Escribe: Dante Bobadilla Ramírez
Hace un año, la señora presidenta de facto, Nadine Heredia, tuvo la desfachatez de imponer en el Congreso de la República a una de sus más leales mandaderas, la congresista Ana María Solórzano, opaca y servil jovencita cuyo único mérito era pertenecer al nadinismo, corriente que ha terminado siendo hoy la única ideología del nacionalismo. Nadine Heredia había colocado antes en la PCM a su leal telonera de espectáculos Ana Jara. Es decir, Nadine Heredia era, en los hechos, el primer poder del Estado, y su voluntad se cumplía tanto en el gobierno como en el Congreso, gracias a sus leales felpudinis y a los ministros que trabajan guiados por su luz verde. Se había instalado un perfecto golpe de Estado.
Esto es algo inédito en la historia del Perú, y desde luego, representa una vergüenza. Ahora hay que sumarle los escándalos de corrupción que envuelven a la parejita presidencial que además enfrenta sus niveles más bajos de aceptación. Ni siquiera la diaria prédica del presidente y la primera dama en sus constantes viajes por el país, haciendo campaña política abierta, los ayuda. El show digno de telenovela que la señora Nadine Heredia montó en el Congreso para posar como víctima, con rostro y voz de humillada y ofendida, solo es comparable con el que protagonizó Alejandro Toledo tras las acusaciones de la fiscalía. La política se convirtió en tragedia hindú, pero ni eso la ayudó.
Tras la imposición de Nadine Heredia el nacionalismo entró en franca descomposición. La debacle es obra exclusiva de Nadine, paradójicamente presidenta del partido. Hoy están disminuidos y arrinconados. En tales condiciones, ni siquiera vale la pena que se peleen por la candidatura presidencial. Están destinados a desaparecer del mapa. Habrá que ver si Ollanta Humala logra ensamblar su liderazgo, o quizá lo haga Nadine. Algo difícil luego de la decepción general que han causado. Ya nadie estará dispuesto a apostar por ellos en una alianza, ni la izquierda ni la derecha, porque se han peleado con todos, incluyendo a sus ex amigos. Todavía está por verse cómo quedará la parejita luego de las investigaciones a las que será sometida su gestión.
La moraleja de esta historia es que no debemos apostar por trepadores y charlatanes sin trayectoria. Y menos si vienen como representantes de una izquierda delirante y apadrinados por una logia de derecha que solo tiene el odio como bandera. Estaba claro que Ollanta no era nadie y que Gana Perú solo era una combi de fracasados de izquierda, bien financiados por intereses foráneos. La campaña de guerra sucia que ahora pretenden resucitar debe ser proscrita de la política. Si hay que hacer algo por mejorar el nivel de la política es denunciar a toda esa gentuza que vive del odio, la venganza y la calumnia. Ya vimos que son capaces de vender a su patria por impedir el triunfo de quien viven odiando con su enferma mentalidad.
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