Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
La decadencia de la izquierda peruana llegó a su clímax con el lanzamiento de la caviar andina Verónika Mendoza Frisch a la pre candidatura del conglomerado de colectores rojos. Más aun si vemos las expresiones de alegría y esperanza que ha despertado en la progresía este lanzamiento, como si se tratara de una cura para el cáncer, la llegada del mesías o la resurrección del Che. Lo único que revela tanto alborozo progre es su orfandad dirigencial. Todo lo que hay en la izquierda peruana es una gerontocracia sobreviviente a la debacle mundial del comunismo, y una chibolería que solo sirve para llenar las marchas callejeras, sin contar con las huestes terroristas.
Y eso es lo que es Verónika Mendoza: relleno. Apareció trepada en la combi nacionalista como una candidata más para llenar las listas, y al final terminó en el Congreso, al igual que casi toda la asnada parlamentaria del humalismo, sin saber leer ni escribir. Carece de trayectoria política y hasta laboral, su perfil profesional es mediocre y no tiene talla intelectual. Está lejos de Marisa Glave, por ejemplo. Es decir, habría que buscar cuáles son sus cualidades para ser candidata. Claro que Verónika sabe repetir como lora todo el catecismo de izquierda. Algo que también hacen a la perfección los adolescentes de la academia pre universitaria. Hasta ahora no se le ha escuchado una sola idea propia. Su máxima hazaña ha sido engañar a la población de Espinar empujándola a una protesta sangrienta.
La mayoría de la gente la ve con simpatía. Pero no se trata de elegir a Miss Simpatía. Sin embargo su fuerte parece ser que con su carita de mosquita muerta no genera mayores resistencias. Puede que esa sea al final una buena arma electoral. Ya sería la segunda vez que la izquierda apuesta por alguien que tiene un perfil bajo, pues Ollanta Humala era también un completo iletrado cacareando consignas de izquierda en toda la campaña, como buen loro amaestrado sin saber qué era lo que decía, por eso no hizo nada del delirante prorgrama rojo. Digamos las cosas como son: Verónika Mendoza es, sin ninguna duda, una calabacita que emulará a Ollanta Humala en ese aspecto, pero con la promesa de no traicionarlos. Lo que la hace más peligrosa para el país.
Los analistas más avispados afirman que Verónika está todavía verde y que tal vez sea buena opción en el 2021. Habrá que ver. Pero por ahora francamente la izquierda está cerca de la extinción. Ya pasó la ola izquierdista en Latinoamérica. Ya no está Hugo Chávez financiando las carreras políticas de los tontolines que aparecen por la izquierda aspirando a la presidencia. Peor aun, Venezuela junto a otros países de izquierda como Brasil y Ecuador están en crisis y sus gobiernos tambalean. Y lo mismo se puede decir de Chile, donde Michelle Bachelet ha sido veloz para embarrarla toda y sus índices de aceptación popular andan por los suelos. Las evidencias del fracaso de la izquierda están a la vista. De manera que por ahora, la izquierda no es una opción, y menos con una improvisada sin partido, sin cuadros, sin gente. Aunque sin duda ya se le deben estar trepando las garrapatas.
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