Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Uno de los datos más interesantes que nos ofrece el reciente libro de Aldo Mariátegui es el papel de la Iglesia Católica en la formación de cuadros de izquierda, a través de su bien montada red de colegios religiosos, que culmina con la Pontificia Universidad Católica, órgano rector de la izquierda peruana, incluso más allá de San Marcos. También nos recuerda la tradicional cucufatería de "El Comercio" y su apego al militarismo golpista, así como el apoyo de amplios sectores de la Iglesia a la dictadura de Velasco.
Uno de los datos más interesantes que nos ofrece el reciente libro de Aldo Mariátegui es el papel de la Iglesia Católica en la formación de cuadros de izquierda, a través de su bien montada red de colegios religiosos, que culmina con la Pontificia Universidad Católica, órgano rector de la izquierda peruana, incluso más allá de San Marcos. También nos recuerda la tradicional cucufatería de "El Comercio" y su apego al militarismo golpista, así como el apoyo de amplios sectores de la Iglesia a la dictadura de Velasco.
Todos estos datos que Aldo Mariátegui reseña valientemente son parte de lo que se llama “una verdad incómoda” que siempre se prefiere ocultar. Es algo de lo que es mejor no hablar. De hecho hay un casi total desconocimiento de la participación de la Iglesia Católica en las revoluciones marxistas del siglo pasado, que culminaron con la Teología de la Liberación, hoy reconocida oficialmente por el Papa Francisco. En una rápida reseña habría que mencionar al sacerdote Camilo Torres Restrepo, fundador en Colombia el grupo terrorista Ejército de Liberación Nacional (ELN); al padre Carlos Mugica, argentino formador intelectual de las juventudes rebeldes obreras, núcleo del posterior terrorismo montonero; al sacerdote español Gaspar García Laviana, sumado a las guerrillas salvadoreñas; Miguel d'Escoto, sacerdote nicaragüense que apoyó el sandinismo al igual que Ernesto Cardenal. En fin, es una lista interminable.
No hay pues ninguna duda del aporte fundamental de la Iglesia Católica a la guerrilla y el terrorismo de la izquierda latinoamericana en el siglo pasado, especialmente en el soporte ideológico a partir de lo que se llama “la doctrina social de la Iglesia”, convertido hoy en Teología de la Liberación. La revista teológica “Cristianismo y Revolución” no solo justificaba y defendía la insurgencia armada desde el mensaje de Cristo, sino que servía además como órgano de difusión de grupos armados como Montoneros, Fuerzas Armadas Peronistas y el Ejército Revolucionario del Pueblo. También el Che alentaba la alianza del cristianismo con la revolución.
Afortunadamente en el Perú, esta curiosa alianza entre el marxismo y el cristianismo no fue más allá del rol formador de progres y caviares en colegios plenos de cucufatería como La Inmaculada, Santa María Marianistas, La Salle, la Recoleta y el Champagnat, entre muchos otros, donde el adoctrinamiento es tanto o más importante que la educación. De allí surgieron, como señala Aldo, personajes tan funestos como Javier Diez Canseco, Carlos Iván Degregori, Ricardo Letts, Manuel Dammert, Alberto Flores Galindo, Nicolás Lynch, entre varios otros miembros de la crema y nata de la izquierda progre y caviar, que después, en su mayoría, completaron su formación en la PUCP regentada por el sacerdote Felipe Mc Gregor.
Es bueno recordar todo esto porque en la actualidad vivimos bajo la aplastante influencia de una derecha religiosa ultra conservadora que se ufana de ser anticaviar y anticomunista. Es más, muchos han incursionado en la política desde su cucufatería levantando las banderas del anticomunismo, en una mano, y del cristianismo en la otra. Ven al comunismo como una amenaza para su fe y ganan perfil como “luchadores contra el terrorismo”. Un poco tarde para luchar contra el terrorismo, pero sirve como propaganda para hacerse un perfil en Twitter. Toda esta gentita de derecha, cuyo único papel en la política es ser un activista histérico en contra de la "izquierda terruca” y en defensa de las causas de la Iglesia, en realidad no saben nada de política y mucho menos de liberalismo. Son tan estatistas, totalitarios y dogmáticos como los rojos. De hecho, quieren utilizar al Estado y manipular las leyes para imponer sus doctrinas de fe, como por ejemplo, el sacramento del matrimonio y el dogma de la vida, postergar a la mujer y discriminar a los homosexuales, ven con buenos ojos el asistencialismo y propician el rol regulador del Estado, incluso en la vida de los ciudadanos, en defensa de la moral y de lo que llaman “la cultura cristiana”.
El liberalismo está muy lejos de las doctrinas estatistas y controlistas de la vida que propician tanto los marxistas como los cristianos. De hecho, la intervención de la Iglesia en la política colisiona con el principio de un Estado laico, algo que la cucufatería tampoco entiende. Luego de repasar la funesta vinculación que hemos tenido entre la Iglesia y la política, tanto en la izquierda como en la derecha, creo que la posición más sana políticamente, es exigir que la Iglesia se ocupe de lo suyo y en sus recintos. Aunque por desgracia, gran parte de la educación privada está en manos de la religión, y es tan peligrosa y mediocre como la educación pública en manos del SUTEP y del CONARE. No sirven en la formación de ciudadanos del siglo XXI.
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