades, vivíamos con miedo de morir en cualquier calle, en una ciudad bloqueada por tranqueras, donde los coches bomba se oían en cualquier momento y destruían los edificios es toda una cuadra causando estragos en diez cuadras. Vivíamos en apagones por el derribo de torres de alta tensión, los negocios tenían sus propios generadores para trabajar, un país sin carreteras pues habían desaparecido por falta de mantenimiento, la gente se iba del país, todos habíamos llorado a parientes y amigos asesinados por la izquierda terrorista que actuaban impunemente porque el Poder Judicial era incapaz de juzgarlos.
El Congreso de 1990 estaba dominado por el FREDEMO y el APRA. El fujimorismo solo obtuvo 32 diputados de 180 y 14 senadores de 60. Eran minoría y no tenían ninguna posibilidad de darle apoyo al gobierno. El resentimiento de la derrota del FREDEMO y la ya histórica oposición salvaje del Apra, impidieron que el gobierno pudiera tomar las urgentes medidas que se requerían. Desgraciadamente en el Perú lo que más se practica en el Congreso es el canibalismo político. Por eso es que los gobiernos que no tienen mayoría en el Congreso naufragan. Así pasó antes del golpe de Velasco, cuando el Congreso dominado por la coalición APRA-UNO impedía gobernar a Belaúnde. Tanto en 1980 como en 1985 los gobiernos de Acción Popular y el APRA tuvieron sus propias mayorías en el Congreso y pudieron gobernar cómodamente. Pero esto cambió en 1990. Fujimori ganó las elecciones en segunda vuelta pero no tuvo apoyo en el Congreso. Al contrario, el Congreso se dedicó a obstruir todas las medidas que tomaba Fujimori. Peor aun, promulgaron la Ley de Control Parlamentario sobre los actos normativos del Presidente de la República. LEY Nº 25397, con la cual ataban de manos al presidente. Es decir, el primer golpe lo dieron los congresistas contra Fujimori. Esa es la verdad de la historia.
Esa era la famosa "institucionalidad democrática" que vivíamos en el Perú y por la cual ahora lloran los farsantes. El país se iba al precipicio mientras los políticos se dedicaban a obstruir a Fujimori y conspirar contra él. Lo que hizo Fujimori fue tomar las riendas de la situación y cerrar el Congreso para poder cumplir con su mandato constitucional que era gobernar este país para resolver sus graves problemas. El Perú estaba en juego. Fujimori tomó la decisión de salvar al Perú a costa de quebrar la Constitución, y francamente yo lo aplaudo. El 85% de la población aplaudió el cierre del Congreso. La gente percibía que era una medida necesaria. El país se había vuelto ingobernable, no solo por la crisis económica y el terrorismo sino incluso por la oposición de un Congreso que no servía para nada, solo era un adorno de la famosa "institucionalidad democrática". Gracias a ese golpe, el gobierno pudo tomar rápidamente las decisiones urgentes que salvaron al Perú.
No es muy honesto llorar por una democracia fallida ni por una institucionalidad que no existía en los hechos. Además, luego de un año ya había un nuevo Congreso instalado, con todas las fuerzas políticas representadas, incluyendo a la izquierda. La economía se recuperó, el terrorismo fue derrotado y el país se reconstruyó. Las elecciones se convocaron en los tiempos previstos y la nación entera recuperó su vida normal y sus libertades que por más de una década había perdido. El país fue colocado en la senda del desarrollo causando admiración en el mundo. Se hizo una Constitución que garantiza el desarrollo hasta hoy.
La descomposición posterior del régimen en su segundo mandato es ya materia de otro análisis. Pero sobre el 5 de abril del 92 solo hay que agradecer. Fue lo que nos salvó.
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